¿Y si los otros somos nosotros? Preguntas sobre enemigos y la otredad a partir de la película Us/Nosotros
Ariadna Valdés[1]
Desde el
inicio de las sociedades ha existido una diferencia entre el nosotros y los otros, diferencia
indispensable puesto que sólo a partir de ella se pueden construir el yo y el nosotros;
sin la otredad tampoco nosotros existimos, pero algo pasa que, una vez que nos
hemos construido (desde el otro), le vivimos como un enemigo, algo que nos
infunde miedo y violenta nuestra seguridad.
Una forma en que la humanidad ha establecido esas
diferencias (con todos los contras que ha significado) ha sido a partir del
Derecho. A lo largo de la historia se han establecido ciertas facultades y
derechos para los ciudadanos, para los hombres[2], para los que tienen tierras, propiedades y ciertos
ingresos, a quienes no tienen determinada cualidad no se les han otorgado.
Estas distinciones se han llevado desde lo íntimo (yo, mi familia) hasta lo
externo (el total de la humanidad).
Se dice que las personas, por el simple hecho de ser
humanas, gozan de ciertos derechos (humanos) mínimos que deben ser respetados
por las demás personas y Estados, pero, como en toda regla, hay excepciones:
para gozar de ciertos derechos, hay que formar parte del conjunto, ser nosotros; no todas las personas, ni en todos los
momentos, lo son; así que al otro (al extranjero) se le tilda de peligroso,
indigno de confianza, de enemigo. Al no ser parte de nosotros
se le niega también la posibilidad de tener alguna otra cualidad o característica
que asociamos a nosotros (no es bueno, no es
civilizado, no es respetuoso, no es limpio, no es pacífico, no es inteligente)
y, como consecuencia, lo hacemos también receptáculo de lo opuesto, meritorio
de odio, maltrato, exterminio.
Sabemos que estas diferencias han
llevado a las sociedades a exterminar comunidades enteras. Pero, además,
existen situaciones dentro del Derecho que funcionan como preventivas y adecuadas (¿son
adecuadas?) para proteger-nos. Una de esas formas es el Derecho Penal del
Enemigo[3], que castiga a éstos (los enemigos)
de forma diferente que al resto de los delincuentes.
Para que este derecho penal pueda ser aplicado, es
necesario distinguir entre dos tipos de delincuentes: uno, aquellos
ocasionales, que producen un daño a la sociedad, pero que se someten a una pena
que busca resarcir dicho daño, y quienes no lo logran son expulsados de la
sociedad; dos, los delincuentes de alta traición, los enemigos, aquellos que
amenazan constantemente, que son considerados peligrosos y deben ser
combatidos. Consecuentemente, al primer tipo de delincuente le corresponderá el
derecho penal del ciudadano, al segundo el derecho penal del enemigo.
Espero que la lectora también haya
notado que el enemigo sólo “amenaza”, no actúa, pero el Estado se ve (y se cree)
en la necesidad de anticiparse, preverlo y protegernos; y no se anticipa de cualquier
forma, sino aplicando penas desproporcionadamente altas y relativizando o
suprimiendo garantías procesales. ¿Cómo puede anticiparse? ¿Cómo puede estar seguro de que
algún crimen
efectivamente acontecerá?
El discurso del enemigo no se queda sólo en el derecho
internacional y las películas de acción con Gerard Butler, sino que permea las
sociedades, donde también distinguimos entre nosotros y
los otros. Los Estados que hacen pública la
identidad de agresores sexuales (violadores, pedófilos), así como el uso de
uniforme y trabajos denigratorios para quien realizan trabajo comunitario, son
claros ejemplos de cómo, incluso dentro de la sociedad, se separa el nosotros del enemigo, pues estos delincuentes son
marcados y segregados, tratados como no-personas, condenados a pagar una
condena (¿eterna?) a manos, miradas y discursos de toda la sociedad[4].
En el libro City of walls,
Teresa P.R. Caldeira analiza el discurso del miedo[5] y cómo éste produce ciertas
interpretaciones y explicaciones de las interacciones que acontecen en la
sociedad como un intento de establecer orden a una realidad que parece haberlo
perdido y, como consecuencia, se vive a cierto grupo de la población que, sólo
por tener una característica (en los casos que ella analiza, ser “nordestino”, del norte), forma parte de ese otro
(enemigo) al que debe castigársele,
incluso con pena de muerte, porque ha venido a invadir al nosotros
y tomar, con fuerza y violencia, lo que es nuestro pero cree que le
corresponde.
