Rumbo a la silla del águila
Por Alba Nidia Morin Flores
En menos de cuatro semanas el país
celebrará nuevamente elecciones; todas las entidades federativas que conforman
la República llevarán a cabo contiendas por el poder. El tan anunciado 2 de
junio traerá consigo la renovación de 8 gubernaturas, 1 jefe de gobierno, 31
Congresos locales, 29 ayuntamientos y 26 alcaldías, sin dejar de mencionar que
en el ámbito federal se elegirán diputaciones, senadurías y la tan deseada
presidencia del país.
Desde el pasado 1 de marzo, fecha en la
que comenzaron formalmente las campañas electorales, miles de mexicanos nos
hemos visto invadidos por spots, anuncios en redes y varias estrategias
publicitarias cuya finalidad es obtener el voto de los electores. Presenciamos
debates presidenciales sosos con un costo aproximado de 13 millos de pesos cada
uno y candidatos sin propuestas viables con las mismas técnicas políticas de
antaño: ataque personal, mentiras y desacreditación partidista.
Detrás de todo este “circo” político se
encuentran cifras estratosféricas de recurso público destinadas a los gastos de
campaña (el INE aprobó como tope en campañas presidenciales de 660. 9 millones
de pesos, 54% más que en 2018), un estado donde la violencia ha dejado a más de
26 candidatos a elecciones populares sin vida, así como la desconfianza y
hartazgo de un pueblo inmerso entre ataques partidistas, alianzas y traiciones.
La manera de hacer política en México
no ha cambiado mucho desde los primeros años de vida independiente del país,
las luchas por el poder, la descalificación o las alianzas han sido plasmadas en
grandes clásicos literarios como La silla del águila (2003) del
mexicano Carlos Fuentes, donde de forma irónica veinte años atrás, el autor
describe con precisión personajes que encuentran un referente actual, piénsese
en Tácito de la Canal o Cicero Arruza. El ejercicio de la política sin principios y
la traición reflejan la experiencia política actual.
El México descrito por Fuentes en tan valiosa obra representa una imagen de la cultura política mexicana donde las luchas por el poder, el juego de deslealtades, las traiciones y la búsqueda de la silla presidencial son la moneda de cambio en la política actual. Como escribiría en 1976 Jorge Ibargüengoitia de forma irónica en una columna del Excelsior a propósito de la candidatura única de José López Portillo: “El domingo son las elecciones. ¡Qué emocionante! ¿Quién ganará?” Nosotros sabemos quién ganará…todos menos el pueblo.
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