Monseñor Gerardi: lucha y martirio por la memoria guatemalteca



Por Manuel de J. Jiménez

De la pila de libros que tengo para leer, en vacaciones logré avanzar un poco. Entre ellos, uno que debe ser leído por quienes estén interesados en el desarrollo y lucha por los derechos humanos en América Latina. Se trata de la biografía novelada de Monseñor Juan Gerardi Conedera (1922-1998): En la Mirilla del Jaguar, de la poeta y periodista Margarita Carrera. El libro apareció en 2002 por el FCE de Guatemala y tuvo una segunda edición en 2005. Se trata de una novela intensa, cercana a la novela testimonio, donde se recrean –con fragmentos verídicos de informes, cartas y entrevistas− algunos pasajes de la vida de Gerardi, entre ellos, su obispado en Quiché y su formación en la teología de la liberación, los atentados frustrados, la defensa de los derechos humanos, su exilio costarricense y, por supuesto, el proceso de elaboración del informe REMHI (Recuperación de la Memoria Histórica) durante cuatro años de extenuante trabajo interdisciplinar que terminó con los cuatro tomos de Guatemala Nunca Más.  

            Desde mi punto de vista, el informe REMHI es el proyecto clave que circunda esta novela de no ficción. Desde un inicio, en las escenas donde los kaibiles se preparan para matar a monseñor, se cita el informe. Al final, Carrera narra cómo el proyecto de informe le devolvió a Gerardi el sentido de vida, la alegría y las fuerzas para seguir luchando en medio de una sociedad devastada por el conflicto entre la guerrilla y el ejército, pues –como dicen las Escrituras− “la verdad os hará libres” y, aunque duele afrontarla, es el instrumento común para sanar los espíritus. Gerardi no es retratado en el libro como una figura santa, sino como un hombre de carne y hueso que duda, sufre, bebe whisky para calmar sus nervios y lanza sus plegarias al cielo. Sobre el cuidado y proceso de elaboración del REMHI, el eje central fue el acopio de testimonios que podían ser individuales o comunitarios. Sobre esto, se dice que a Gerardi:

 

(…) Luego, le urgía la elaboración de una metodología, en donde era fundamental recoger los testimonios de víctimas y victimarios. Lo que más interesaba era la historia de los sobrevivientes, su destino y proyectos de vida. Para ello, debían aprender a escuchar y facilitarles a las víctimas el desahogo de sus emociones. Así se estaba reconstruyendo una historia que nadie, antes, había relatado.

 

Algo me sucedió con este libro cuando llegué a la parte donde se presenta Guatemala Nunca Más ante una catedral rebosante de ciudadanos, feligreses, activistas de derechos humanos y amigos. Imaginé la homilía de monseñor y no quería continuar con el “Epílogo”. De hecho, me detuve y me puse a hacer otras cosas, resistiéndome a terminar la novela.  Sabía lo siguiente: el horrendo asesinato del 26 de abril –próximo a conmemorarse− que sacudió a la sociedad guatemalteca. Cuando lo hice, descubrí un final donde la autora demuestra sus habilidades periodísticas y que, sin duda, ayuda a clarificar el crimen político.

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