Sobre el libro Estética jurídica
Por Manuel de J. Jiménez
Desde hace varios años se vive en México
la publicación continua de obras que vinculan el saber jurídico con las artes.
En particular se aprecian los libros colectivos sobre derecho y literatura y
también aquellos que se dedican a la vertiente de derecho y cine. Sin embargo,
faltaba un libro común que explorara la dimensión teórica de la experiencia
artística y que, en la medida de lo posible, uniera estas dos perspectivas de
modo integral. Esto se logra con Estética
jurídica. Una persiana abierta a nuevas formas de pensar el derecho
(editorial Libitum, 2022), coordinado por los profesores de la Facultad de
Derecho de la UNAM: Walter M. Arellano Torres, Alberto J. Montero e Israel
Sandoval.
Me
detendré únicamente en las partes I, II y IV del libro, ya que son las que se
relacionan más con el mundo literario, hermenéutico y narrativo. La metáfora de
la obra se resume con un gesto: asomar la cara –mover la persiana− que ilumina otro horizonte legal. Aportar “al estado
del arte de la estética jurídica y, por qué no, que estas páginas sean útiles
para su referencia en las aulas”. Hay entonces una doble preocupación: una
pedagógica y otra estética. Cabe asumir que la primera es una constante en los
trabajos académicos, mientras que la segunda –aunque oculta por ciertas
tendencias cientificistas− es una pauta originada desde la oratoria ática,
pasando por el humanismo renacentista para irse diluyendo paulatinamente en el
pensamiento jurídico contemporáneo. Hay algunas salvedades, por ejemplo,
después de la Segunda Guerra Mundial, Gustav Radbruch dedicó un capítulo a la
estética del derecho en su Introducción a
la filosofía del derecho (1948).
La
primera parte de la obra desarrolla una tarea teorética, iniciando con el texto
“Reflexiones en torno a una estética jurídica” de Alberto J. Montero, quien
brinda al lector un repaso de historia de las ideas teniendo como pivote la
idea de cultura y nociones de algunos autores la escuela crítica europea. Esto
sirve de preámbulo sustancioso para catapultar la categoría de estética
jurídica a través del texto de Walter M. Arellano y Tanya S. Fuentes. Resulta
sumamente prometedor el esquema sobre el “Provecho del análisis estético del
derecho” que ofrece una fuente tripartita en la dialéctica valor/valoración.
Sería fabuloso desarrollar más las directrices planteadas que, sin duda, son
insospechadas y quizás inéditas para los especialistas en la materia.
Por
otra parte, el bloque literario comienza con el documentado “Reflexiones sobre
la memoria a partir del 68 mexicano en Amuleto
de Roberto Bolaño” de Tito Garza Onofre, quien busca incorporar esta novela
breve –hipertexto de Los detectives
salvajes− al corpus de literatura mexicana sobre el 68. Después reflexiona
sobre el tema de la memoria colectiva bajo el discurso filosófico de los
derechos humanos. “El principito con la rosa”, de Denisse Paulette Campuzano
Ramos e Israel Sandoval, toma el clásico de Saint-Exupéry para articular una
reflexión hermenéutica poco convencional a partir de la perspectiva de género y
las direcciones del poder. Finalmente, Oscar Enrique Torres acude, como lo hizo
en otros momentos, a la literatura de tradición oral y de las lenguas mayenses.
Esto no solo abona a visibilizar estas literaturas resguardadas por nuestros
pueblos originarios, sino a entender derecho y literatura dentro de la
problemática del pluralismo jurídico.
Para
cerrar el libro con broche de oro, Patricia Lira Alonso emprende un diálogo
imaginario entre la primera abogada mexicana, María Asunción Sandoval de Zarco,
y la justice estadounidense Ruth
Bader Ginsburg. El texto se inserta en la tradición del diálogo
filosófico-pedagógico que exige un ejercicio creativo y de desdoblamiento. En
el campo jurídico nacional, esta tradición puede mostrarse con algunos textos
de Arturo Berumen Campos y con el libro Diálogos
jurídicos (1978) de Eduardo García Máynez.
¡Excelente recomendación!
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