El adultocentrismo como modelo social que atenta contra la pedagogía de la imaginación

                                                                                                                                      

Dibujo ganador del primer lugar de la convocatoria "Imaginar la universidad del futuro"
1er lugar convocatoria Imaginar la Universidad del Futuro. Autora María Julieta Nieto Cruz.
Fuente Portal UACJ en https://comunica.uacj.mx/sala-de-prensa/comunicados/ilustran-la-universidad-del-futuro


                                                                                                                 Por Valeria Hernández Reyes

La escritora mexicana Rosario Castellanos y la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou reflexionaron sobre la hegemonía social ejercida por los adultos sobre las infancias y juventudes. Castellanos, en su ensayo “El fin de la inocencia”, diserta sobre los rasgos representativos de los personajes de niños y niñas en la literatura infantil, logrando exponer el contraste entre dos maneras distintas de ver el mundo; y Juana de Ibarbourou, en su obra autobiográfica “Chico Carlo”, revive su propia perspectiva infantil sobre la vida adulta, regalándonos detalles sobre la sociedad en la que vivió su primera etapa de desarrollo humano. Es sobre este último libro la reseña del día de hoy. 

Chico Carlo (1944) es una serie de 17 cuentos que refieren anécdotas de la infancia de la autora uruguaya. Uno de ellos, “La mancha de humedad”, destaca por un problema social invisibilizado por la justicia: el adultocentrismo.

Susana, la protagonista del cuento, utiliza su imaginación para encontrar figuras observando una mancha amarilla provocada por la filtración de agua en la pared de su casa. Por medio de la detallada narración de su pasatiempo descubrimos dos aspectos de la sociedad en la que se desenvolvió la célebre escritora. En primer lugar, el defecto de la pared se vincula a una diferencia de clases, pues solo los policías podían darse el lujo de vivir en una casa empapelada, es decir, tapizada, sin moho. Por otro lado, al desentrañar los diálogos entre el personaje infantil y los personajes adultos se identifica una asimetría de poder que resulta aplastante y autoritaria para la menor. La mamá de Susana no valora la imaginación de su hija y expresa su hartazgo al escuchar las descripciones de su hija. 

En esa mancha yo tuve todo cuanto quise: descubrí las Islas de Coral, encontré el perfil de Barba Azul y el rostro anguloso de Abraham Lincoln, libertador de esclavos, que reverenciaba mi abuelo; tuve el collar de lágrimas de Arminda, el caballo de Blanca Flor y la gallina que pone los huevos de oro; vi el tricornio de Napoleón, la cabra que amamantó a Desdichado de Brabante y montañas echando humo de las pipas de cristal que fuman sus gigantes o sus enanos. Todo lo que oía o adivinaba, cobraba vida en mi mancha de humedad y me daba su tumulto o sus líneas.

Un día, los padres de Susana deciden contratar a un pintor para eliminar la mancha de humedad. Cuando la pequeña advierte el repentino cambio queda destrozada profundamente.

-¡Ladrón! Eres un ladrón, Yango. No te lo perdonaré nunca. Ni a papá, ni a mamá que te lo mandaron. ¿Qué voy a hacer ahora cuando me despierte temprano o cuando tía Fernanda me obligue a dormir la siesta? Bruto, odioso, me has robado mis países llenos de gente y de animales. ¡Te odio, te odio; los odio a todos!

 El cuento nos permite entender la infancia  y la juventud como etapas del desarrollo humano  sometidas a una  relación asimétrica  de poder entre padres e hijos.  En el cuento, la madre es incapaz de tomar una decisión con el alcance de proteger los intereses de su hija; el padre valora la imaginación de su hija, pero minimiza la pérdida y el daño; el pintor es insensible a los reclamos de Susana y para él los llantos tienen un peso menor en el conflicto porque es una niña. El sufrimiento de Susana es por la injusticia al ser excluida de la toma de decisiones de su hogar en un asunto donde era la parte interesada.

El  adultocentrismo atenta contra la justicia porque sostiene valores según los cuales el grupo de personas adultas está en el derecho de poseer el poder y, por ende, siempre integran la cúspide de la pirámide jerárquica de la sociedad, con todo lo que ello conlleva, ignorar los intereses de los más jóvenes en cualquier esfera y reproducir esta injusticia a nivel generacional. Las consecuencias se manifiestan en un deficiente desarrollo de la personalidad, inseguridad y falta de criterio. El modelo de vida social adultocéntrico al poner de referencia al adulto anula la posibilidad de innovar.

Frecuentemente escuchamos que el futuro de un país está en los niños, pero esto no es posible si aniquilamos su imaginación. Cuando obstaculizamos y minimizamos sus manifestaciones artísticas perdemos de vista el proceso de asimilación y expresión de su propia cultura y con ello se esfuma la oportunidad de detectar y evitar la reproducción de estereotipos dañinos para la sociedad. En pocas palabras, todos perdemos cuando frustramos sus juegos porque rompemos el canal de comunicación con el cual están argumentando constantemente sus ideas sobre el mundo o sus ideas sobre la justicia. Los niños tienen una capacidad increíble de otorgar nuevos significados a lo ya establecido. Solo necesitamos eliminar la perspectiva adultocéntrica para enriquecer a la sociedad con su sabiduría para reinventar el mundo en el que vivimos. No esperemos que repitan o reproduzcan nuestros errores. 




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