Ser vulnerables en la vejez. La injusticia social del grupo de la tercera edad.

 


Por Valeria Hernández Reyes


Desde 1982, en México, se conmemora cada 28 de agosto el Día del Abuelo o el Día del Anciano como parte de actividades que se llevan a cabo a nivel internacional en pro del grupo vulnerable de la tercera edad. En ese contexto, me pareció relevante ahondar en la literatura relacionada con las injusticias que vive este grupo marginado, con la esperanza de descubrir si la discriminación que sufren es un mal de la sociedad o un mal de algunas familias.Para ello, "Pacto de Sangre", un cuento de la colección "Despistes y Franquezas" (1989) de Mario Benedetti, es una excelente referencia por su capacidad de sumergirnos en la soledad que viven los adultos mayores. 

Pacto de Sangre tiene como protagonista y narrador a Octavio, un hombre de ochenta y cuatro años que, a través de su diálogo interno, reflexiona sobre el significado de llegar a la vejez. El inicio del cuento tiene el objetivo de transmitir al lector el propio autoconcepto de un adulto mayor. En ese sentido, Benedetti enfatiza desde el inicio que el octogenario de nuestra historia ya no se considera una persona valiosa. Esto lo sabemos porque en el relato Octavio se introduce a sí mismo como una persona a la que ya nadie de su familia lo llama por su nombre, ni siquiera su hija, pues desde hace tiempo se refieren a él como el abuelo. De hecho, se identifica con numerosas palabras despectivas: peso muerto, mueble de anticuario, reloj de cuco, horno de misar, espermatozoide prehistórico, ruina, escombro y esperpento. Estas palabras son el símbolo de la violencia psicológica y emocional que llegan a vivir los ancianos de nuestra sociedad. ¿Se imaginan a su propio abuelo descalificándose de tal manera?

Conforme progresa el cuento, sabemos que la indiferencia de sus hijos hacia él ha sido tan grave que ha causado una distorsión mental. Por eso, el narrador cierra describiéndose  como un hombre “callado por convicción”, una etiqueta desgarradora que se refiere a la inmensa soledad en la que vive.

Sin embargo, hay alguien que sí lo valora, su nieto, quien también se llama Octavio. El niño sabe que su abuelo sí puede hablar y, juntos, han pactado no contárselo a nadie, han hecho un pacto de sangre y durante su tiempo a solas conversan de todo tipo de asuntos, cuentos y anécdotas que ya no son interesantes para el resto de la familia. ¿Les suena similar?

Por medio de esta relación, es fácil recordar y valorar a nuestros abuelos. Y, a la vez, pensar en nosotros mismos como un potencial grupo vulnerable. Pongámoslo en perspectiva, somos la generación que ha vivido el cambio de celular a smartphone, somos quienes contaremos cómo fue esperar una llamada por teléfono en la casa antes de que existieran planes de llamadas ilimitadas. Hemos vivido hechos históricos relevantes, el fin de la dictadura del PRI, la guerra contra el narcotráfico, el apogeo de los derechos humanos, el máximo esplendor del feminismo, la protección de la niñez, la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y el éxito de una persona trans en un reality show. ¿Se imaginan que un día nuestras historias no sean relevantes? ¿Se imaginan ese día en el que a nadie le interese escuchar cómo sucedió el caso de Ayotzinapa o el caso de Florence Cassez?

Por otro lado, el cuento nos invita a desear ser nietos otra vez. Nos lleva a revivir esa etapa de complicidad y esa época en la que nuestro concepto de belleza está en su máximo potencial. No hay niño o niña que se atreva a descalificar el físico de sus abuelos. Todos son hermosos con sus arruguitas, chimuelos, canosos, enfermos o parapléjicos. Un nieto los ama con todo el corazón. Son los primeros brazos que nos consuelan por enfrentamientos con nuestros padres, son el auxilio que necesitamos cuando nos castigan. Son nuestra fuente de alimentos prohibidos, alguna galleta, dulce o pastelito. Son nuestros guardianes cuando mamá o papá se ausentan por trabajo. Nuestros chefs perfectos.

Sin embargo, Benedetti es sabio, y después de este viaje hermoso a la infancia nos confronta. El nieto de Octavio es enviado a Estados Unidos y dejará de cumplir su pacto de sangre. De manera perfecta esto simboliza la etapa en que los lazos familiares se desgarran y los abuelos dejan de ser el epicentro de la vida de sus nietos. Como es de esperarse, Don Octavio se hunde en la soledad.

La reflexión es que, el aislamiento social es una herida en el alma que duele profundamente. La pérdida de amigos y seres queridos, junto con la disminución de la movilidad y la participación en actividades sociales, es una experiencia emocionalmente traumática. La soledad se convierte en la compañera constante, una compañera que hace dudar a los ancianos de su dignidad.Ser excluidos o marginados en la sociedad debido a la edad es una herida emocional que debería indignarnos. 

La vulnerabilidad en la tercera edad, en todas sus formas dolorosas, nos llama a la empatía y la acción. Nos invita a cuidar y proteger a aquellos que han vivido tanto, a garantizar que sus últimos años estén llenos de dignidad y amor. Los ancianos merecen una vejez llena de comprensión y apoyo, un reconocimiento de su contribución a la sociedad y un lugar cálido en nuestros corazones.¿Será que los valores del mundo contemporáneo nos orillan a olvidarlos? En qué momento nos volvemos tan mezquinos que solo representan una futura herencia o un entretenimiento?

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