Jonathan Swift y la tolerancia como medio para la convivencia pacífica de los pueblos
A partir del siglo XVI,
tras el descubrimiento y conquista de América, el mundo comienza a experimentar
transformaciones a gran escala y de manera vertiginosa, como nunca en la
historia de la humanidad. Tanto el cisma protestante de la Europa septentrional
como los importantes antecedentes que supusieron la revolución copernicana y el
Renacimiento, provocaron un quiebre fundamental dentro de la tradición del
pensamiento medieval europeo, regido por Roma, lo cual estimuló el desarrollo
de nuevas formas de comprender la religión, la naturaleza y el lugar que el ser
humano ocupaba dentro de su sociedad y en el universo en general. De manera
paralela, los avances científicos propiciados por esta nueva forma de pensamiento
propiciaron un antagonismo entre razón, por un lado, y superstición por el
otro. Este ascenso de la primacía de la razón como elemento fundamental para
explicar todo tipo de fenómenos, encontrará una férrea oposición por parte ese
mundo tradicional y con fuertes vestigios del Medievo, lo cual se traducirá en
todo tipo de conflictos: desde rivalidades entre imperios por dominar el mar y
conquistar tierras, hasta guerras de religión y disputas intelectuales. Todo en
un lapso que abarcará prácticamente los siglos XVI y XVII, aunque sus ecos
habrían de resonar más allá.
En dicho período y también como producto de este despertar de la
Modernidad, se opone el concepto del Estado (es precisamente la época en que
nacen y se consolidan los estados nacionales) frente a las dos autoridades
heredadas del Medievo: el papa y el emperador del Sacro Imperio. La formación y
consolidación de los estados en Europa propicia que la aspiración medieval de
una paz mundial entendida como la reunión de todos los pueblos cristianos, dé
paso a la necesidad de pensar en sistemas internacionales cada vez más
complejos regidos por un incipiente derecho internacional. La paz de Westfalia,
que pone fin a la guerra de los treinta años en 1648, supone la cancelación
definitiva de las guerras con motivos religiosos entre los países y configura
el primer sistema internacional moderno.
Asimismo, y al interior de cada estado, se pone en tela de juicio la
procedencia de la autoridad de los monarcas: ¿procede de Dios o del pueblo? ¿La
soberanía radica en el autócrata o en los hasta entonces súbditos? Inglaterra
pone el ejemplo al resto del continente al llevar a cabo una revolución que
termina por ejecutar al monarca y establecer, primero, una república y luego
una monarquía parlamentaria. No es raro que en este país se sentaran los
cimientos de lo que posteriormente constituiría el movimiento ilustrado, de tan
hondas consecuencias para la historia de la humanidad. El contractualismo,
desde Hobbes hasta Locke, gana una importante cantidad de adeptos, así como las
ideas de tolerancia, igualdad jurídica y resistencia frente a la opresión y la
injusticia. Los autores del período (Ilustración temprana e Ilustración, de
finales del siglo XVII a la primera mitad del XVIII) dedican sus esfuerzos a
dotar de vigor teórico y artístico dichas ideas: Jonathan Swift y Voltaire son
inmejorables ejemplos en el campo literario, entre muchos otros.
Así,
es el irlandés Jonathan Swift
(1667–1745) quien en su novela satírica Los viajes de Gulliver, de 1726, aplica
el concepto de tolerancia no solo a las relaciones entre ciudadanos sino
también a las relaciones entre Estados. Tanto la nacionalidad de su autor como
el año de aparición de su libro son datos de capital importancia: el hecho de
ser un irlandés ferviente defensor de la causa nacionalista frente al poderío
británico lo dotó de una perspectiva y sensibilidad especiales respecto del
tema de la necesidad de la tolerancia (no solo religiosa sino también entre las
diversas nacionalidades) como requisito indispensable para alcanzar un estado
de paz entre los pueblos; por otro lado, el hecho de que su obra maestra viera
la luz en 1726 nos habla de que, al confeccionarla, el autor irlandés ya traía
consigo la experiencia histórica de la guerra de Sucesión Española (en la que Gran
Bretaña participó de manera activísima y que ocurre en paralelo a la trama de
la novela).
