¿Crónica de una disputa anunciada? O cómo la moral no es solo un árbol que da moras

 






                Por Santiago Jesús Chablé Velázquez

Acto 1. La obra

<<El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana…>>. Con estas magistrales palabras inicia una novela exasperante, pero a la vez tan disfrutable, emanada de la pluma de Gabriel García Márquez. 

Si aún no has tenido la oportunidad de leer Crónica de una muerte anunciada, te invito a hacerlo en cuanto sea posible. Dicho lo anterior, vendrán spoilers, procurando que no sean muchos, pero lo suficientes para saber lo medular de esta novela que data de 1981.

Pedro y Pablo Vicario son dos gemelos que han anunciado a más de 12 personas que ese día iban a matar a Santiago Nasar, sin importar que cinco horas antes de hacerlo estuvieron juntos disfrutando de las fiestas. La causa, Angela Vicario, la hermana de los gemelos, no era virgen cuando se casó con Bayardo San Román, quien la regresó a su casa tras enterarse. El culpable, Santiago Nasar.

Un crimen cuya justificación es la defensa del honor es la base sobre la cual parte esta historia narrada mucho tiempo después del homicidio de Santiago Nasar. Lo más destacado de la ficción, que en el pueblo todos, menos la víctima, sabían que lo iban a matar y… ¡nadie hace nada para evitarlo!

No pasan inadvertidos los intentos de personajes para detener a los hermanos Vicario. Les dicen que se esperen a que pase la visita del obispo; posteriormente, les quitan los cuchillos con que planeaban cometer el crimen, pero ellos consiguen otros. Con cada persona que se encuentran antes del crimen le advierten que van a matar a Santiago, pero ninguna persona intenta hacer algo más por evitarlo y; además, nadie le advierte a Santiago Nasar hasta que está frente a frente a los hermanos Vicario.

El clímax de la novela, el asesinato de Santiago Nasar a la puerta de la casa de su madre, quien había cerrado la puerta instantes antes. Luego de acuchillarlo de manera violenta, hasta dejarlo con las tripas en las manos, Santiago Nasar caminó hasta la puerta trasera de su casa y se desplomó en la cocina.

 

En el pueblo eran conscientes que los hermanos Vicario iban a cometer un crimen, pero repito, nadie hace algo sustancial para evitarlo. Incluso después que se dan a conocer las razones del homicidio, está la sensación que la muerte de Santiago Nasar no está justificada porque nunca hubo pruebas de que él era el responsable de que Angela Vicario no fuera virgen al momento de casarse.

 

Acto 2. La base para juzgar

El crimen por razón de honor no deja de ser un crimen, pese a estar justificado en el contexto del momento en que se suscita.

 

Dicho lo anterior, conviene traer a colación esos juicios entre lo correcto y lo incorrecto, el bien o el mal que surgen a partir de la moral de las personas ya sea en lo individual o en lo colectivo. En atención a esto, se ha dicho que la moral <<viene a ser la práctica comúnmente aceptadas y repetitiva, por generaciones de individuos, donde todas sus acciones o inacciones le han sido impuestas, a cada uno de los miembros de dicho grupo social, sin necesidad de represión física o castigo alguno; derivada del señalamiento o la amenaza de no ser aceptado o de ser excluido de dicho grupo>>.[i]

 

Algo a destacar sobre la moral es que, al igual que el derecho, es cambiante conforme al contexto social. La moral es coyuntural en lo que a lo aceptable o reprobable se refiere.


Acto 3. Las dudas y conflictos existenciales en una sociedad en la que se requiere valor para vencer la indiferencia

Para quienes hemos transitado en algún momento por alguna autoridad electoral, sea administrativa o jurisdiccional, nos ha tocado escuchar que los hombres debemos deconstruirnos, durante mucho tiempo hemos gozado del privilegio que nos otorga nuestro género, aunque no nos hayamos dado cuenta antes. No somos totalmente conscientes del ambiente patriarcal que nos rodea, en el cual crecimos y en el que nos desenvolvemos. 