En México, sabemos bien de este discurso
del miedo, sabemos qué es vivir con miedo hacia los narcos, los hombres, los
otros y, por eso, podría resultar plausible aplicar un derecho especial al
enemigo (que nos ha quitado tanto, empezando por la tranquilidad). Pero antes
de eso, ¿seremos capaces de saber, con certeza, quién es el otro y
tildarle de enemigo? ¿Qué
criterios de identidad utilizaremos para meter o sacar a quienes conocemos
(real o imaginariamente) de los conjuntos Nosotros/Otros? ¿Por el simple
hecho de ser otro se justifica el trato que le damos, porque estamos
previendo un peligro inminente? ¿Qué
pasa si estamos equivocados?
Dificultades sobre la otredad son planteadas en la película que acompaña estas reflexiones, Us/Nosotros[6], por lo que invito a nuestra lectora a que respire, acerque las palomitas, y disfrute[7].
Durante toda la película existen
juegos entre nosotros y los otros. Jason se quita y pone la máscara según la situación; con la máscara le es
posible hacer cosas que él no haría, le permite ser él
y el otro.
La familia sabe, desde que miran a los
invasores, que son ellos y, al mismo tiempo, son otros. No existe duda
que son ambas cosas, no hay un cuestionamiento sobre eso. Saben que todos son nosotros, y que
aquello que quieren es oscuro e implica un pago, un intercambio y un castigo.
La otra Addy dice que es el día en que cortarán
las ataduras, en que no serán más un nosotros, pero eso sólo puede hacerse si les matan. No hay espacio
para todos. No hay lugar para nosotros y para los otros. Los otros
fueron capaces de reconocer que la otra Addy era diferente y que podría
liberarles. La diferencia no puede ser otra: la otra Addy es Addy, no es parte de nosotros,
de los de abajo, sino de los de arriba.
Otros y nosotros que pelean
por exterminar al otro, porque su malestar y padecer está relacionado con la
existencia del otro. No sé a ti, lectora,
pero la película deja sentimientos encontrados: se entiende el odio de Addy por
haber sido intercambiada; incluso, la necesidad de emitir un manifiesto, de
mostrar y demostrar que no hay (no debería haber) otros que
por el simple hecho de serlo valgan menos, merezcan estar abajo, atados a
alguien más, alejados del sol. Se vuelve complejo porque quienes deciden
abandonar a los Tethered[8] no fue Addy, sino quien los creó (¿quién los creó?). Aunque, al mismo tiempo, es la otra Addy quien le abandona abajo: “pudiste haberme
llevado contigo”. ¿Sí? ¿Hubiese sido posible? ¿Hubiese habido lugar para ambas?
Impacta mucho de la película cómo, si bien los Tethered son diferentes, una de ellos pudo
sustituir a una humana y vivir su vida, como si fuera ella, como parte de nosotros. Lo cual hace que las líneas que
diferencian a unos de otros se diluyan, pues si los Tethered
también pueden vivir “como nosotros”, ¿no
son, entonces, parte de nosotros? Aun más, ¿si los Tethered
estaban atados (tethered) a nosotros, no es porque eran parte del mismo
conjunto?
Al parecer, las respuestas ya no son
tan sencillas ni tan inmediatas, y mucho menos si las llevamos a la realidad, a
nuestro país, a nuestra patria.
Hace unos años se argumentaba, ante el movimiento contra la
violencia de género, que #notallmen (que no
todos los hombres son violadores), sino que esos son los otros,
los malos, no ellos. Ahí está plasmado: nosotros
somos buenos, los otros son los violadores, a
ellos es a quienes hay que linchar.
Imagina ahora, lectora, que propusiéramos
que todos los hombres, en tanto que son una amenaza (son enemigos) para nuestro
género, dejaran de gozar de garantías procesales, se les aplicaran penas más altas y no se les considerara
siquiera personas.