Swift,
simpatizante del partido tory inglés,
se había mostrado como un crítico férreo de la participación británica en dicha
guerra a través de diversos textos entre los que destaca El comportamiento de los aliados, de 1711, en el que afirmaba que
el partido de los wighs había
prolongado la guerra mirando solo a sus propios intereses. De acuerdo con Luis
Rutiaga, “este panfleto fue la causa de la dimisión de John Churchill, primer
duque de Malborough, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas británicas”.[1]
En Los viajes de Gulliver, Swift visibiliza
y condena tanto la perversidad como los vicios del género humano a través de
las experiencias del médico inglés Lemuel Gulliver, quien realiza diferentes
viajes a tierras fantásticas, lo que le permite comparar la realidad del mundo
europeo de entonces con la de aquellas tierras. Con ello, Swift sintetiza las
diferentes obras de los grandes utopistas[2]
y dota a su relato de un tremendo significado existencial, muy rico en matices.
Cuestiona a todo el género humano y sus acciones: desde las normas de urbanidad
hasta la religión y el Derecho Internacional.
En su
relato, Swift hace referencia a diversos temas que nos ocupan: la guerra y la
paz entre las naciones, los motivos absurdos y mezquinos que dan origen a los
conflictos, el derecho de asilo, los tratados internacionales, la tolerancia
entre facciones políticas o religiosas, la libertad de expresión, etc.
En la
primera parte, Gulliver arriba a la isla de Liliput, un imperio de seres
diminutos que se encuentra en estado de guerra “desde hace treinta y seis
lunas”[3]
con la vecina nación de Blefuscu (también insular y también habitada por
personajes minúsculos). Según le relatan al protagonista, esta guerra
permanente entre las dos potencias se debe a que Blefuscu ha tomado partido por
una de las dos facciones que se encuentran a su vez enfrascadas en una guerra
civil al interior de Liliput. Esta guerra civil liliputiense se debe a un
desacuerdo por la forma correcta en que deben cascarse los huevos para
comerlos: una facción prefiere partir los huevos por el extremo más ancho (tal
y como manda la tradición) y la otra por el más estrecho (tal y como lo ordenó
un edicto imperial). Los anchoextremistas, cada vez que son vencidos por las
fuerzas del emperador, huyen de Liliput y Blefuscu les concede asilo.
Para
el momento en que Gulliver llega, el imperio de Belfuscu prepara una invasión a
Lilliput. Gulliver, para congraciarse con el emperador liliputiense (que se le
había mostrado hostil desde el principio), ofrece su ayuda para apresar la
flota blefuscudiana. Sus servicios son aceptados y Gulliver, con extrema
facilidad, se hace con la flota y la lleva hasta el puerto real de Liliput. Sin
embargo, el emperador de Lilliput no se conforma con esta victoria y pretende
utilizar a Gulliver para reducir al vasallaje a todo el imperio de Blefuscu,
aniquilar a los anchoextremistas desterrados y obligar a todos a cascar los
huevos por el extremo estrecho, “con lo cual quedaría él único monarca del
mundo entero”.[4]
Gulliver se niega alegando “numerosos argumentos sacados de los principios de
la política, así como de los de la justicia”[5],
es decir, hace valer principios elementales del Derecho Internacional Público.
Tres
semanas después de la hazaña, una “solemne embajada de Blefuscu” llega a
Liliput “con humildes ofrecimientos de paz”. La paz se concierta a través de un
tratado y en condiciones sumamente ventajosas para Liliput. Los buenos oficios
que Gulliver desempeñó durante la negociación del tratado bastan para que los
embajadores blefuscudianos lo inviten a realizar una visita protocolaria a su
isla. Gulliver obtiene permiso del emperador liliputiense para realizar la
visita y, en su ausencia, se desatan intrigas en su contra, se le acusa de alta
traición y se le condena a ser privado de la vista.
Al
conocerse la noticia en Blefuscu, el emperador le ofrece a Gulliver “su
graciosa protección si quería continuar a su servicio”[6],
es decir, una especie de asilo político. Guilliver se excusa ya que ha
encontrado, flotando a la deriva en el mar, una embarcación a su medida. Con
ayuda de los blefuscudianos logra acondicionarla de forma adecuada y abandona
la isla “el 24 de septiembre de 1701, a las seis de la mañana”. La fecha, al
parecer, no es gratuita para Swift: fue el mismo mes en que se firmó el tratado de La Haya, mediante el cual Austria,
Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Prusia y la mayoría de
los estados alemanes conformaron una alianza militar para hacer frente a la
coalición formada por Francia y España en la inminente guerra de Sucesión Española,
aunque para entonces ya se habían roto las primeras hostilidades. Es evidente
que el autor irlandés somete a su crítica implacable a un mundo que, por un
lado, se envanecía de ser el más refinado y culto que hasta entonces se hubiese
conocido, aunque por otro se desangrara en conflictos que no tenían otra
motivación que los intereses mezquinos de políticos y comerciantes.