La deconstrucción no es una imposición coercitiva. No despedirán a nadie de su trabajo o le impondrán sanciones administrativas si no transita de ser un hombre con privilegios por razón de género a hombre consciente de esa desigualdad, salvo el caso de que emplee esa desventaja para vulnerar o disminuir el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

Si bien existen en nuestros tiempos leyes que hablan y remarcan la igualdad entre el hombre y la mujer y prohíben conductas que menoscaben el ejercicio de los derechos de las mujeres, no podría negarse (o quizá sí, depende de la arista desde la cual se observe) que el cumplimiento de tales prescripciones tiene una carga altamente moral. Está en cada uno de nosotros realizar esa transición.

¿A partir de qué momento una acción u omisión es inmoral? ¿Se están trastocando los valores socialmente aceptados por la colectividad o las reglas impuestas para la convivencia igualitaria entre los géneros cuando hay una alteración que parece ser inocua? ¿En qué momento nos convertimos en los habitantes del pueblo que, pudiendo hacer algo más para evitar la muerte de Santiago Nasar, nos quedamos impávidos ante las contravenciones a las reglas sociales?

Como apunté anteriormente, quienes estuvimos en una institución electoral aprendimos una que otra cosa sobre la deconstrucción patriarcal; pero, ya no es algo exclusivo de las personas del servicio público de organismos electorales. Las “nuevas generaciones” empujan cada vez más para que los escenarios equitativos e igualitarios sean una realidad tangible.

Los hombres tenemos una deuda histórica con las mujeres, no por el hecho de ser las mamá, hermanas, hijas o esposas de alguien, sino porque son personas que han sido marginadas durante siglos,[ii] reducidas al rol de cuidadoras, de encargadas del hogar, por mencionar algunos ejemplos.

En mi caso particular, no puedo obviar el hecho que es casi seguro que he tenido conductas machistas, la pregunta de los 64 mil es, ¿Qué he hecho para cambiarlo? Este no es el espacio para compartirlo, los inventarios morales de cada uno son cuestiones privadas.

El homicidio de Santiago Nasar, a pesar de estar justificado por una cuestión de honor en una época en la que eso era admisible—hoy en día hay partes del país en que la violencia contra las mujeres se justifica por la cultura del lugar—no es algo aceptable en ningún momento, en ninguna circunstancia, así como la inacción ante situaciones inmorales tampoco debe tener cabida, ¿cierto?, pero ¿desde la perspectiva de quién una acción u omisión es inmoral? No creo que exista una respuesta de verdadero o falso, correcta o incorrecta, pero sí estoy seguro de que se requiere valor para vencer la indiferencia; sin embargo, me cuestionó también, ¿hay que saber en qué momentos debemos sobreponernos a ella?

Está claro que no podemos dejar de lado este tipo de situaciones complicadas entre géneros y quizá sea sano que nos causen conflictos internos, porque la moral no es sólo un árbol que da frutas y lo correcto o incorrecto, lo socialmente aceptado o rechazado no puede depender solamente de reglas en un libro o de mandatos aceptados por una colectividad, sino que debe venir de cada uno de nosotros, aunque signifique dar pie a una disputa interior o exterior.

Como dice el meme: la paz nunca fue una opción, aunque eso no significa que deba haber una guerra, ¿o sí?



[i] Prado-Carrera, Gina Jaqueline, “La moral y la ética: Piedra Angular en la enseñanza del derecho”, Opción, Maracaibo, vol. 32, núm. 13, 2016, pp. 369-390, disponible en https://www.redalyc.org/pdf/310/31048483019.pdf (consultado el 21 de noviembre de 2022).

 

[ii] De la Garza, Claudia y Derbez, Eréndira, No son micro. Machismos cotidianos, México, Grijalbo, 2021, pp. 164-165.

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