¿EL CADÁVER? EXQUISITO; ¿EL DERECHO? CON CUALQUIER CONTENIDO Estiramiento del contenido (y límite) del Derecho a partir de Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica

 



Por Ariadna Valdés

Cuando leí el título del libro de Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito, no me despertó mucho interés, sin embargo, una amiga me prestó el libro porque se trataba de canibalismo y (mis amistades bien lo saben) a ese tema siempre quiero echarle el diente. Así que me dispuse a su lectura, ¡y qué lectura! No era lo que esperaba, en ningún sentido, principalmente por las referencias al Derecho y los cuestionamientos que sobre éste implicaba: tan interesante que no podía dejarlo pasar.

            Como no quiero hacer spoilers sobre el libro, resaltaré sólo las cuestiones jurídicas que de forma magistral son plasmadas en el libro (así tendrán algo que degustar después). Todo inicia porque un virus mortal ataca a los animales (menos a los humanos) y hace que su carne, y el contacto con ellos, resulte en la muerte de los humanos. Después de algún tiempo (tampoco tanto, que el Derecho es lento pero esto es ficción y las licencias poéticas permiten que vaya “más” rápido), y presionados por la industria cárnica que ahora no tiene materias primas para trabajar (¡¿puede alguien pensar en los capitalistas?!), el Estado decide legalizar el canibalismo. Esperen, no, no es eso: legalizan la ingesta de carne humana.

            Quienes crean el Derecho, prontos y expeditos, se ponen manos a la obra, porque una cosa es que se coman humanos, y otra que sea sin orden y progreso. Así que habrá cosas que sí están permitidas, y otras que estarán (¿seguirán?) prohibidas. Pero, antes de llegar a eso, hablemos del “entre-leyes”. A alguien, un día, se le ocurre que sería re-buena idea sustituir la carne animal por carne humana; no se explica ni a quién ni cómo, no se dice por qué es necesario seguir consumiendo carne. Después, acuden con los legisladores y estos, que están para servir al pueblo y para que el Derecho responda a la realidad social en que se vive, no sólo aprueban la ingesta de carne humana, sino que establecen procesos para criarles, matarles, disponer de su cuerpo, venderles, así como un control de calidad (que nadie quiere comer carne magullada ni enferma). Afortunadamente, esto no se queda ahí, porque ya sentados a la mesa, sería una irresponsabilidad de los legisladores no pensar en la salud, el vestido, y el ocio, que una cosa es que coman humanos y otra que los miembros de la sociedad dejen de ser humanos y hayan perdido otras necesidades (“necesidades”) o que se desperdicie la gran oportunidad de mejorar la vida (de quienes no van a ser comidos, por supuesto). Así que se pueden criar humanos para transplantes de órganos, para probar nuevos medicamentos y objetos[1], hay caza de cabezas (porque, otra vez, hay que pensar en quien ya no puede cazar animales y necesita retos, aventuras, desafíos), también establecen lecherías, y el uso de las pieles para artículos de uso y vestido (que aquí no se desperdicia nada).

            En este entre-leyes, que en el libro es llamado La Transición, hay protestas y manifestaciones, personas que no están de acuerdo en que se legalice el canibalismo. Asimismo, hay un silencio absoluto sobre cómo de repente no había carne para comer y, después, hay cuerpos humanos listos para ello. ¿De dónde salieron esos humanos?  Porque podemos entender que después hay reproducción y de ahí salen los demás, pero esos primeros ¿son generación espontánea, o son lo que seguro usted también piensa: pobres, personas secuestradas? Silencio, ni la historia ni la autora dan respuesta a ello, le toca a quien lee decidir si ese capitalismo ficticio es tan cruel y voraz como el real, si la esencia humana ficticia escapa de las pulsiones de vida y muerte como no puede hacerlo la real.

            Como no quiero que quien lee esto piense que yo soy sólo una cínica que desprecia el Derecho y su capacidad civilizatoria, reconoceré que los legisladores dieron respuesta no sólo a la falta de carne para consumo, sino a una realidad: había canibalismo clandestino. La necesidad nos lleva a actuar de formas insospechadas, así que para evitar que secuestren y se coman a cualquiera, se instaura un toque de queda y se legaliza a quién, cómo, y por cuánto sí se le puede comer. Es más, están tan al tiro con la realidad y necesidades sociales, que permiten que quien tiene deudas pueda ofrecerse como presa y, en caso de no ser cazado, estas se cancelen, o que quien quiera pueda ofrecerse como sacrificio y ser comido por otros humanos[2].

