El papel del juez en "Andamos huyendo, Lola" de Elena Garro




Por Valeria Hernández Reyes

En la literatura y el arte, el concepto de huir a menudo se utiliza como tema central para explorar cuestiones como la libertad, la búsqueda de uno mismo, la confrontación con el pasado o la lucha contra circunstancias adversas. También puede ser una metáfora para la resistencia y la necesidad de encontrar una vía para escapar de la opresión, ya sea física, emocional o social. En la obra literaria Andamos huyendo, Lola (1980) de la escritora Elena Garro se explora de manera magistral este tema desde distintas aristas enmarcadas en el contexto histórico y político del siglo XX. De la mano de Lola, la protagonista, comprenderemos que, huir de una amenaza significa buscar un refugio, pero en un país como México marcado por la impunidad, huir de un peligro podría significar la prolongación del dolor y el sufrimiento. Al menos así le sucedió al amigo de Lola, el pequeño Faustino, en el relato “El niño perdido” incluido en la colección del libro antes mencionado.

Faustino es un personaje ficticio, un niño de la Ciudad de México, católico, maltratado físicamente por sus padres. Por medio de él conocemos el conflicto interno que pueden vivir los niños mexicanos bajo el catolicismo y su impacto en la confrontación de problemas con la justicia.  Desde que inicia la historia de Faustino sabremos que su vida no tendrá un bonito final, pues elegir huir a tan corta edad es un destino fatídico. Sufrimos con él, no por el dolor que ha sufrido por tantas palizas, sufrimos con él porque nos fundimos en esa necesidad de huir. Sin embargo, Faustino huye con esperanza pues no sabe su final, y nosotros huimos con él experimentando la angustia y la tortura de anticipar la fatalidad de su destino.  Faustino es raptado por una familia, pero su necesidad de sentir amor y su corta edad nublaron su capacidad de identificar los factores de riesgo.

En un momento de la trágica historia de Faustino pareciera que tiene la oportunidad de ser salvado, pues lo presentan a las autoridades como un niño raptado. Tristemente el papel del juez es ambiguo y complejo en el cuento, él representa la autoridad y la justicia que deberían proteger y cuidar a los niños en situaciones vulnerables. Sin embargo, muestra la frialdad y falta de comprensión del sistema legal hacia la realidad del niño. El juez no parece entender plenamente las circunstancias que llevaron al niño a escapar de su casa ni las dificultades que enfrenta. En lugar de investigar más a fondo o mostrar empatía, el juez toma decisiones basadas en formalidades legales y termina enviando al niño a un orfanato, lo que no necesariamente garantiza su bienestar emocional y físico.

A través del personaje del juez, Elena Garro critica la burocracia, la indiferencia y las limitaciones del sistema legal en abordar de manera adecuada las situaciones de abuso infantil y la necesidad de protección de los menores. En última instancia, el papel del juez en el cuento resalta las complejidades y las deficiencias del sistema de justicia interpretar los contextos particulares de cada caso.

Actualmente en México contamos con un acervo legal más robusto en pro de los derechos de los niños, pero aun existen fallas en la atención integral psicológica. La lectura de este relato es importante para entender que la violencia tiene múltiples causas y el papel del juez en las medidas de reparación deben de contemplar un análisis profundo del contexto familiar del niño.

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