El libro y la asesoría de Rudolph Giuliani que explican la segregación urbana en Tepito

                                                                 


                                                                                                                                                Por Valeria Hernández Reyes

Hace 20 años, Andrés Manuel López Obrador, Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal y Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública, decidieron contratar a la empresa de seguridad Giuliani Partners para el desarrollo del programa Cero Tolerancia con el objetivo de bajar los índices delictivos en el Centro Histórico.

Hasta la fecha, el corporativo estadounidense es propiedad del famoso ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. El servicio más vendido por su compañía se basa en la teoría de las ventanas rotas, un modelo teórico de criminología que fue aplicado exitosamente por Giuliani para eliminar la delincuencia en la Gran Manzana. Sin dudarlo, los funcionarios mexicanos contrataron los servicios de la empresa para disminuir la violencia en el famoso Barrio de Tepito. 

Un día de agosto, a las 6 de la mañana, una comitiva de 300 agentes de seguridad acompañó al asesor neoyorkino a una inspección al barrio bravo de México y su visita derivó en un plan de 146 recomendaciones para abatir la corrupción y el crimen. Sin embargo, lo que a Giuliani le faltó hacer, fue haber leído el libro Chin Chin el teporocho (Armando Martínez, 1971), una novela urbana de denuncia social que aborda la violencia en Tepito como resultado de la desigualdad económica causada por la modernización del país y las fallidas políticas públicas del momento.

Rogelio, el protagonista del libro, describe el desempleo, hacinamiento, alcoholismo, drogadicción, prostitución, corrupción policíaca, crimen, contaminación ambiental, problemas de salubridad y venta de contrabando como el pan de cada día de Tepito. Cada personaje es el reflejo de la comunidad tepiteña moldeada por las políticas públicas de los años sesenta y principios de los años setenta. De 1954 a 1970, los presidentes Adolfo Ruiz Cortínez (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) instalaron la filosofía económica del desarrollo estabilizador del Milagro Mexicano, un modelo que garantizó una estabilidad macroeconómica y un crecimiento económico, a expensas de no invertir en bienestar social.

Por medio de los problemas que enfrenta cada personaje de la novela de Martínez, se comprende al Milagro Mexicano como una política económica capitalista que causó marginación y delincuencia. Rogelio y sus amigos experimentan la violencia horizontal, aquella que sucede entre individuos por causas como el hambre y la  falta de empleo. Sonia, la prima de Rogelio, encarna la violencia vertical ejercida por el Estado, ya que es una víctima de la Masacre de Tlatelolco de 1968. De esta manera, los personajes se van demoliendo uno a uno por cada golpe del exterior hasta convertirse en alcohólicos, es decir, en teporochos. 

La lectura de esta novela es recomendable porque su autor, Armando Martínez, fue originario de Tepito y participó en el Movimiento estudiantil del 68. Son sus propias experiencias lo que lo llevaron a  dibujar perfectamente lo que es vivir en desventaja política, económica y social.

Al leer la novela, tomando en cuenta la política Cero Tolerancia, nos percatamos de que actualmente la vida ahí no es muy diferente. Al igual que el Milagro Mexicano, el programa diseñado por Rudo Giuliani para Tepito no resolvió ningún problema de raíz. El Centro Histórico sí mejoró, pero su periferia quedó excluida de este bienestar. Como sucedió en El Bronx de Nueva York, Tepito fue el destino final de todos los puestos ambulantes. Es decir, la estrategia solo sirvió para desplazar todo lo “indeseable” a un espacio. 

México Evalúa en colaboración con la Universidad de Stanford comprobó que la política implementada fracasó rotundamente y que hoy por hoy hay más violencia.

Chin chin el teporocho, es una crónica de Tepito que nos permite entender que la injusticia social también es espacial. Estamos divididos como sociedad y territorialmente. A las personas estigmatizadas se les arrincona en ciertos puntos de la ciudad donde esperamos que no salgan, no se muevan y sobrevivan como puedan. Mientras los privilegiados pueden moverse por todos lados, incluso en esos espacios desacreditados. Pero eso no es todo, en México la segregación urbana aumenta en forma de fraccionamientos cerrados. Nos amurallamos, fomentamos un urbanismo defensivo y esto se extiende a modelos de centros comerciales cerrados. Tristemente todo esto es una imitación del modelo de la vida estadounidense. Solo queda pensar en políticas públicas y un diseño urbano justo para Tepito. Un plan propiamente mexicano, que propicie una convivencia digna y que llegue a ser símbolo de equidad y no de inequidad.


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