El derecho a la palabra en la poesía de Maricarmen Velasco

 


Por Manuel de J. Jiménez

 

Desde hace tiempo vengo trabajando un concepto localizado entre lo jurídico y lo filológico: el derecho a la palabra. En el campo legal, este derecho se vincula con la libertad de expresión, los derechos culturales y, por supuesto, el derecho a la verdad. Atendiendo a la dimensión filológica, este se relaciona con la parresía, la identidad narrativa y la memoria. Históricamente el derecho a la palabra ha sido clave para entender el valor ético-jurídico de las narraciones de las víctimas durante los procesos de justicia transicional, sobre todo, en América Latina. Sin bien el testimonio y el relato son los mecanismos expresivos más comunes, también la poesía puede dar cuenta de este derecho. Esto lo podemos observar en La muerte golpea en lunes (Premio Aguascalientes, 2022), de Maricarmen Velasco.

            Gracias al trabajo de campo de la autora, las voces son de una oralidad conmovedora y van más allá de la representación de subjetividades cruzadas por la violencia estructural de las instituciones y la impunidad del narco. Esta representación se puede rastrear en libros fundamentales de la poesía política reciente, como Antígona González (2012) y El libro centroamericano de los muertos (2018), entre otros. En La muerte golpea en lunes, las voces “poéticas” son en sí las palabras de los habitantes de Flor de Jamaica. La autora dijo en una entrevista para Cardenal que se trata de “un solo poema que se despliega a lo largo de las páginas y narra la experiencia de una de tantísimas familias que recorren el territorio nacional en búsqueda de sus seres queridos desparecidos”.

            Haciendo a un lado el acento en la reflexión sinecdótica y la unidad poética, lo extraordinario en el libro es la generación de ese espacio donde Velasco coloca y centraliza el habla de esa familia, sin prescribirla ni describirla. Son las palabras sin artificios, llanas, abiertas y puntuales, las que posibilitan el fenómeno poético y dotan, siguiendo a Gadamer, esa fusión de horizontes con el lector. Esto presupone una humildad próxima de quien toma esas palabras y una ausencia de pedantería intelectual en su tratamiento semántico, por eso –al ser cuestionada sobre el proceso de escritura−, la autora se sitúa “desde lo que el entorno me ha provocado y la escucha de eso que me viene doliendo hace más de quince años”. Escuchar es un verbo ineludible para reconocer y materializar el derecho a la palabra.

            En muchas ocasiones, el trauma colectivo o individual impide que las víctimas compartan sus historias. En este punto entra una dimensión terapéutica para posibilitar el uso del derecho a la palabra, donde el interlocutor tiene que compenetrarse en la experiencia inenarrable y escuchar con suma paciencia hasta que “Con la mirada en el café de la mañana/ por fin Cholito susurra apenas”. Da su testimonio “y calla/ El silencio es/ como el peso de la yegua/ que desboca/ y te cae encima”. Es entonces cuando el silencio del sujeto se vuelve significativo para todos aquellos que no vivieron esa violencia. Me gustaría cerrar con una voz que concentra el drama de ejercer o no ese hipotético derecho a la palabra y que acude al tópico de la memoria como deber colectivo:

 

Vivimos meses

sin abrir la boca

 

Sin palabras

¿quién soy?

 

Rezo para no olvidarlas

 

Comentarios

  1. ¡Excelente! ¡Qué conmovedor! Definitivamente la lectura de <> nos invita a dejar de pensar en cifras y adentrarnos a la desesperación y desconsuelo de tantas familias que han sido víctimas de la Guerra contra el Narco.

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  2. La muerte golpea en lunes, es un libro conmovedor, potente, imprescindible. Felicidades a la autora.

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  3. Excelente reseña. Integras un marco jurídico pero a la vez cercano a cualquier persona para comprender como bien describes los grandes aportes de una poética sin pedantería intelectual que se distancia muy bien de las propuestas enciclopédicas muy de moda. Felicidades a ambxs. El libro de Maricarmen Velasco era necesario.

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