A propósito de la película Harta (Tyler Perry, 2025) y su relación con la justicia
Por Ivonne Guzmán Acosta
Netflix nos
sorprendió a todas con el reciente estreno de Straw, la radiografía de la deuda
que tenemos con las madres, con quienes maternamos, la historia de la
indiferencia, la falla del sistema, la poca empatía, del dolor, del hartazgo.
Las madres, antes que todos -si es que pudieron dormir-
se levantan, se lavan la cara, y comienza la acción, prepara desayuno, arreglan
a los niños, los llevan a la escuela, si tienen un empleo se dirigen a el 8
horas, si no, vuelven a casa donde las interminables tareas del hogar la
mantienen ocupada, recogen a los niños, preparan la comida, los snacks, ayudan
a la tarea, proyectos escolares o actividades extras, lavan ropa y uniformes,
trastes, bañan a los niños, preparan la cena, los arropan, cuentan historias,
motivan, sanan heridas -emocionales y físicas-, están al pendiente de su sueño,
más si se encuentran enfermos, cuidado su respiración, su vomito, la tos o la
fiebre. 24 horas al día, siete días a la semana, sin descanso -salvo para ir al
baño- o vacaciones, jubilación o pago. Cuando nos sentimos enfermas recurrimos al
doctor para aliviar dolencias físicas que tienen rápida solución con
antidepresivos. No tenemos tiempo de “lamer” nuestras heridas, incluso después
de parir, vamos a casa no como pacientes sino como madres con toda la
responsabilidad que conlleva esa palabra.
Si hay tiempo nos alcanza para leer un
libro, o escondernos en el baño a ver el celular o llorar mientras nos bañamos,
porque el tiempo apremia, no hay tiempo, tal vez será mejor mañana, o cuando el
bebé entre a la escuela, o cuando este en la secundaria, o cuando se case y no
viva en casa. El tiempo nos lleva, vivimos hacia el futuro, “mañana”, “más
adelante”, “cuando te liberes”, “con los años entenderás”, “extrañaras este
momento”, “solo tienes 30 años”, reafirmando su juventud, como si de alguna forma
eso no nos situara en el tiempo, donde ocupamos un lugar y pertenecemos a él, y
que con el también se encierra el horror de reconocerlo como nuestro peor
enemigo.
Constantemente nos preguntamos si realmente
es el lugar donde debemos estar, y nos encontramos en mitad de caos, viendo
nuestras casas derrumbadas, con montañas de platos por lavar, ropa, las tareas
de los hijos, las cuentas por pagar, la carga mental con las listas
interminables de cosas por hacer, donde nos preocupamos y nos ocupamos. Nos
autofestejarnos en navidades, 10 de mayo y cumpleaños, donde también cocinamos,
buscamos u horneamos pasteles y a veces hasta el regalo.
La carga materna es tal que cuando en una
entrevista ofrecieron “el empleo”, nadie lo tomo. La madre esta privada de toda
buena oferta de trabajo, de viajes, de ocio, mientras que los padres pueden
viajar o hacer lo que quieran, por que no tiene consecuencias para él. Al menos
en México, las mujeres dedicamos 375.3% más tiempo a labores de crianza y
cuidado, esto se traduce en más de 15 horas por semana a las tareas del hogar y
el cuidado de los hijos o enfermos, y en el caso de los hombres que se deslindan
de las responsabilidades como padre, esto representa una sobrecarga para
laboral y de crianza para una mujer.
En México, tenemos 40% de padres ausentes,
quienes abandonan hogares y se deslindan de responsabilidades económicas,
afectivas y de crianza y cuidado. En contraste, son los padres quienes después
de una jornada laboral salen a tomar una cerveza, los que escriben libros,
tienen tiempo, y capital económico, sin la responsabilidad de quien cuide a sus
hijos, a quienes no se les pregunta con quien los dejo, ni se les cuestiona por
“rehacer su vida”, quienes viven dobles
vidas, o ejercen su sexualidad pagado a “trabajadoras sexuales”, quienes
apuestan y pierden dinero -y aparentemente no tiran el dinero en comparas
ridículas como comida, ropa, zapatos para sí mismo o sus hijos-.
El sistema judicial tampoco ayuda, concede
convivencias no supervisadas entre menores y sus padres violentos, narcisistas,
adictos; fija pensiones alimenticias de $1,200.00 quincenales, reajusta
pensiones porque el padre quedo sin empleo, o porque tiene “otros gastos”, y
las madres deben seguir buscando y encontrando la forma de que sus hijos e
hijas sobrevivan. Tenemos un cheque sin fondos, que tiene una promesa de
eternidad, la madre abnegada, que va al cielo, la que se sacrificó por los
suyos, y a la que todavía muerte es la encargada de “cuidarnos desde el cielo”.
Las madres, todo lo pueden todo lo
encuentran. Agotamos papeles, los recorremos sin descanso, no hay fuera de
escena, ni tiempo, no hay frontera entre lo que queremos ser y somos, aun
cuando no hubiéramos tenido un adiestramiento previo, ni vestuario para
personificarlo: maestra, doctora, psicóloga, abogada, chef, arquitecta,
diseñadora, todólogas.
Entonces, no nos queda otra opción más que
agotarlo todo y agotarnos. Sabemos de antemano que no somos libres, si tomamos
en consideración los conceptos de prisionero y de individuo moderno en el seno
del Estado, y del sistema Capitalista, Pese a todo esté panorama, nos queda la
libertad de espíritu y de acción. Lo vemos cada vez que las mujeres han salido
a la calle y luchar por sus derechos, y aun cuando, se han obtenido contadas
victorias, el camino es largo, y la deuda que la sociedad tiene con nosotros,
parece impagable.
Algunos días con dolor y otros con gozo Janiyah
Wiltkinson, cuido de Aria, trabajó, le dio techo, comida, medicamento,
educación, amor, a pesar de que todo estaba en contra de ambas, aun con el
abandono, el racismo, con bajísimo sueldo que tenía, sin prestamos en el banco,
sin la seguridad social, sin casa, sin comida, sin redes de apoyo, todo con la
esperanza de que Aria mejorara. Cuando todo se salió de control salió a flote
el dolor que contenía, al morir Aria, también murió la esperanza que Janiyah,
murió la fuerza, y nació el coraje, la ira, la frustración, la indiferencia,
¿Cómo era posible que el mundo siguiera su curso sin detenerse a contemplar el
dolor de una madre?, y de alguna forma lo logró, el tiempo se detuvo, los focos
se centraron en ella, en su dolor y en su desesperación.
Paralelamente encontramos a otras madres en
la trama, que no juzga que por el contrario generan conciencia o empatizan, por
haber vivido -o no- una historia similar. Así como en Estados Unidos, en
nuestro país, la problemática de la maternidad es un tema que recién se
comienza a discutir, y visibilizar, pues la única forma de tomar conciencia es nombrando.
La película no tiene moralejas, ni juicios, sino dibujos. Dibujos de una madre
que ha perdido a su hija, a quien le ha fallado el Estado, la sociedad, su
familia, el padre ausente. Harta, debería de ser una película que nos
cale en la fibra mas sensible de nuestra humanidad, donde todos los días, las
madres se encuentran afrontando solas el desafío de la maternidad.
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