¿Derecho cultural o consumismo?

 


                                                                                                                                                    Por: Arturo Reyes

En sus orígenes, la cultura tenía una finalidad clara: potencializar capacidades individuales y colectivas. Este concepto nació en la Ilustración y representaba una herramienta fundamental para la transformación del sujeto. Para Beuchot (2005), la cultura puede ser vista como “…el cultivo de todo aquello que nos ayuda a colocarnos en la realidad del entorno, no sólo natural sino social” (p. 9), porque la cultura instruye, pero hay que subrayar: la cultura educa para bien o para mal, individual y/o colectivo, como lo refirió Durkheim (2011) en sus estudios sociales.

En la actualidad, ¿se traiciona la esencia metafórica de la palabra cultura? Por lo general, en la sociedad contemporánea no se cultiva ni se invita a que el receptor se cultive a sí mismo —los intereses culturales dependen de la oferta y de la demanda y como éstas son inestables, la cultura también lo es—.

Sin lugar a dudas, la cultura se moldea según las necesidades de consumo mundial, la figura del receptor cultural ha cambiado; ahora se llama consumidor porque “La cultura se asemeja hoy a una sección más de la gigantesca tienda de departamentos en que se ha transformado el mundo, con productos que se ofrecen a personas que han sido convertidas en clientes” (Bauman, 2013, p. 21). Entonces, ¿la cultura se administra con el ánimo de ilustrar o de vender? ¿Qué opina el lector? ¿Qué diagnóstico arrojan sus intereses en las redes sociales? ¿De qué objetos culturales rodea su vida?

El que suscribe no escapa a la norma. Me rodeó de objetos culturales afines a mi contexto, a mi formación y a mis intereses de consumo; por ejemplo, mientras escribo escucho al etnomusicólogo Jorge Reyes, oriundo de la ciudad donde nací. Además, ayer asistí a la presentación de la reedición de un libro: La libertad tiene otro nombre, del poeta uruapense Carlos Eduardo Turón —premio Xavier Villaurrutia 1979—. Compré el poemario y adquirí otros dos de poesía, El corazón preso de Concha Urquiza y Elegías en la muerte de Pablo Neruda de Ramón Martínez Ocaranza, escritores michoacanos, como el suscrito, en búsqueda de la herencia cultural.

Así que, ¿la formación cultural de una persona deriva del contexto social? ¿El contexto social es creado o alimentado por la cultura de sus habitantes? ¿Ambos se alimentan para establecer públicos de consumo o manifestaciones culturales? ¿Hay manifestaciones culturales con mensaje universal como la poesía? Turón respondería:  

 

La poesía,

agrava riesgos.

Conspira y abre barricadas,

revive incendios,

reanuda sediciones.

           

            Salva exilios silvestres.

 

            Muertas constelaciones la iluminan.

(Turón, 2018, p. 41)

 

Referencias.

Bauman, Z. (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. FCE

Beuchot, M. (2005). Interculturalidad y Derechos Humanos. Siglo XXI

Durkheim, É. (2011). Las reglas del método sociológico. Colofón—Gandhi ediciones

Turón, C. E. (2018). La libertad tiene otro nombre. Malpaís Ediciones

Comentarios

Entradas populares de este blog

Reseña de la obra "Paco Yunque" de César Vallejo (1892- 1938)

El color del cristal con que se mira: el uso de las máximas de la experiencia en los juicios

El populismo punitivista en Harry Potter