La poesía épica de Francisco de Terrazas

 


Por Manuel de J. Jiménez

 

Uno de los poetas que desata la imaginación de los filólogos e historiadores es Francisco de Terrazas, quien aparece en el imaginario colectivo como el primer poeta de estas tierras, hijo de la primera generación de conquistadores. Su padre, homónimo del poeta, fue próximo a Hernán Cortés, y llegó a ser alcalde y regidor. Esta posición de privilegio como hijo de insigne funcionario de la Ciudad de México, le permitió al poeta tener una vida acomodada y concursar en varios certámenes poéticos. Se sabe poco de su vida, aunque se conoce que participó en el proceso que el Santo Oficio instrumentalizó en contra de su amigo González de Eslava, como lo estudió con tino Margit Frenk. Terrazas adquirió renombre en su tiempo, ya que Cervantes lo elogió en La Galatea por la excelencia de sus sonetos, considerándolo el “nuevo Apolo” de los ingenios en las Indias. Uno de los tributos contemporáneos que vale la pena leer atendiendo al nacimiento de la pluma poética en la Nueva España es el pulcro poema “Honores a Francisco de Terrazas” de Jaime García Terrés.

            El trabajo de Terrazas aparece en distintas antologías antiguas y modernas como Flores de baria poesía y Poetas novohispanos de Méndez Plancarte. En 1941, Castro Leal intentó juntar su obra en Poesías. Muchos hemos leídos sus sonetos líricos, inusuales y ingeniosos para reelaborar los tópicos petrarquistas, como aquel que habla con erotismo sobre el cuerpo femenino o aquel que desarrolla una pesadilla. Recientemente, Ángel José Fernández examinó su poesía lírica en la Nueva Revista de Filología Hispánica, realizando una interesante comparación de fuentes e incorporando un soneto desconocido al reducido corpus. Este soneto, cuyo primer verso es “Aquella larga mano que reparte”, fue descubierto por el peruano Pedro Lasarte.

Además, Terrazas dejó incompleto un poema largo llamado “Nuevo Mundo y Conquista”. En 2022, Antonio Río Torres-Murciano publicó una edición crítica en la UNAM titulada Fragmentos de Nuevo Mundo y Conquista, que analiza los veinte fragmentos del texto originalmente recopilados por Baltasar Dorantes de Carranza en su Sumaria relación de las cosas de la Nueva España. Esta poesía disgregada de Terrazas, poco difundida y estudiada, puede entenderse como un verdadero ciclo épico y se puede situar en la línea de La Araucana y otras piezas similares. De la misma manera, puede leerse en ella aspectos sobre el poder, las injusticias y una “Reivindicación de las encomiendas”. Uno de estos fragmentos trata sobre “El poder de las dádivas”. Para Dorantes, por quien nos llegan las piezas del poema, se cita a colación de la venalidad de los soldados de Narváez, quienes fueron sobornados por Cortés. La cuestión va de lo particular a lo general, considerando los sobornos y las dádivas como estratagemas que invierten los valores del mundo y que llegan a nuestros días con refranes como “el interés tiene pies” o “con dinero baila el perro”. Las preguntas retóricas del poema siguen siendo tan vigentes como lo eran en el siglo XVI:

 

¿Qué es lo que no podrán hacer los dones?

¿A qué fiera la dádiva no doma?

¿Dónde hay más eficaces persuasiones,

y quién más presto cualquier lengua toma?

No hallo yo entre todas las naciones

con quien el interés no duerma y coma;

a sabios ciega, a poderosos vence,

a los dioses aplaca y los convence.

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