Dos crímenes o la corrupción de las autoridades policiales en México


 

Por Alba Nidia Morin Flores

No es un secreto para ningún habitante de este país que una de las grandes problemáticas a las que se enfrenta –y se ha enfrentado históricamente- México es la corrupción de sus cuerpos policiales. Gran parte de la población, en algún momento, de forma directa o indirecta ha escuchado o ha vivido sucesos relacionados con el tráfico de influencias, el soborno, la extorsión o el secuestro etc. Conductas ilícitas llevadas a cabo por miembros de la policía.

De acuerdo con datos del INEGI, en 2022, uno de cada dos mexicanos sufrió actos de corrupción en sus encuentros con las llamadas fuerzas del orden. La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del año pasado arroja resultados similares: los mexicanos se sienten inseguros frente a los agentes de policía, es decir, la percepción de inseguridad y desconfianza prevalece sobre la protección que la policía debería representar.

Dicha situación encuentra reflejo en la literatura de diversas latitudes, pues la problemática es compartida por gran parte de los países, sobre todo aquellos en vías de desarrollo. Así, la temática policial ha sido atractiva para diversos escritores conformando géneros literarios como la novela negra o la novela policial. El entramado de obras donde sus protagonistas se desenvuelven en ambientes policiacos retratan los retos y problemas a los que se enfrentan las corporaciones.

Para efectos de este escrito sobresale la obra Dos crímenes (1979) de Jorge Ibargüengoitia cuya narración satírica destaca, entre otros temas, la desconfianza de los ciudadanos hacia las autoridades, la corrupción policial y el soborno. Desde las primeras líneas de la obra se puede advertir el trasfondo de la misma, pues comienza diciendo: “La historia que voy a contar, empieza una noche en que la policía violó la Constitución” (Ibargüengoitia, 1979, p.1). A partir de ese momento diversos pasajes harán referencia al abuso de autoridad, la incriminación de personas inocentes en delitos, la fabricación de pruebas, entre otras cosas.

Para ejemplificar lo anterior basta señalar dos fragmentos; el primero, cuando Marcos –personaje central de la obra- huye de la policía junto a Chamuca, a pesar de ser inocente debido a la desconfianza hacia las autoridades, en la obra se lee: “Ni por un momento me pasó por la cabeza, ni por la de la Chamuca tampoco, la idea de que si uno es inocente no tiene nada que temer” (Ibargüengoitia, 1979, p.1). El segundo, y quizá la más significativo, se retrata cuando Don Pepe soborna a los investigadores para dejar en libertad a Marcos González por la muerte de su tío Ramón, quien fuera envenenado:

 “ ¿Y usted, licenciado, no ve manera de cerrar el expediente del Globo sin complicar a Marcos González y a su esposa? —Ni me pregunte, don Pepe, es imposible. Tenga en cuenta que la captura que logramos el otro día es el fin de una investigación de meses... Comprendo su situación —dije, hice una pausa y agregué, resignado—. Diré a mis representados que no hay manera de lograr lo que me pidieron. —Definitivamente —dijo Majorro— no la hay. —¿Saben ustedes cuánto estaban dispuestos a pagar por un arreglo satisfactorio? Tres millones de pesos. —Un momento, don Pepe —dijo Santana—, ¿qué es lo que estas personas considerarían un arreglo satisfactorio? —Tiene dos partes, un dictamen que diga que la muerte de Ramón Tarragona fue debida a un accidente. Y segunda, otro dictamen que diga que las personas que eran buscadas en conexión con el incendio del Globo no aparecieron y se les supone ahogadas. —Haberlo dicho antes, don Pepe —dijo Majorro—, yo creo que la primera parte, que es la que me corresponde a mí, se puede arreglar, sobre todo sabiendo que hay dinero suficiente para pagar comisiones. Ya ve usted lo que es eso. Hay mucha gente complicada. Hay que pagarles para que guarden discreción. ¿Usted qué opina, licenciado? —Yo veo obstáculos —dijo Santana—, pero ninguno es infranqueable.”

Como se puede advertir, estos dos pasajes, aunque fueron escritos en 1969 encuentran una profunda actualidad, las cosas no han mejorado mucho desde aquellas décadas, quizás como bien señala su autor “El mexicano nace, crece y se desarrolla en un ambiente de desconfianza hacia la policía”. Júzguelo usted mismo apreciable lector.


Comentarios

  1. Lamentablemente la corrupción ha existido siempre, y para los que tenemos la capacidad de juicio es una pena reconocer que es una tarea extenuante pero que debemos continuar y ser en lo personal, cada día mejores seres humanos y en el caso de nosotros como abogados, ser incorruptibles.

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