Entre elecciones, ausentismo y justicia social

 


Por Alba Nidia Morin Flores

El pasado 1 de junio por primera vez en México se llevó a cabo una jornada electoral para la renovación de diversos jueces dentro del Poder Judicial: más de 880 cargos federales y 1800 cargos de magistrados y jueces estatales estuvieron en juego.  Destacan por su relevancia 2 cargos de Magistratura en la Sala Superior del Tribunal Electoral, 15 cargos de Magistratura en las Salas Regionales del Tribunal Electoral, así como 9 cargos para Ministros o Ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Si bien, la reforma impulsada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador ha dado lugar a debates, plantones, marchas e inconformidades tanto por parte de aquellos que integran al Poder Judicial como por parte de la sociedad civil quienes no están de acuerdo con la elección popular de dichos cargos ya que esto le resta independencia a la impartición de justicia, lo cierto es que en septiembre de 2024 fue aprobada y el 1 de junio fue puesta en marcha.

Ahora bien, los resultados de la jornada electoral no sorprendieron a nadie, pues la ciudadanía no salió a votar, se estima que únicamente entre el 10 y el 15% de los votantes ejerció su derecho a elegir, esto aunado a la gran cantidad de contendientes, las más 12 boletas que en algunos estados se tuvieron que llenar y el desconocimiento de la población de los candidatos a jueces hizo que la jornada dejara merecidas críticas.

En este contexto, una de las noticias que más ha acaparado la atención es que, de acuerdo con los resultados preliminares Hugo Aguilar Ortiz, abogado mixteco, será el segundo indígena que presidirá a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, después de Benito Juárez. Dicha situación aparece en el plano actual como una especie de justicia social, pues sin la reforma judicial hubiera sido imposible que una persona proveniente de una comunidad indígena llegara a la SCJN.

A pesar de las acusaciones en su contra tanto por su participación en la “imposición” de los megaproyectos como el Corredor Interoceánico donde, de acuerdo con algunos, solamente se simularon las consultas. La realidad es que, ganar las elecciones (con todas las fallas que se presentaron) en un México clasista donde los escaños más importantes estaban alejados de ciertos sectores, abre la posibilidad en la impartición de justicia desde una mirada diversa, que quizás nos acerque más a la idea de pluralidad jurídica.

En este escenario, solo la historia dirá, si ha llegado el tiempo de ruptura de patrones férreos de clasismo y racismo en la estructura judicial y se abren los caminos a nuevas formas de articular significados sobre la justicia y sus implicaciones. Por el momento, apreciable lector, la victoria de Hugo Aguilar Ortiz solo me recuerda novelas como las de Ciro Alegría, José María Arguedas o Rosario Castellanos, pues quizás la justicia social haya llegado.

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