Es
interesante referirnos a la segunda parte de la novela. En ella, Gulliver llega
a Brobdingnag, un país habitado por gigantes de férrea tradición pacifista. En
un momento del relato, Gulliver se entrevista con el rey de Brobdingnag y le
expone los avatares de la historia inglesa en el último siglo. El protagonista
cuenta que el monarca “se asombró grandemente cuando le hice la reseña
histórica de nuestros asuntos durante el último siglo, e hizo protestas de que
aquello era sólo un montón de conjuras, rebeliones, asesinatos, matanzas,
revoluciones y destierros, justamente los efectos peores que pueden producir la
avaricia, la parcialidad, la hipocresía, la perfidia, la crueldad, la ira, la
locura, el odio, la envidia, la concupiscencia, la malicia y la ambición”.[7]
Tras
ello, el rey concluye que los ingleses son entonces “la raza de odiosos
bichillos más perniciosa que la naturaleza haya nunca permitido que se arrastre
por la superficie de la tierra”.[8]
Para congraciarse con él (aunque en su fuero interno lo
tacha de ignorante, prejuicioso e incivilizado), Gulliver le ofrece descubrirle
los misterios de la fabricación y uso bélico de la pólvora, proponiéndole su
utilización para fines de conquista y sometimiento de otras ciudades. Luego de
escuchar la explicación correspondiente, el rey “quedó horrorizado por la
descripción que yo le había hecho de aquellas terribles máquinas y por la
proposición que le sometía. Se asombró de que tan impotente y miserable
insecto… pudiese sustentar ideas tan inhumanas y con la familiaridad suficiente
para no conmoverse ante las escenas de sangre y desolación que yo había pintado
como usuales efectos de aquellas máquinas destructoras, las cuales –dijo– habría sido sin duda el primero en concebir algún
genio maléfico enemigo de la Humanidad”.
Gulliver, al criticar al rey de Brobdingnag, realiza una
crítica inversa a la civilización europea y a su belicismo bárbaro:
¡Extraño
efecto de los cortos principios y los horizontes limitados! ¡Un príncipe
adornado de todas las cualidades que inspiran estima, veneración y amor, de
excelentes partes, gran sabiduría y profundos estudios, dotado de admirables
talentos para gobernar y casi adorado por sus súbditos, dejando escapar, por un
supremo escrúpulo, del cual no podemos tener en Europa la menor idea, una
oportunidad puesta en sus manos, y cuyo aprovechamiento le hubiera hecho dueño
absoluto de la vida, la libertad y la fortuna de sus gentes! No digo esto con
la más pequeña intención de disminuir las muchas virtudes de aquel excelente
rey, cuyos méritos, sin embargo, temo que habrán de quedar muy mermados a los
ojos del lector inglés con este motivo; pero juzgo que este defecto tiene por
origen la ignorancia de aquel pueblo, que todavía no ha reducido la política a
una ciencia, como en Europa han hecho ya entendimientos despiertos.[9]
En la cuarta y última parte de
la novela, Gulliver arriba al país de los Houyhnhnms, nación poblada por
equinos de una inteligencia y valores excepcionales y en donde los seres
humanos son solo animales despreciables en estado salvaje a los que denominan yahoos. Gulliver es encontrado por un houyhnhnm
quien, a pesar de considerarlo un yahoo, lo rescata y lo pone bajo su
protección. Gulliver aprende el idioma equino y en una de las conversaciones
pone a su amo al tanto del estado actual de Inglaterra, se refiere a la guerra
de Sucesión Española que sacude a Europa y le expone las causas de guerra entre
los príncipes. Al referirse a éstas últimas lo hace no sin dejo de ironía y
refiriéndose de manera sutil a las guerras de religión:
unas
veces, la ambición de príncipes que nunca creen tener bastantes tierras y
gentes sobre que mandar; otras, la corrupción de ministros que comprometen a su
señor en una guerra para ahogar o desviar el clamor de los súbditos contra su
mala administración. La diferencia de opiniones ha costado muchos [sic] miles
de vidas. Por ejemplo: si la carne era pan o el pan carne; si el jugo de cierto
grano era sangre o vino; si silbar era un vicio o una virtud; si era mejor
besar un poste o arrojarlo al fuego; qué color era mejor para una chaqueta, si
negro, blanco, rojo o gris, y si debía ser larga o corta, ancha o estrecha,
sucia o limpia, con otras muchas cosas más. Y no ha habido guerras tan
sangrientas y furiosas, ni que se prolongasen tanto tiempo, como las ocasionadas
por diferencias de opinión, en particular si era sobre cosas indiferentes.[10]
Las dificultades de Gulliver
para explicar las causas de la guerra a su amo houyhnhnm se
ven acentuadas debido a que “el poder, el gobierno, la guerra, la ley, el
castigo y mil cosas más no tenían en aquel idioma palabra que los expresara”.[11]
Sin embargo, y aunque el amo logra comprenderlo, no deja
de quedar horrorizado con el relato (al igual que lo hiciera el rey de Brobdingnag).
