Del derecho y literatura a la teoría narrativa del derecho

 





Por José Ramón Narváez H.

Quizá todavía hasta el siglo pasado era lícito pensar en una rama del derecho, una materia, una disciplina que se llamara "derecho y literatura", nombre que por cierto nunca me gustó porque daba precedencia al derecho sobre la literatura cuestión muy emblemática de la arrogancia del jurista para asociar disciplinas.

Y no quiero decir que la literatura pasó de moda o que no haya que leer libros, sino que hoy el acto de leer ha cambiado. Los libros como objetos y como reservorios de cultura e información creo que nunca pasarán de moda, son parte de la civilización. 

La mejor metáfora sobre el conocimiento tiene que ver con libros, Jorge Luis Borges en la Biblioteca de Babel representa nuestro particulae conocimiento con una porción de libros, hay quien tiene un par de libros, hay quien tiene un pequeño librero bajo su custodia, hay quien tiene un pasillo lleno de libros; pero la cuestión no es cuánto sabemos sobre las cosas del mundo sino qué hacemos con ese conocimiento. En ese mismo cuento un grupo de personas se da a la búsqueda de el libro de libros -tal vez el libro de arena, el libro infinito- que contendría todas las respuestas, soberbia e insensatez pensaba yo en algún tiempo, pero ahora que lo reflexiono quizá hicieron caso a aquella admonición: ve a vivir, todo eso que haz leído.

Los libros no necesariamente nos hacen mejores personas y hay quien los utiliza para discriminar, para decir que es superior a quien no lee o no lee lo ortodoxo, como en aquél pasaje en Farenheit 451 de Bradbury, ilustrado maravillosamente Truffaut en la adaptación cinematográfica; en esta distopía la tan anhelada igualdad - e incluso la felicidad- llega a través de la ignorancia, las personas deben convertirse libros para resistir, desaparace la literatura y pasamos a una etapa de relatos, las historias del mundo permancen resguardadas en las tradiciones orales.

En El Imaginario nundo del Doctor Parnasus de Terry Gilliam hay Parnasus hace un doble pacto con el diablo con lo que adquiere además de la juventud, la habilidad de transportar a las personas a mundos paralelos idílicos donde experimentan eventos memorables; no quiere cumplir con el contrato y el diablo utiliza todos sus recursos para cobrarse, entre sus tretas está la de distraer al narrador de historias y sus monjes, quienes sostienen el mundo contando relatos, si la narraciones se detienen el mudno desaparece. De alguna manera el mundo subisiste en tanto que seguimos contando sobre él.

El derecho y la justicia subsisten en tanto que los relatos les dan existencia. Constantemente recurrimos a la narración para realizar las prácticas jurídicas la cuestión es que no recibimos ni la formación, ni las herramientas para hacerlo sistematicamente.

¿Dónde encontramos historias sobre el derecho que puedan servirnos como entrenamiento para relatar mejor? claro, sin duda en la literatura, pero actualmente existen muchos lenguajes, y muchas manifestaciones culturales que permiten acceder a las historias por diferentes medios. 

La afirmación dogmática de que jamás la película podrá superar al libro resulta una postura elitista y poco racional, habemos tantas inteligencias como personas y cada uno de nosotros llega al conocimiento a través de distintos recursos, y la pluralidad es un contexto deseable para nuestra generación.

Una teoría narrativa del derecho, más allá de la aplicación del storytelling al derecho- supondría entender al derecho a través de las diversas historias en dónde se cuenta sobre él, en esas historias encontraremos fantasías, expectativas, frustraciones y miedos relativos al derecho y la justicia; pero también encontraremos lecciones, mensajes, fórmulas y métodos para mejorarlo. 

Por último encuentro que la teoría narrativa tiene mucho de resiliencia, armonización, catarsis, mediación, negociación; ayudaría a alcanzar objetivos comunes, generar consensos y distribuir mejor los bienes disponibles. 

La justicia debería ser un proceso narrativo en el que se tiene que intentar re-conciliar los distintos intereses involucrados, maximizando los recursos disponibles para lograr mayor equidad.  

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