Ya no suena tan fácil como cuando lo
hace Gerard Butler. Es más, ni siquiera en el caso de Us/Nosotros suena
sencillo saber quién es el otro. Si no podemos afirmarlo con certeza, ni
cuando se trata de ficción, ¿cómo pueden los juristas aplicar el Derecho Penal
del Enemigo, permitir un discurso del miedo que hace del otro un enemigo? ¿Por
qué suena aceptable cuando se trata de “terroristas”, delincuentes, narcos, gente que física y económicamente
no se parece a mí/nosotros?
Si aplica para ellos, ¿podemos
aplicarlo también a los hombres y terminar así con la violencia de género? ¿O será que ahí suena a “fuera de lugar y exagerado” porque,
en realidad, nosotras somos otras?
P.D. Espero que quien ha leído esto, se diera cuenta que
está dirigido a una mujer, a una lectora. Si eres hombre y te resultó extraño, ¡bienvenido
a la otredad!
SINOPSIS
DE US/NOSOTROS
En 1986, la pequeña Addy mira en la televisión un anuncio sobre una cadena de buenos
samaritanos que se tomarán de las manos, de costa a costa, para combatir el
hambre en el país. Esa misma noche, Addy y sus padres festejan su cumpleaños en
una feria en la playa. Roces, desencuentros y palabras de reclamos entre los
padres. La madre va al baño, el padre juega mientras finge cuidar de Addy. Algo llama su atención. Se aleja hasta entrar en la casa
de los espejos. Camina, silba, va hacia el letrero de Salida. Escucha a alguien
más que silba. Se mira a sí misma en un espejo, pero no se ve de frente, sino
su espalda. Corte.
Es
el presente, Addy, su esposo Gabe, y sus hijos, Zora y Jason, llegan a una casa
de descanso cerca de la playa. Zora, ya
no quiere hacer atletismo, Jason, no quiere terminar de comer, tiene una máscara de plástico sobre la cabeza.
1986,
los padres de Addy hablan con una psicóloga: Addy tiene estrés postraumático, no habla, y los
padres no entienden.
Presente.
Addy, no quiere que vayan a la playa, Gabe la sonsaca, irán a la playa pero volverán antes del
anochecer. Llegan.
1986. Los tres en el auto. La madre le
reclama al padre que Addy ni siquiera puede hablar, “algo le pasó”. “Nada le
pasó” contesta él.
Presente. En la playa, se sientan con
sus amigos, los Tyler. Jason va al baño. La madre no le encuentra. “¡No te
vayas sin decírmelo!”, le reclama al verlo de vuelta. Regresan a casa. Algo es
extraño. Ella se quiere ir, estar ahí es demasiado, no se siente como sí misma.
Le cuenta cómo se encontró
a la otra niña en la casa de espejos, cómo esa niña era como ella: era
exactamente igual a ella, era real. Toda su vida ha sentido que esa niña va a
venir por ella. Siente que ella se está acercando. Él se muestra escéptico, no
le cree. Se va la luz. El hijo aparece en el cuarto. “Hay una familia en la
entrada”, dice con calma. Hay una familia en la entrada, visten overoles rojos.
Addy llama a la policía. El padre sale a hablar con ellos, pero no obtiene
respuesta. Entra a la casa. La policía tardará 14 minutos, al menos eso calculan. El padre se arma con
un bate. Se encargará de esto. Los otros niños se dispersan; el otro padre
camina hacia la puerta, golpea; la otra madre camina y silba, trae unas
tijeras en la mano, toma una piedra; el otro padre ha entrado por la
puerta; la otra madre ha roto una ventana. Algo está pasando.
