Por Francesca Alati
Un ejemplo interesante de cómo la representación de la ley y la justicia, cada vez menos orientada
hacia los arquetipos solemnes del pasado, está ligada a la percepción que la sociedad tiene de su papel
lo encontramos en el capítulo séptimo de “El proceso” – obra escrita en 1914 por el licenciado en
Derecho Franz Kafka –, en el que aparece una emblemática representación de la justicia hecha por
Titorelli, el pintor del tribunal ante el que comparecerá el acusado Josef K. proclamando su anhelada
inocencia. El protagonista, observando en el estudio del artista el retrato, aún inacabado, de un juez
en el acto de levantarse de un alto sillón con gesto intimidatorio, vislumbra al fondo «una gran figura
de pie en medio del respaldo» y, no pudiendo entender con seguridad lo que representa, pide al pintor
que se lo aclare. Titorelli, tras retocar los contornos de la figura, sin hacerla más inteligible, afirma
que la representada es la Justicia; a lo que K., si bien reconoce los atributos de la venda y la balanza,
observa que tiene alas en los pies y está a punto de correr. A la respuesta del pintor – que revela que
tuvo que ilustrar a la Justicia y a la diosa de la victoria juntas porque así se lo habían encargado –, K.
objeta que no es una unión satisfactoria, ya que «la Justicia debe permanecer quieta, de lo contrario
la balanza se balanceará y no se podrá pronunciar una sentencia justa».

Félicien Rops, Un portrait flatté, in Charivari, 31 janvier 1840, litografía © Artstor
Analizando los principales símbolos de esta imago Iustitiae kafkiana, surge una verdadera novedad
ideológica e iconográfica, a saber, el tema del “híbrido”, que desciende, según el filósofo Massimo
Cacciari, de las contaminaciones que afectan a los nuevos mundos del derecho. Teniendo en cuenta
el atributo de la venda, es posible afirmar que debe colocarse no sobre el rostro de la justicia, sino
sobre el del juez en primer plano, para que éste – privado de toda distracción – dirija su atención a la
justicia misma, que debe «ver perfectamente para medir-juzgar, y mantener así su equilibrio».
En cambio, Titorelli, al pintar una justicia con los ojos vendados a espaldas de un juez de mirada
amenazadora, escenifica una inversión delirante de lo que debería ser la realidad, contraviniendo la
afirmación de que así como la imago Iustitiae indica cuál debe ser la actitud del juez, la actitud del
juez es un símbolo de la esencia de la Justicia.
Lisippo, Kairos, bajorrelieve, Museo di Antichità, Torino, ca. 330 a.C. © Artstor
K., en efecto, comprende la verdad oculta no por la colocación de la venda, sino por el símbolo de las
alas a los pies de la justicia, ya que le inquieta el hecho de que el movimiento de ésta pueda romper
el equilibrio de la balanza. A este respecto, cabe recordar la reflexión del historiador del derecho
Mario Sbriccoli sobre la relación de interdependencia entre los atributos con los que se representa la
justicia: «la venda realza la balanza y del veredicto de la balanza depende la acción de la espada».
La Justicia, en efecto, a punto de alzar el vuelo, representa un híbrido: es al mismo tiempo, afirma de
nuevo Cacciari, el «veloz Kairós [...] fundido ya con la figura de Fortuna y Occasio», y Nike, que es
incapaz de «poner fin al dominio oscilante e imprevisible de Fortuna» y, por tanto, nunca será una
victoria definitiva. Desde este punto de vista, parece emblemático el papel de la venda, que de simple
símbolo de la ceguera propia del “azar”, se convierte en motivo de ocultación de un rostro terrible, el
de la necesidad y la inflexibilidad de Tyche, de aquella que no puede sentir piedad. De hecho la venda
impide ver, pero también ser visto.
Bottega del Mantegna, Occasio e Poenitentia, Museo della in Palazzo San Sebastiano, Mantova,
fresco transferido al lienzo, ca. 1500 [detalle] © Artstor
El propio Kelsen no dudó en preferir la venda de la justicia al terror del desvelamiento: «el problema
del derecho natural es el eterno problema de lo que hay detrás del derecho positivo. Y quien busque
una respuesta no encontrará – me temo – ni la verdad absoluta de una metafísica ni la justicia absoluta
de un derecho natural. Quien levante ese velo sin cerrar los ojos se verá observado por la mirada
enrejada de la Gorgona del poder». Sin embargo, estas observaciones están estrechamente ligadas a
la percepción final que K. tiene de la figura. En efecto, en la parte final del diálogo, cuando el artista
vuelve a su trabajo, es capaz de detectar un matiz imperceptible en torno a la figura, de modo que
ésta parece adquirir un protagonismo particular «sin recordar ahora a la diosa de la Justicia, pero ni
siquiera a la de la Victoria, es más, ahora parecía de un modo perfecto ser la diosa de la Caza». Pero
a diferencia de eso, no equipado con una espada, que no permite distinguir el bien del mal, lo correcto
de lo incorrecto.
Paionis, Nike, Museo Archeologico di Olympia, Grecia, escultura de mármol de Pariana, 425-
420 a.C. © Artstor
Artemide e Ifigenia, Statens Museum for Kunst, Danimarca, escultura de mármol, ca. 125 a.C. ©
Artstor
Kafka, al transfigurar la diosa de la caza en la de la justicia, representa la idea de esta última como
aquella que va en busca del culpable porque se siente esencialmente atraída por la culpa. No es
casualidad que, a lo largo de la novela, Leni – secretaria y enfermera del abogado Huld, amigo del
tío del protagonista – advierta a K. de un peligro constante e inminente, repitiéndole varias veces «te
están cazando»; para que el desdichado protagonista tome conciencia de su condición.
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