La Justicia de los Mil Demonios: Una mirada iconográfica decolonial

 


Grandes historias comparecen en los muros de los templos afrescados por los indígenas en Abya Yala (América Latina le dicen), obligados a interpretar una narrativa que no entendían y con el objeto de ayudar a controlar a través de imágenes amenazadoras a sus coetáneos. 

La muerte se convierte para los españoles en un sistema de control moral, más eficaz que cualquier sistema normativo civil. Las iglesias se vuelven un espacio para la formación espiritual sin ninguna consideración sobre las propias cosmovisiones, las cuales simplemente son literalmente satanizadas, perseguidas y sancionadas. El inframundo, el lugar donde el alma va a descansar se convierte en el infierno, la violencia de este hecho es inaudita, tanto que produce una frustración casi genocida, la pérdida del referente cultural es fatal. 

La justicia es representada en esta pintura mestiza, hecha por indígenas bajo instrucciones de sus evangelizadores pero con cierta licencia poética. Se trata del juicio final, una escena recurrentemente elaborada en la pintura medieval pero que en el Nuevo Continente debía tener ese efecto de disuadir a los idólatras y pecadores; casi siempre dos planos: aquél donde la justicia divina premia a los piadosos y otro donde se representa a los condenados sufriendo penas terribles.

Destaca por mucho la pintura andina, quizá el culpable sea Guaman Poma de Ayala y su Nueva Crónica y Buen Gobierno quién nos hizo poner atención en las imágenes, y concretamente en un templo: Parinacota en la frontera entre Chile y Bolivia. 

El muro en cuestión en Parinacota tiene al centro la imagen de San Miguel arcángel con armadura y casco, porta una espada levantada y en la otra mano sostiene una balanza en cuyos platos se representa la figura de dos almas. La primer ánima suplicante, la segunda es tomada de los cabellos por la garras de un demonio que yace postrado bajo los pies de San Miguel. A la izquierda de esta figura central se observan tres tumbas abiertas desde las cuales emergen tres cuerpos resucitados: en una de ellas el retornado a la vida abandona una máscara o cráneo. 

Aquí el infierno se representa aquí como un lugar con fuego y humo, donde los demonios someten a las almas a diversas penas, destaca una rueda a la que están atados cinco condenados y que es movida por un demonio negro mediante una manivela: se trata del castigo a los soberbios y orgullosos. Esta misma imagen la encontramos en el Convento de Acolman en México.


Sabemos que en estas pinturas los condenados son indígenas porque los españoles eran representados con barba, además hay una buena cantidad de mujeres, una representación además paradójica, porque aunque sufren y lloran (se ven sus lágrimas) se les ve sonrientes. A mi parecer una propedéutica bastante errada basada en una especie de sadomasoquismo que en gran medida persiste hasta ahora, la justicia es dolorosa, se espera que sean otros y otras a sufrirla, se espera huir de las penas o en su caso sufrirlas en vida; pero quien tiene el control y el poder se exenta de las mismas, simplemente no están ahí representados, por ello lo mejor es estar de lado de quien manda o gobierna; la justicia no es para todos, sino para los miserables que no se enteraron de que existía.

Así que son los demonios los que se encargan de impartir justicia, miles de ellos, con diseños en su pelaje muy peculiares, hasta exóticos podríamos decir; no hay mucha esperanza ahora el Mictlán, Xantolo, Uku Pacha, el Inframundo, fueron proscritos; también el más allá lo controla el conquistador; no nos dejaron nada, todo nos lo quitaron, pero al menos los días 1 y 2 de noviembre lo hacemos a nuestro modo.

Comentarios

  1. Excelente narrativa e interpretación sobre expresiones válidas y difíciles de olvidar.

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