El color del cristal con que se mira: el uso de las máximas de la experiencia en los juicios

Érika Yazmín Zárate Villa

A todas las personas lectoras, gracias.


“En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”[1]

Eugenia Grandet[2] entregó a su primo Charles, que llegó de París, el oro que el padre de ella le ha dado en cada uno de sus cumpleaños. El pariente se va con las monedas de oro, emprende un viaje a otro continente y nunca regresa a cumplir las promesas que le hizo a ella. Como es de esperarse el progenitor se enoja, la encierra, él muere, la deja como su única heredera y todos la buscan por su dinero.

Esa novela pone a reto nuestras ideas, que pueden ser estereotipos y pensamos que son generalizaciones empíricas (máximas de la experiencia). Como enseña Carmen Vázquez podemos pensar que una persona con tatuajes es un delincuente y eso no es una justificación en nuestra experiencia [3], se trata de un estereotipo.

Balzac con su personaje de Eugenia Grandet nos llena de estereotipos, para bien o para mal ya lo escribió, de lo que se trata es de ser conscientes de ese contenido. No se enojen si es su ídolo. Sí, él, mediante el personaje de la madre de Eugenia, nos dice que las mujeres deben sufrir. Así, la protagonista parece “ser feliz” sufriendo y ama, mediante el sufrimiento. Sin duda una termina de leer la novela y considera a Eugenia una víctima por su ingenuidad y desconocimiento de la vida.

Imaginemos que Balzac se desempeñara como juzgador, sin duda estaría tentado a resolver con lo que pensaría que son “sus máximas de experiencia” y, quizás en lugar de hacer una sentencia con perspectiva de género, posiblemente, lo que estaría afirmando son estereotipos. Sin duda, ahora me odiarán por estar escribiendo esto, lo que insisto no busca ofender, mi único fin es reflexionar sobre las máximas de la experiencia, nada es personal.

Si Balzac hiciera una decisión basada en estereotipos que el llamaría “máximas de la experiencia”, para cuestionarlo, primero tendríamos el deber de precisar lo que entendemos por esas máximas. En esa tarea les propongo que las “máximas de la experiencia” son un tipo de enlaces lógicos, entre los hechos que surgen de las pruebas y el enunciado fáctico que se busca acreditar (otros enlaces pueden ser reglas como presunciones o jurisprudencia)[4]. Si aceptamos esta propuesta podemos seguir a un conocido autor de la argumentación y hacer un esquema.

Ese esquema o representación se compone de: i) la pretensión constituida por la hipótesis; ii) la razón que apoya la pretensión y se compone de hechos que exponen la corrección de la pretensión; iii) la garantía se expresa en una regla, norma o enunciado general que explique por qué la razón apoya la pretensión, es decir, indica una regularidad que correlaciona los hechos de la razón con la hipótesis de la pretensión, y; iv) el respaldo que lo constituye la demostración o vigencia de la regularidad de la garantía[5]. La composición de ese esquema de argumentos se simplifica en el siguiente cuadro:

El contenido del esquema de argumentos se concreta en un caso del siguiente modo:

 


   

Regresemos a la novela Eugenia Grandet, en el que Balzac nos presenta a la protagonista como víctima de su educación, del modo que le enseñaron el debido comportamiento de una mujer y de su entrega al destino que la vida le preparó (generalmente en el contexto de Balzac el destino de las mujeres era el matrimonio y ser madres[6]).

Con esa visión de cómo debe ser una mujer, que el juzgador Balzac usaría para resolver, supongamos que Eugenia Grandet es obligada por su padre (personaje que en la novela está lleno de avaricia) a demandar a su primo para que le devuelva el oro que le entregó (aclaro no sucede en la novela, pero lo podemos pensar para esto de las “máximas de la experiencia” que pueden no serlo y sí ser un estereotipo). Usemos la imaginación y el esquema que antes dejé.

Con este ejemplo, totalmente inventado, es posible cuestionar la base de esa generalización o afirmar que se carece de ésta, pues no todas las personas que sostienen una relación sentimental tienen los descuidos de no dejar constancia de los préstamos realizados a su pareja. Resolver como el juzgador Balzac llevaría a estereotipar a las mujeres (y personas enamoradas). Además, cabe preguntarse ¿qué es lo que define a lo ordinario para calificar que otra acción es extraordinaria? La respuesta implica aceptar que las máximas de la experiencia a veces no son justificaciones sostenidas en la experiencia empírica, pueden ser estereotipos. Por ejemplo, nuestro personaje Balzac juzgador (por la visión que tiene sobre cómo debe ser una mujer) diría que es una generalización pensar que las mujeres no saben de negocios y las engañan porque ellas, solamente piensan en el amor (no se duda que sí puedan existir casos así, pero debe ser probado y no presumirse a partir de un estereotipo). Entonces, no podríamos sostener que Balzac juzgador resolvió con base en una máxima de la experiencia.

Por esas razones, el título de este texto, para indicar que las máximas de la experiencia no pueden ser justificaciones con base en apreciaciones personales, sino deben ser una verdadera experiencia empírica que se pueda considerar una generalización correcta. En otro texto, tendremos la oportunidad de abundar sobre generalizaciones y cómo sustentarlas sin estereotipos. Por hoy los dejo reflexionando. Espero despertar su entusiasmo por leer el reciente libro de Taruffo[7] sobre el tema de las máximas de la experiencia y el excelente estudio introductorio del Profesor Luca Passanante que ha ampliado en un texto que es de acceso libre[8]. Y recuerden aquí debatimos ideas, respetamos a las personas, porque todo es amor y paz. Que tengan un buen descanso de verano.



[1] Ramón Campoamor, Poeta.

[2] Novela escrita por Honoré de Balzac, es una obra de la literatura realista francesa que narra la vida de una joven y su familia en Francia del siglo XIX.

[4] González Lagier, Daniel, “Tres modos de razonar sobre hechos (y algunos problemas sobre la prueba judicial planteados a partir de ellos)”, en Hechos y razonamiento probatorio, Vázquez, Carmen coordinadora, Ceji, Pachuga, Hidalgo, México, pp. 19 a 21 y 24.

[5] González Lagier, Daniel, Quaestio facto, Ensayos sobre la prueba, causalidad y acción, Fontamara, México, p. 40.

[6] Que conste que yo reconozco la calidad de literato de don Honoré, pero no omito el contexto social en el que vivió.

Comentarios

  1. Excelente trabajo, una buena introducción a las máximas de la experiencia, gracias profesora.

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