Escribir europeo vs. Escribir latinoamericano. Un poema de Jorge Eduardo Eielson

 


Por Manuel de J. Jiménez

 

El pasado 13 de abril se cumplieron cien años del natalicio del poeta peruano Jorge Eduardo Eielson (1924-2006), cuya escritura es fundamental para comprender la tradición poética contemporánea de ese país andino. El trabajo que desarrolló se nutre de la performance y las artes visuales, por ejemplo, con sus singulares “nudos”. Eielson posee cierta fama en México o, por lo menos, ha sido publicado por varias editoriales nacionales. Haciendo a un lado su prosa y otro tipo de textos, recordemos que la editorial Vuelta publicó su Poesía escrita en 1989. Por su parte, el FCE entregó a los lectores Primera muerte de María (1988) y una Antología (1997). En 2005, Aldus publicó De Materia Verbalis y Quimera hizo lo propio con el clásico Habitación en Roma (2010).

En 1951, el poeta se fincó en Milán, donde escribiría sus libros más relevantes. A su muerte, se fundó el Centro Studi Jorge Eielson para mantener viva su obra y legado. Normalmente se suele situar a Eielson entre los poetas puros en el marco de la generación del cincuenta. En contraparte, los poetas sociales –liderados por Romualdo, Scorza, Valcárcel y otros– desarrollaron una poética más próxima a los problemas sociales, el estilo conversacional y el compromiso político. Sin embargo, esto puede resultar algo maniqueo o una falacia de falso dilema si se piensa que algunos poetas sociales se preocuparon activamente por la forma y la estética en sus poemas y, que los poetas puros, sin escribir necesariamente poesía política, indagaron de manera directa o indirecta el tema de la injusticia o la desigualdad. En el trabajo poético de Eielson se puede observar esto en “Europa”, que forma parte de Arte poética (1965).

El poema abre con la siguiente proposición: cómo “Resulta fácil escribir/ De ciertas cosas en Europa”. Allí están los grandes temas de la civilización occidental: el tiempo romano, el mármol formidable, las locaciones del arte, etc. Es “fácil”, nos dice el poeta, escribir “Sobre la luz de Atenas/ La oscuridad de Estocolmo” o, por su lado, resulta sencillo meditar en las grandes urbes como Londres, Venecia o Madrid. La voz poética asume que todo esto es un privilegio bajo el esquema cultural de la Guerra Fría y lo que significa ser un artista autoexiliado en el primer mundo. No obstante, el poeta coloca un contrapunto que lo identifica y singulariza. No es gratuita la exclamación: “¡Cómo es difícil en cambio/ Amanecer en Santiago/ Tomar un vaso de leche en La Habana/ O respirar en Bogotá!”. En el fondo, lo más doloroso es recordar el Perú, donde rige un “emplumado monarca”, se camina entre “barrios amarillos” y los niños juegan con “Un miserable juguete/ De papel cansado”.

La poesía latinoamericana no es comprendida en su esfuerzo y valor en Europa, “En donde nadie sabe nada” de la ardua vida cotidiana en las capitales de América Latina. El europeo es descrito como un vecino, que habita arriba y abajo, bien rotulado socialmente, que agota su tiempo subiendo o bajando “escaleras” con “Su dignidad y su camisa/ Bien abotonada”. ¿Qué queda entonces de los versos receloso del poeta de Lima? ¿Sigue siendo con el paso de los años menos limeño y más milanés? ¿Realmente es horrible o difícil vivir/escribir en Latinoamérica? El poeta decide no acordarse más de su país ni de esas resplandecientes ciudades europeas, tan anheladas por los escritores de tercer mundo. Concluye así:

 

Considerar que todo esto

No es amar ni vivir ni morir

No es ni siquiera un poema

Sino tan sólo un grito

Un miserable juguete

De papel escrito

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