Lo que el amo no entiende es de qué manera los yahoos consiguen llevar a cabo
tanta destrucción si por sí mismos no son más que débiles criaturas. Gulliver
le explica entonces el arte de la guerra y hace relación pormenorizada del
refinamiento que han alcanzado en Europa las armas de exterminio utilizadas en
los conflictos. El houyhnhnm señala entonces que “cuando un ser que se atribuía
razón se sentía capaz de tales enormidades, le asaltaba el temor de que la
corrupción de esta facultad fuese peor que la brutalidad misma”[12],
para concluir después que “no era razón lo que poseíamos, sino solamente alguna
cierta cualidad apropiada para aumentar nuestros defectos naturales; de igual
modo que en un río de agitada corriente se refleja la imagen de un cuerpo
disforme, no solo mayor, sino también mucho más desfigurada”.[13]
La convivencia con los houyhnhnms,
convence a Gulliver de lo perversos y bárbaros que son los seres humanos y es
por ello que, al volver contra su voluntad a Inglaterra el 5 de diciembre de
1715, hace lo posible por dejar de relacionarse con sus semejantes y vive
añorando su estancia en el país de los equinos. La fecha de su vuelta definitiva
tampoco deja de ser significativa: aunque los tratados de Utrecht y de Rastatt
(que pusieron fin a la guerra de Sucesión Española) se habían firmado entre
1713 y 1714, no fue sino hasta el 2 de julio de 1715, con la toma de Mallorca
por parte de los Borbones, que terminaron de manera definitiva las hostilidades
derivadas de la conflagración.[14]
Dos meses después, el 1 de septiembre de 1715, Luis XIV de Francia moría en el
Palacio de Versalles y con ello se clausuraba toda una época en la historia
europea.
La crítica que Swift hace de los conflictos bélicos
resulta demoledora y se convierte, de este modo, en un alegato rabioso a favor
de la paz, la tolerancia y la convivencia armónica entre los seres humanos,
aunque el sabor que deja la lectura de su novela sea de un pesimismo
generalizado respecto de la condición humana. De este
modo, uno de sus grandes méritos fue entender que un mundo en el que tales
ideales no fuesen posibles, no podría ser un mundo de paz.
No es gratuito que, en la primera mitad del siglo XVIII e influidos también por la experiencia de la paz de Utrecht y Rastatt, autores como Saint–Pierre, Leibnitz, Rousseau o Kant desarrollaran importantes bases teóricas para el establecimiento de una paz duradera y, ¿por qué no?, perpetua entre las naciones. Un espíritu que, de una forma u otra, ha animado a las organizaciones internacionales creadas desde entonces (Congreso de Viena de 1814–15, Cruz Roja Internacional, Sociedad de Naciones, Organización de las Naciones Unidas, etcétera).
[1] Rutiaga,
Luis, “Prólogo”, en Swift,
Jonathan, Los viajes de Gulliver,
México, Tomo, 2016, p. 6.
[2] Swift menciona incluso en dos ocasiones
a Tomás Moro y su Utopía. Ver Swift, Op. Cit., pp. 192 y 298.
[3] Ibid.,
p. 44.
[7] Ibid.,
p. 128.
[9] Ibid.,
pp. 131 y 132.
[10] Ibid.,
pp. 240 y 241.
[13] Ídem.
[14] Albareda Salvadó, Joaquim, La Guerra de Sucesión de España (1700-1714), Barcelona, Crítica, 2014, pp. 384 y 385.
Comentarios
Publicar un comentario