Pepe el Toro y Los Olvidados: ¿romantización o denuncia social de la pobreza?

 


Por Valeria Hernández


La representación de la pobreza en el cine varía según los géneros cinematográficos, la época y el contexto. En un mundo globalizado, su estudio es relevante para comprender e identificar el imaginario social de dicho concepto en nuestra identidad y su influencia en la justicia social. 

Hoy en día, la facilidad de adquirir una película en Netflix, Amazon Prime o en el cine tradicional nos acerca más a problemas sociales de otros países que no necesariamente responden a las dinámicas de nuestro país. Por ejemplo, en la película ¿Quién quiere ser Millonario? (Danny Boyle, 2008), ambientada en los barrios pobres de Mumbai, la pobreza y la falta de oportunidades están estrechamente vinculadas a factores como la religión, la casta y el género. En Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), la desigualdad social en  la sociedad de Corea del Sur está relacionada con la posición social,  el clasismo y el consumismo. En cambio, en el cine hollywoodense, la pobreza siempre se muestra romantizada, temporal y estereotipada, es el caso del éxito cinematográfico En busca de la felicidad (Gabriel Muccino, 2006), donde el protagonista Chris Gardner (Will Smith) es de raza negra, pero su gran determinación y su talento para resolver un cubo de Rubik le abrirán las puertas para encontrar el trabajo de sus sueños en San Francisco, California.

Los componentes de la pobreza y la desigualdad social son multifactoriales y la respuesta de la sociedad a dichos problemas es distinta. Al igual que en la literatura, en el cine han surgido los proyectos cinematográficos que alzan la voz para realizar una denuncia social. En particular, las películas ¿Quién quiere ser millonario? y Parásitos, se realizaron para señalar ciertas crisis de sus países.  La primera nos habla de muchos males sociales, como el deterioro ambiental, pero con un tremendo hincapié  en la intolerancia religiosa. Parásitos es una crítica a las dificultades de adquirir una vivienda digna en Corea del Sur.  

Al contrario, en México se podría decir que el cine se ha utilizado para ocultar las fallas del gobierno.  En la época del cine de oro, la industria cinematográfica de Estados Unidos influyó mucho en las narrativas románticas de la pobreza. Durante este período, la pobreza se mostraba como una virtud. En La trilogía compuesta por Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1948), Ustedes los ricos (Ismael Rodríguez, 1948) y Pepe El Toro (Ismael Rodríguez, 1953, el protagonista Pepe El Toro (Pedro Infante) es un carpintero pobre pero honrado, capaz de superar las injusticias de la vida cantando, riendo, viviendo en solidaridad y de la mano de su querida esposa. Incluso en ese contexto, la banda sonora, Amorcito Corazón, refuerza la idea del amor de pareja como medio idóneo para sobrellevar la pobreza.

En la dulce sensación de un beso mordelón

Quisiera, amorcito corazón, decirte mi pasión por ti,

Compañeros en el bien y el mal

Ni los años nos podrán pesar

Amorcito corazón, serás mi amor.

Afortunadamente hubo una película que rompió el molde. El largometraje Los Olvidados (Luis Buñuel,1950) ofrece al público una versión, realista y cruel de la pobreza en México. Los protagonistas de la película son un grupo de jóvenes pandilleros que tienen que librar un cúmulo de problemas estructurales: la orfandad, el hambre, la explotación laboral, la violación sexual, la delincuencia organizada, el trabajo infantil, la pederastia, la prostitución y el racismo.

En la trama, los padres de los jóvenes brillan por su ausencia y en mi opinión de aquí se puede obtener una analogía. En el campo de la psicología, los traumas ocasionados por la ausencia de los padres provocan el síndrome de abandono emocional en los niños cuyas características se manifiestan con problemas como drogadicción, pensamientos suicidas, baja autoestima, entre otros. En Los Olvidados, los padres representan la ausencia de la sociedad, y los problemas sociales citados anteriormente son los síntomas de la indiferencia de la comunidad y de las autoridades.

Aunque los niños son pandilleros, en la narrativa no se distingue su ambición material. El rasgo característico de todos los personajes es la necesidad de sentirse queridos, aceptados y protegidos por sus padres, y ese es su mayor anhelo, es lo más deseado y por lo que están dispuestos a pelear.

Jaibo.-  El protagonista de la película no conoció a sus padres, no tiene educación y ha escapado de la correccional. Nadie se preocupa por él y sus antecedentes criminales le han truncado sus posibilidades de reinsertarse en la sociedad. El pandillerismo es su única opción para ganarse el sustento de cada día. Duerme en un edificio abandonado y seduce a la mamá de su amigo Pedro porque desea tener un cariño materno.

Pedro.- Es amigo y cómplice del asesinato cometido por Jaibo.  Pedro sí tiene mamá, pero él no lo quiere porque nació como consecuencia de la violación sexual que sufrió su madre a la edad de 14 años y por lo tanto, él no conoce a su padre y busca siempre una figura que lo forme, por eso simpatiza con el director de la escuela.

Ojitos.-  Es un niño indígena que fue abandonado por su papá en una estación. Ojitos espera todos los días a su padre en el mismo lugar, hasta que un indigente ciego se percata de su situación y lo explota para que lo ayude a mendigar en la calle. Él acepta aliarse con él, porque busca un cariño paterno.

Meche.- Es una adolescente que sufre el acoso de los jóvenes y adultos. Al vivir en la pobreza, su necesidad la orilla a aceptar dinámicas que algún día la llevarán a la prostitución. Permite que Jaibo la bese a cambio de dos pesos. Ella es la figura materna para su hermano.

La película nos intenta decir que hay un grupo social más allá de los pobres, otra categoría que no aparece en la ley y que ha quedado oculta a la sociedad y a las autoridades: los olvidados.

Es importante no romantizar la pobreza como en Pepe el Toro. Además, es necesario asumir la responsabilidad social de analizar lo que vemos en la pantalla para no creer que el país va bien solo porque no vivimos la pobreza como se retrata en ciertas películas taquilleras. La pobreza es distinta, pero siempre exige que la sociedad se preocupe por la igualdad social. 

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