Hablar hierba y contar nuestra historia


Por Manuel de J. Jiménez

 

Escribir y leer poesía siempre será un acto de resistencia. Sí, es un lugar común, pero mantiene sus resonancias. Pensar en general las literaturas también lo es, aunque hay que admitir que el ensayo y la novela obtienen con facilidad un lugar de privilegio entre editoriales trasnacionales y lectores habituales. La poesía, por su lado, está en otro lado y se encuentra en los jardines abandonados, en los predios baldíos, en las aceras rotas donde emerge la hierba que es pisada por transeúntes y orinada por perros. No obstante, soporta eso y crece silenciosa por lugares insospechados. Un libro como Lengua hierba. Notas, interrupciones y ejercicios (2023) de Diana del Ángel es ejemplo de ello. No me refiero necesariamente a la imagen y la metáfora, “La hierba es legión”, sino a la manera cómo imagino fue concebido y escrito: a contrapelo, lentamente, a modo de notas de vida. También porque tuvo que existir una editorial como Heredad para que con amor y dedicación los lectores podamos tener el libro entre nuestras manos.

         El libro se compone de diversos materiales que se ensamblan en una forma orgánica que posibilita una ruta o, por lo menos, muestra al lector unas direcciones sobre lo que sucede y se representa en este libro de poesía. Otras veces he distinguido entre libro de poesía y poemario. En definitiva, estamos en presencia de un libro de poesía que tiene ejes y transformaciones, procediendo a partir de una poética de lo fragmentario. Entre el discurso desdoblado, encontramos poemas conversacionales, comentarios, diálogos, enseñanzas, informes y su eventual clasificación, entre otras piezas, que presentan un conjunto de lectura heterodoxo. Por mi parte, me identifiqué con algunos informes, a veces con implicaciones iuspoéticas, como la narración de hechos de los ocupas y el testimonio de la lucha armada.

Algo que mueve al libro es el caminar, los pies cansados y heridos, por eso Cristo ha sido “uno de los primeros podólogos en la historia de la humanidad”. Nos avisa que en una parroquia de Naucalpan llegó la teología de la liberación y presenciamos cómo la hierba hackea la vegetación. No todo es sencillo, pues ante la opción liberadora, a veces se dibujan los “corazones lodo” y obra con su magia el Acaparador de historias. ¿Acaso el fracaso de lo político duele al ver cómo el cuerpo se desmiembra y los intereses al margen terminan emergiendo? Pero la lengua hierba, que ha estado soterrada por siglos y rebajada a dialecto por la élite literaria, pervive. Vuelve a conjugarse y se gramaticaliza para todos en un mecanismo de defensa:

 

El hierba,

Como cualquier otra lengua requiere práctica,

         es polisintético, aglutinante y antipolicial.

 

Necesita humedad para conservarse.

 

La formación de plurales es sencilla: para todos todo.

 

Lengua hierba es un libro potente y honesto que muchas veces se extraña en la producción poética. En todo caso, si hay artificio, este es contar con intimidad las verdades legadas por nuestras madres y padres. En general, reivindica otro modo clandestino de escritura y, al mismo tiempo, transita por paisajes de lucha comunes a un país. Hay incertidumbre pero nunca miedo, pues “Si toda la hierba se secara, todavía nos quedaría la palabra ‘hierba’ ”.

 

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