Juan Pérez Jolote, voz del pluralismo jurídico
Por Manuel de J. Jiménez
El
pluralismo jurídico no sólo se reconoce a través del trabajo sociológico,
antropológico y de campo en comunidades y poblaciones, pues en algunos casos
colinda con el quehacer literario. Esto se observa en Juan Pérez Jolote. Biografía de un tzotzil (1948) –recientemente
reimpreso y liberado por el FCE−, libro clásico del antropólogo Ricardo Pozas.
Desde las primeras palabras, se advierte que es “un relato de la vida social de
un hombre en quien se refleja la cultura de un grupo indígena”. El drama se da
al enterarnos de primera persona quién es ese Juan, subjetividad que hubiese
pasado al anonimato colectivo de no haber sido por la pluma de Pozas, por quien
sabemos que fue un niño violentado y un revolucionario acarreado. Juan regresó
a su tierra para volver a ser chamula y terminó siendo autoridad querida y
respetada.
La narración resultó
sobrecogedora y memorable para los lectores, ofreciéndose como modelo para la
famosa Biografía de un cimarrón (1966) de Miguel Barnet y orientándose en esa
época como una nueva fuente de literatura de no ficción, testimonio y novela
testimonial. En lo que nos concierne, Pozas apunta algunas consideraciones
sobre la organización social, política y religiosa. Sobre lo jurídico, despacha
en una oración: “Un derecho consuetudinario ejercido por todo el pueblo y cuyo
cumplimiento es vigilado por sus propias autoridades”. Lejos de idealizar o
afianzar la postura del intelectual comprometido con la visión idílica de lo
indígena, la narración brinda un retrato de cómo funciona ese pluralismo jurídico
en voz del propio Juan. Además del valor de la tradición, se mencionan los
rigores disciplinarios y una cuestión difícil de asimilar para el derecho
letrado: el uso ritual del alcohol. Así, el aguardiente estaría en la mano de
la justicia:
Para
gobernar al pueblo, para arreglar a la gente, para hacer justicia, cada vez hay
que tomar aguardiente. En el cabildo se reunían las autoridades y todos tomaban
cada vez que tomaba el presidente. Todos los que pedían justicia, todos los que
tenían delito, llevaban a las autoridades uno o dos litros de aguardiente. El
presidente tomaba y tomaban también las autoridades. Cuando conforman a los
hombres que se pegan, cuando apartan a los hombres de las mujeres con quienes
han vivido, cuando hay que repartir la tierra entre los hijos de los que se han
muerto, cuando hay que devolver las tierras que se han vendido, todo se arregla
con trago, todo es una borrachera.
La
justicia se hace en todas partes; en el cabildo, en la casa del primer
gobernador, en la plaza frente a la iglesia.
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