            No sólo eso (que no soy una incivilizada), destacaré ahora cómo, en tanto el Derecho y la sociedad se encuentran sometidos a un sistema simbólico, se establecen cambios en la identidad, el nombre, el significado, de tal suerte que esa carne comestible no es humana, es “carne especial” y quien la llame humana será acreedor de una sanción, pues es ilegal usar ese adjetivo para la carne comestible: la carne no tiene nombre ni apellido, no es humana en el sentido de ser como yo, de tener derechos, libertades, dignidad. No, que hay humanos y humanos, y esos que se comen además son genéticamente modificados para crecer más rápido (que el hambre es canija, pero más el que la aguanta), no tienen cuerdas vocales (porque, se sabe, la carne no habla), ni nada en su vida que haga pensar que son más que animales.

            Entre lo prohibido por el Derecho está tener esclavos y el comercio carnal con la “carne especial”. Tener esclavos es ilegal, porque son una sociedad civilizada, porque eso está mal; pero ¿cómo es que ponerles a trabajar está mal, pero está bien comérselos, o cazarlos? ¿por qué la esclavitud sigue estando prohibida? ¿cómo y en qué momento se le erigió como estandarte  de la modernidad y la civilización?[3]. Y luego, el comercio carnal. Claro, en sentido estricto, no es sexo con humanos, sino con animales (y eso desde “siempre" ha estado mal visto y prohibido en las civilizaciones), pero ¿cómo puedes olvidar que ese cuerpo, ese trozo de carne, es igual al trozo de carne que vistes y calzas, al que llevas a todos lados y le llamas “yo, mi cuerpo” ? ¿de verdad el Derecho y el discurso simbólico son tan potentes y eficaces?[4]. 

            A partir de la instauración del consumo de “carne especial”, se crean comisiones que supervisan que la industria cárnica siga los estándares de calidad, que en las casas las personas no tengan cabezas ilegales y/o que las usen para fines ilegales (esclavitud, comercio carnal). El Derecho va corriendo velozmente tras la realidad, se hacen adecuaciones según se presentan diferentes situaciones. Por supuesto, ni el Derecho ni la sociedad en algún momento reparan en mejorar la vida de ciertos grupos que no pueden comprar “carne especial”, que se conforman con los cuerpos enfermos y en mal estado que son desechados por los mataderos, o que se aventuran a comprar en el mercado clandestino carne con nombre y apellido, pues es más barata.

            Al leer el libro recordé la postura de Gustav Radbruch sobre los requisitos mínimos para que cierto enunciado sea (o no) Derecho: no puede dejar a un lado conscientemente la igualdad ni otorgar, por lo menos, derechos humanos a todos[5]. Esto me llevó, por supuesto (y un poco en contra de mi voluntad) a la teoría de Robert Alexy, en la que establece una relación necesaria entre el derecho y la moral de la que se deriva la pretensión de corrección (tanto del sistema jurídico en su totalidad, como de las normas en lo particular) tal suerte que, nuevamente, si un enunciado jurídico sobrepasa ciertos límites de injusticia, pierde su carácter de derecho[6].

            ¿Cómo, en un mundo civilizado pueden pasarse por alto esas posturas jurídicas? quien lee  esto dirá que es ficción y, por ello, puede hacer lo que quiera no sólo con lo jurídico, sino con la humanidad y sus acciones. Y sí, tiene razón. Sin embargo, el libro entero resulta perturbador porque se asemeja tanto a la realidad que no parece descabellado que eso pudiese acontecer, y no lo digo sólo desde mi hambre de un Derecho decente y para todas las personas, que erradique el hambre, la pobreza, la explotación, las guerras; no, lo digo porque, si uno le mira más de cerca, puede reconocer que el Derecho ya funciona así, sólo que sin el banquete canibalista. Veamos.

            En el ámbito de la filosofía jurídica, José Ramón Narváez llama Necroderecho[7] a ese sistema (jurídico) a través del cual un cierto número de muertes son necesarias para que el sistema pueda sostenerse y seguir operando. Esto significa que, si bien el discurso “oficial” del Estado y su Derecho son la justicia, la igualdad y los derechos humanos, la realidad es que no sólo estos son sólo para ciertas personas (o grupos), sino que esto sólo puede suceder si, como contrapartida, otras personas mueren (como consecuencia directa o indirecta). Por supuesto, estas muertes, crueldad y maldad pasan desapercibidas, son banalizadas, silenciadas.