La otra madre, ya en la sala, invita a Addy y
a sus hijos a sentarse. El otro niño entra gruñendo, a cuatro patas,
trae una máscara que le cubre toda la cabeza, prende la chimenea. Jason dice
contundente, “somos nosotros”[9]. La otra madre comienza a
hablar, con una voz rasposa, lento. “Hace mucho, mucho tiempo, había una niña, y esa niña tenía una sombra. Estaban vinculadas,
conectadas, lo que una vivía, la otra también lo vivía; pero no, no era
igual, a la sombra le tocaron cosas filosas, oscuras, una hija monstruosa, un
hijo que ama el fuego. Y, por eso, la sombra odió a la niña, hasta que se dio
cuenta de que estaba siendo probada por Dios”. Gabe interrumpe, les ofrece lo
que tienen. Su familia le trata de advertir que no es dinero lo que quieren,
pero él no entiende. “¿Qué quieren?”, les pregunta; Addy, espósate a la mesa,
responde la otra. “No lastimes a mis hijos”. Una otra señala y el otro Gabe se
acerca, le quita los lentes a Gabe y le arrastra. Gritos. La otra hija
se acerca. “Corre” dice la
madrea a Zora, y ella lo hace. El otro niño quiere jugar con Jason, Addy
tiene miedo. Cuidado, el otro niño tiene mal carácter, advierte la otra.
Addy le susurra, “enséñale uno de tus trucos”. Una advertencia “no quemes nuestra casa”, la otra Addy ríe al decirlo.
Los dos niños están en el clóset.
Ambos se levantan la máscara, el otro niño tiene cicatrices en la parte
inferior de la cara. Zora corrió, pero la otra niña llegó antes.
“¿Qué
quieren?”, pregunta Addy. “Queremos tomarnos nuestro tiempo. Hemos esperado
mucho por este día. Lo llamo ‘the untethering’[10]”, responde la otra.
El otro Gabe ha metido a Gabe
en una bolsa de basura y le lleva en la lancha para tirarle al mar. Pelean.
Los niños juegan, Jason sorprende al otro,
le encierra en el clóset y escapa.
Addy está sobre la mesa. La otra Addy
se mueve por la casa, saca a su hijo del clóset. Camina. Algo pasa.
Ambos Gabes regresan a la lancha, Gabe
prende el motor y éste succiona al otro. Sangre.
Abby se ha liberado de las esposas,
encuentra a Jason y corren. Zora también está ahí. Huyen hacia el muelle, a donde Gabe
llega con la lancha. Los otros, madre e hijo, les miran alejarse.
La casa de los Tyler. La mujer escuchó
algo, el marido bromea, las hijas salen de la habitación, hablan. Otra hija
sale del cuarto, las acuchilla con unas tijeras. Los otros les matan.
Sonríen. Addy y su familia llegan. Les reconocen como otros. Addy es
jalada adentro de la casa. Se separan. Zora y Jason entran en busca de Addy,
Zora mata a las otras hijas.
La otra mujer está frente al espejo, se pinta
los labios, le gusta lo que mira, sonríe. Se acerca a Addy, a quien amarró a la
cama, pero no puede matarla. Regresa al espejo y, mientras sonríe, se corta la
cara con las tijeras. Zora trata de matarle, pero no puede, Jason le golpea con
un martillo. Finalmente, está la familia junta. Se preguntan cuántos gemelos
son. En la televisión avisan que los ataques de personas vestidas de rojo están
ocurriendo por todos lados, pero nada es claro aún.
Addy decide que deben moverse, irse a
México. Gabe no quiere, pero Addy sabe: “piensan como nosotros, saben dónde estamos, no
pararán hasta
matarnos o que les matemos”. Se van a ir, olvidan las llaves del auto, cuando
Addy regresa, la otra amiga ya no está. Algo está pasando. En el auto,
pelean por quién manejará, algo les distrae, la otra hija está frente al
auto. Zora trata de atropellarla, pero la otra es más hábil, se sube al
coche mientras maniobra para quitarla de ahí. Finalmente, la lanzan contra un árbol.
Addy comprueba que esté muerta.
Manejan hasta Santa Cruz. Su auto está
en llamas, “es el que se parece a mí”, dice Jason. Addy se baja del auto, se
acerca al otro hijo, quien se levanta la máscara y sonríe. Jason,
entonces, se da cuenta, “es una trampa”, se pone la máscara y salen del auto.
Hay un momento de espejo: al mismo tiempo, Jason y su otro avanzan hacia
atrás, Pluton cae sobre las llamas. Sigilosamente, la otra Addy toma a
Jason en brazos y se lo lleva.
Addy va hacia la arena, la feria de su
niñez, y ve que los otros están tomados de las manos en una cadena
humana. Ella decide entrar, otra vez, en la casa de espejos. Encuentra una
puerta, escaleras que descienden, pasillos, más escaleras, puertas, más
pasillos, finalmente unas escaleras eléctricas, un pasillo, conejos blancos por
doquier. Un salón en el que la otra Addy está frente al pizarrón.
