My policeman: más allá de la profesión erguida



Por: Yazmín Domínguez

   Algunas o muchas veces podríamos pensar que la mera sensibilidad se encuentra en conflicto con el ejercicio profesional de cualquier otra área fuera de las humanidades, especialmente, en aquellas que exigen actuaciones “duras”, como la de un policía.
   My policeman nos permite recordar que hay excepciones a través de Tom, un jóven policía británico en los años 50, que tras conocer a Patrick, curador de un museo, en el ejercicio de sus funciones como salvaguarda social, destapa su sensibilidad hacia la expresión artística, que sin preverlo, lo lleva a reconocer un segmento de su identidad: la homosexualidad. 
  Sobre esto último, la trama nos expone, entre otros puntos, el contexto de opresión del Estado hacia las personas homosexuales: la percepción arcaica como una enfermedad curable en el ámbito psiquiátrico (para volver a ser naturalmente heterosexual), y el efecto “inmoral” de las muestras de afecto en público, merecedoras de un castigo privativo de la libertad y con ello, actos de violencia en todas sus manifestaciones. Claro, respetando la previa garantía de audiencia. Ni que estuviéramos frente a actos judiciales contrarios a los derechos y libertades básicas.
 Al respecto, podría parecernos que en pleno 2022 la concepción, persecución y consecuencia punitiva de tales expresiones humanas, han sido superadas con el reconocimiento y peso político “universal” de los derechos humanos, especialmente, hacia las, los y les integrantes de la comunidad LGBTTIQ+, cómo la regulación del matrimonio igualitario; el reconocimiento de nuevas estructuras familiares y con ello el ejercicio de la adopción; así como la protección de su libertad de expresión, asociación y reunión pacífica, entre otros. 
    Sin embargo, lo anterior no es óbice para tener presente los desafíos actuales en los mismos Estados garantes y con mayor atención, en aquellos donde prácticamente el respeto de la dignidad, a través de la simple expresión identitaria, es idílico. De forma sustancial, los actos discriminatorios hacia integrantes de dicha comunidad continúan perpetuando en diferentes planos: desde lo discursivo, hasta resoluciones que dictan la pena de muerte. Desde una perspectiva global, ¿qué seguimos haciendo mal?
  Esta película nos invita a reflexionar, a través de una bella fotografía, entre otros: que los tiempos actuales aún arrastran las cadenas de pensamiento opresoras hacia integrantes de la comunidad LGBTIQ+ influyentes en la protección efectiva de sus derechos; y, que si nos aventuramos a abrir la puerta hacia nuestra sensibilidad, podremos emprender el descubrimiento y construcción de nuestro propio ser, así como nuestra evolución misma, pues en palabras de Tom: “La tarea del hombre [humanidad] es superarse”.

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