Una espectacular narrativa sobre la justicia: el cine


 

Por José Ramón Narváez H.


Es increíble que en pleno 2023 aún haya personas que duden de la fuerza que del lenguaje cinematográfico. El cine nos habla, nos cuenta historias increíbles que nos mueven, que nos alientan, que nos hacen empatizar y que, si se sabe escuchar y leer pueden implicar un tremendo mensaje lleno de conocimiento significativo, la disonancia cognitiva implícita en un sistema de pensamiento que sigue mirando estas historias como cultura popular y por tanto cultura de bajo nivel, ha generado el desaprovechamiento de lo que podría ser una poderosa herramienta pedagógica.

Leer el cine ni si quiera es difícil, tal vez por eso no se le aprecie en todo su potencial; la gente que vende cursos y quien los compra, espera encontrar sofisticadas fórmulas que le develen intrincados procesos intelectuales para llegar a descubrir la justicia; la argumentación jurídica, por ejemplo, se ha convertido en un conocimiento elitista, sumamente crematístico, que olvida cuestiones tan sencillas como la importancia de la percepción y el peso de las emociones en los fenómenos epistemológicos y hermenéuticos.

El cine está al alcance de todos, y está disponible casi en cualquier momento; ciertamente hay una metodología mínima para poder acceder a él, pero es sumamente sencilla: hay que ponerse en antecedentes de lo que se va a mirar para poderlo leer de manera más integral y que pueda aprovecharse, personas involucradas en la creación de la obra, fuentes de donde nace la idea, relaciones de la trama con otros hechos y otras obras, etc. Y lo mejor viene después: hay que disfrutar al máximo la experiencia, poner toda la atención posible en los detalles o bien engancharse de algo y tratar de introyectar la postura o respuesta de un personaje (quizá haya que ver varias veces la escena o incluso toda la película), finalmente hay que intentar interpretar lo que vimos sumando lo que sentimos, esta es la parte que resulta más asustadora para los abogados formalistas a quienes se les ha obligado a no sentir, pero es la parte más importante a nivel cognitivo porque el desafío representa emancipación y genera conexiones cerebrales que proponen disrupciones capaces de crear respuestas novedosas y trascendentes.

Hoy sofisticadamente le llaman storytelling, pero en realidad se trata del arte de contar historias, y en el derecho contamos muchas de ellas, empezando por el proceso. La justicia es un espectacular relato, lleno de emociones, a veces el jurista parece el peor lector posible de este fenómeno y se afana y se ufana en traducirlo a un lenguaje técnico y empobrecido donde lo humano es reducido a su mínima expresión.

No puede ser malo mirar a la justicia en sus múltiples formas en las que aparece en la cultura, al contrario, es una manera de entrar en contacto con un lenguaje mucho más complejo, mucho más completo y significativo; en cualquier caso, será un poderoso complemento para mirar más allá de las reglas.

Y tú ¿te atreves a leer la justicia de otros modos?


Comentarios

  1. Nuestro querido colega Pavlov Valdivia comenta: Claro que sí José Ramón coincido plenamente. Lo que pasa es que no sólo se trata de ver y argumentar el cine con enfoque jurídico sino de establecer una pedagogía y didáctica del cine, una metodología que comprenda proceso de enseñanza aprendizaje cinematográfico tanto para el espectador (el alumno) como para el facilitador del conocimiento (el docente). Urge por tanto desarrollar ese instrumento pedagógico y didáctico y posteriormente el evaluativo.

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  2. Antonio Mateos Barrios nos comenta: Creo que uno de los problemas sobre ese vínculo pedagógico, y para particularizarlo con el derecho, es que se concibe al cine, primero como entretenimiento, claro que lo es, y eso hace se que pierda, cómo usted bien apunta en una forma menor del aprendizaje.
    Hoy se habla del aula invertida, dónde el alumno a través de su propia experiencia, con la guía del facilitador (la idea tradicional de docente se transforma), y con el uso de recursos, como el cine, el internet en todas sus facetas, así como libros y demás, le permitan al alumno reforzar los conceptos que teóricamente aprende, pero que no logra aterrizar en lo práctico, porque se le mencionan ejemplos, sin embargo, no los vive, no los enfrenta. Y el cine, permite una aproximación a esa falta práctica, a la posibilidad de ver un caso en particular, dónde lo aprendido haga sentido.
    Concuerdo totalmente con usted, y ojalá más docentes de cualquier conocimiento se dieran la oportunidad de utilizar al cine como una forma de aproximación a los hechos y casos, que los alumnos no pueden vivenciar.

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  3. Por favor desarrolle más esa idea de que los cursos "bien eruditos" dejan de lado emociones. Sé que no pretende que impere la emoción sobre la razón.

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    1. Esos cursos están basados en la idea de "pensamiento técnico superior" se crea un monopolio y una marca que se arroga el uso de dicha tecnología descalificando propuestas alternativas, para ello debe defenderse una postura que se considere hegemónica, normalmente a través de una falacia de autoridad, diciendo esto es lo único racional, por tanto las verdaderas motivaciones -que pueden ser sumamente emocionales- se esconden detrás de esas formas y esas tecnologías, los estudiantes que las replican piensan que pueden hacer lo mismo así que las hacen pasar por racionales escondiendo peligrosos sesgos cognitivos de nuestro contexto como pueden ser la misoginia, el racismo y el clasismo. Un sistema de toma de decisiones integral, necesariamente tomaría en cuenta las emociones para poderlas trabajar y colocar en el lugar que les correspondiera, el hecho de negarlas bajo una petición de principio de supuesta objetividad absoluta debería ponernos alerta, es una especie de "expediente oculto" se juzga con un aparente parámetro pero la decisión real quizá se basa en una visión del mundo no tan justa.

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