            Este Necroderecho es muy claro en Cadáver exquisito, se cambian los significantes para que parezca que no se matan humanos, se califica de víctimas a las personas que tienen que sobrevivir en un mundo donde los animales pueden matarnos, donde hay toques de queda, donde no hay certidumbre (¿no la hay? ¿para quién?). Todo sea porque la humanidad, y la civilización, puedan sobrevivir.

            Afortunadamente, Cadáver exquisito tensa la realidad caníbal con los restos de “humanidad” que aún habitan en algunos personajes, presenta matices y complejidades que nos hacen pensar que, tal vez, no todo está perdido. El problema aparece cuando nos damos cuenta de cuál es el único camino posible.

            Espero que, en quien lee esto, se haya despertado un antojo no sólo de leer la maravillosa novela, sino de cuestionar un poco más los alcances del Derecho, el poder del sistema simbólico, del capitalismo y que, a partir de ello, no se calle, no silencie, no simplemente se siente a la mesa y coma lo que nuestra “bella” civilización ha puesto en bandeja de plata.

 

BIBLIOGRAFÍA

            ALEXY, Robert, “Sobre las relaciones necesarias entre el derecho y la moral”, en ALEXY, Robert, Derecho y razón práctica, Ed. Fontamara, México, 2010.

            ALEXY, Robert, "La crítica al argumento de la corrección”, en ALEXY, Robert y BULYGIN, Eugenio, La pretensión de corrección del derecho, Universidad del Externado de Colombia, Bogotá, 2001.

            ALEXY, Robert, El concepto y la naturaleza del derecho, Marcial Pons, Madrid, 2008.

            BAZTERRICA, Agustina, Cadáver exquisito, Ed. Alfaguara, Buenos Aires, 2017.

            NARVÁEZ, José Ramón, Necroderecho, Ed. Libitum, Ciudad de México, 2017.

            RADBRUCH, Gustav, “Leyes que no son derecho y derecho por encima de las leyes”, en RADBRUCH, G. SCHMIDT, E. y WELZEL, H, Derecho injusto y derecho nulo, Ed. Aguilar, Madrid, 1971.

            RADBRUCH, Gustav, “Arbitrariedad legal y derecho supralegal”, Relativismo y derecho, Ed. Temis, Santa Fé de Bogotá, 1999.



[1] Para que esto sea más claro, una doctora se dedica a hacer pruebas sobre la seguridad de automóviles, las consecuencias de los choques, etc. y, para ello, qué mejor que usar humanos vivos. La ciencia y el progreso no desaprovechan oportunidades para avanzar más rápido, todo sea por la vida de la humanidad.

[2] Es muy interesante cómo la autora coloca en quien quiere sacrificarse, un deseo de alimentar al pobre, al necesitado, pero la realidad se impone incluso en la ficción: esos cuerpos, como no pasan el control de calidad, son echados a los terrenos que rodean los mataderos para que la gente pobre (llamados “carroñeros”) se alimente de ellos.

[3] Este libro es ficción y, al mismo tiempo, es realidad pura y bruta, pues en nuestra sociedad, tiempo y espacio, no sólo hay esclavitud, sino formas diferentes de explotación que se le asemejan en todo menos en el nombre.

[4] La respuesta es, siempre, sí.

[5] Ver RADBRUCH, Gustav, “Leyes que no son derecho y derecho por encima de las leyes”, en RADBRUCH, G. SCHMIDT, E. y WELZEL, H, Derecho injusto y derecho nulo, Ed. Aguilar, Madrid, 1971, pp. 12, 14; RADBRUCH, Gustav, “Arbitrariedad legal y derecho supralegal”, Relativismo y derecho, Ed. Temis, Santa Fé de Bogotá, 1999, pp. 34, 35, 36.

[6] Ver ALEXY, Robert, “Sobre las relaciones necesarias entre el derecho y la moral”, en ALEXY, Robert, Derecho y razón práctica, Ed. Fontamara, México, 2010, p. 50; ALEXY, Robert, "La crítica al argumento de la corrección”, en ALEXY, Robert y BULYGIN, Eugenio, La pretensión de corrección del derecho, Universidad del Externado de Colombia, Bogotá, 2001, p. 52-53, 54, 64; ALEXY, Robert, El concepto y la naturaleza del derecho, Marcial Pons, Madrid, 2008, pp. 73-74.

[7] NARVÁEZ, José Ramón, Necroderecho, Ed. Libitum, Ciudad de México, 2017.


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