Una lectura no lineal de: Bardo, falsa crónica de una cuantas verdades

 


Por Alejandro Camacho Zavaleta

Poeta


                               heroico,

o lírico de cualquier                                                                       época

Seguramente usted lector pensará que la definición de Bardo ha sufrido algún error de edición o imprenta, no lo es, créame cuando le digo que es absolutamente intencional. Es la mejor manera de definir y honrar la nueva película de Alejandro González Iñarritu, en esta definición puede usted poner las palabras en el orden que quiera, incluso de cabeza, porque justamente eso es la película y al mismo tiempo no lo es. Podrá usted apreciar que la palabra país está escrita de cabeza, esto también es con absoluto y pleno conocimiento, me explico mejor.

Bardo es la historia de Silverio, un periodista mexicano radicado en los Estados Unidos, antes relacionado con la televisión y la radio en México ahora ganador de un premio internacional por su destacado trabajo como documentalista. Es así que en su visita para ser objeto de un homenaje por parte de periodistas mexicanos, resulta un viaje en el que los espectadores tenemos un lugar privilegiado.

Agobiado por su propio éxito, Silverio reproduce una serie de “verdades o crónicas” en las que explora el subconsciente del mexicano y en el que la Ciudad de México es un destacado personaje más en la historia.

La película es arriesgada, valiente, con una poderosa carga de abstracción, la crítica más avezada dirá que es un trabajo pretensioso, incluso narcisista ya que pareciera que Silverio es en realidad el alter ego de Alejandro González Iñarritu, lo cual resulta absolutamente irrelevante, ya que esto es en realidad un recurso que utiliza para hablar de su propia visión sobre distintos rasgos de uno o varios tipos de mexicano, la película será acusada de incomprensible, de no tener una línea lógica en su secuencia, pero eso que señalan como una debilidad, en realidad es su fortaleza.

Si usted toma las escenas de la película y las edita de manera distinta, tendrá una film que sigue conservando su espíritu, no es una película lineal y tiene muchas maneras de ser entendida, es tan real como lo son los sueños, y esa es una virtud que destaco de este trabajo, la línea entre lo real y la fantasía se mezcla en todo momento, no es posible advertir que parte está sucediendo y cual es parte de un sueño, eso es justamente la vida, una sucesión incomprensible de escenas que a veces no parecen tener relación y que de pronto cobran sentido de distintas maneras.

La película cuenta con diálogos tan inteligentes que provocan la necesidad de pausar la película y tomar notas, sin embargo, su mayor riqueza está en la montaña rusa de emociones que provocan las escenas, muchas de las cuales formarán parte de una memoria imborrable en el espectador.

Esta virtud es en gran medida consecuencia del espíritu y contenido de los temas que son abordados; un baile en el California Dancing Club al ritmo de David Bowie, el feminicidio, las desapariciones, la muerte, la familia, la unión, el mestizaje en un diálogo abierto con Hernán Cortés sobre una pirámide de cientos de cuerpos de mexicas, migración, residencia, pertenencia, la relación entre Silverio y su padre, ante quien aparece enano, con cabeza normal, porque así es como muchos nos miramos y reconocemos frente a una figura de autoridad, la nada y el todo.

Esta es la nueva película del “negro”, una obra de arte que tiene que ser vista varias veces, de distintas maneras, con distintas visiones, de manera divertida, sin seriedad, pero con solemnidad, o al revés, o de cabeza, de atrás hacia adelante, o al revés, da lo mismo, así es como debería ser tomada la vida misma.

 



 

 

 


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