“¿Dónde está?”, pregunta
Addy. No hay respuesta, pero tampoco silencio. “¿Cómo habrá sido crecer con el
cielo, el sol?, pero tu gente lo dio por hecho. Nosotros también somos humanos,
igual que ustedes. Sin embargo, fueron los humanos quienes construyeron este
lugar. Averiguaron cómo copiar el cuerpo mas no el alma. El alma sigue siendo
una, compartida en dos cuerpos. Crearon el Thethered para controlar a
los de arriba, pero fracasaron y lo abandonaron. Anduvieron sin rumbo, los de
abajo, volviéndose locos, “y entonces, llegamos nosotros”.
La película regresa al cumpleaños de
Addy, en la feria. “Nosotros éramos especiales”. De nuevo, las acciones
se repiten abajo y arriba, con unos y otros. “Dios nos unió esa
noche”. La otra Addy sube las escaleras eléctricas, se
encuentran frente a frente. “Nunca dejé de pensar en ti, cómo pudiste haberme
llevado contigo… el Tethered se dio cuenta, años después mientras bailábamos,
de que yo era diferente, que les salvaría. Así que nos preparé, no sólo se trataba de matarte, sino de
hacer un manifiesto para que el mundo lo viera: que es nuestro momento ahora,
allá arriba. Y pensar que si no fuera por ti, yo nunca hubiera bailado”. Addy y
la otra pelean y “bailan”. Finalmente, Addy la mata. Algo le sucede, gruñe, ríe, le quita una llave a la otra, encuentra
a Jason. Se reúnen con los demás y se marchan.
Mientras Addy maneja, recuerda, con la
psicóloga, en el ballet, en la casa de los espejos, frente a la otra, se
desmaya, es arrastrada, despierta encadenada a la cama. La otra se ha
puesto su ropa, sonríe, se marcha. En el auto, mientras los padres pelean, ella
sonríe.
Sólo toma un segundo, pero cae en
cuenta. Intercambia miradas con Jason, que parece intuirlo, le sonríe, y él se
baja la máscara.
BIBLIOGRAFÍA
P. R. Caldeira,
Teresa. (2000). City of walls. University of California Press.
Jakobs, Günther. (2003). Derecho
penal del enemigo. Thomson Civitas.
Garlan, David. (2001). La cultura del control. Gedisa.
[1] Agradezco a Christian
Courtois la lectura, corrección de estilo y comentarios que realizó a este
escrito.
[2] Sí, para los hombres.
[3] Ver Jakobs, Günther, Derecho penal del enemigo, Thomson Civitas, Madrid,
2003.
[4] Sobre este tema,
recomendamos a la lectora el libro GARLAN, David, La
cultura del control, ed. Gedisa, Barcelona, 2001.
[5] Este discurso es
entendido como aquél que se refiere a conversaciones diarias, comentarios,
discusiones y chistes cuyo tema es el crimen. Ver
Caldeira, Teresa P.R., City of walls, University of California Press,
Oakland, 2000
[6] Película del 2019.
Escrita y dirigida por Jordan Peele. Protagonizada por Lupita Nyong’o.
[7] Recomendamos a la
lectora que primero vea la película, pues podríamos contar detalles que “echen
a perder” la vuelta de tuerca que tiene. En caso de que no la haya (o no
quiera) verla antes, al final de este escrito encontrará una pequeña sinopsis
de la película.
[8] Mantenemos el vocablo
en inglés “tethered” para referirnos a la otra
familia, puesto que la traducción que hacen al español no da cuenta de la
importancia de estar atados, como sí la da en inglés.
[9] “It’s us”, eso es
nosotros.
[10] En inglés, la
palabra “untethering”, proviene del verbo “tether”, que significa estar atado a
una línea, una soga o cadena, y puede ser literal o metafórico. Así, the
untethering, sería “el des-atarse”. En español, fue traducido como “la liberación”,
pero decidí utilizar el vocablo en inglés, porque es más adecuado en el contexto.
No es una liberación cualquiera, es liberarse de eso que te tiene, a lo
que estás, atada.
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