Minority Report: Debido proceso, libre albedrío y statu quo

 


Por Edgardo Barona Durán

“You can choose” (“Puedes elegir”), son las palabras que en la obra cinematográfica “Minority report” le dice la precog Agatha[1] a John Anderton para que no siga su destino profético y pueda así transformarlo. Si bien esta película se basa en el cuento de Phillip K. Dick, es decir, no narra la historia tal cual, sino que lo adapta a la pantalla con otro tratamiento, cabe mencionar que el trabajo realizado por los guionistas Scott Frank y Jon Cohen es acertado.

En ambas obras la línea argumental se centra en el debido proceso y en el “libre” albedrío, pues una pregunta (y reto) constante para la humanidad es ¿por qué el humano mata? Algunas coordenadas útiles pueden ser proporcionadas por el Homo amoeba, aquel ser que prioriza su supervivencia por encima de cualquier ataque, en donde encontramos a la legítima defensa como uno de los extremos positivos, en el que podría ser permisible acabar con la vida de otro ser por conservar la propia, pero puede llevar a extremos negativos a través de la acumulación avara de recursos naturales, medios, estatus y oportunidades. Un porcentaje de las poblaciones carcelarias en el mundo denotan que las sentencias relacionadas con crímenes económicos son abundantes, desde el robo famélico hasta los delitos de cuello blanco, pero otros son cometidos por el Homo emotionalis, pues es muy común que los humanos basen sus acciones en sus emociones, desde delitos sexuales hasta crímenes pasionales, cometidos con fundamento en el deseo, el rechazo o incluso el reconocimiento. Pero hay otro tipo de criatura dispuesta a cometer crímenes por conveniencia y beneficio propio, el Homo dominus, aquel ente que posiblemente cuente con suficientes medios materiales para su supervivencia, que puede no solo pertenecer al status quo, sino que lo confecciona, lo alimenta y estaría dispuesto a hacer todo por mantenerlo, o incluso de forma discursivo-material para establecer “quién manda”, acciones que pueden ser englobadas en el título del álbum “Vulgar display of power” del grupo de rock pesado Pantera. En resumen, unos podrían matar por necesidad, otros por deseo, y algunos más porque pueden (e incluso, tienen la ley y las estructuras institucionales a su favor).

Con estas coordenadas adentrémonos en la historia de Phillip K. Dick, quien desde la ciencia ficción nos narra el sistema de “precrimen” para una sociedad en donde los asesinatos han logrado controlarse y prevenirse con la ayuda de tres “precogs” (precogniscientes), seres cuasi autistas (aunque en la novela los refiere como “idiotas babeantes”) que tienen visiones y premoniciones que son interpretadas por una máquina que las muestra al cuerpo de policía y que previsualizan asesinatos que serán cometidos (con al parecer bastante certeza) en un futuro cercano-mediato, situaciones en las que el escuadrón precrimen, liderado por John Anderton, actuará para prevenirlos, deteniendo así a presuntos criminales que son atrapados y encarcelados por crímenes que nunca fueron/serían cometidos. La mayoría de las veces los precogs están totalmente de acuerdo y emiten “majority reports” (la versión del futuro que cada uno ve y coincide con la de los demás), pero en ocasiones, solo dos de las visiones de los precogs están de acuerdo y la otra no, por lo que emite un “minority report” (reporte minoritario), que representa tal cual un futuro no coincidente donde puede entrar el “beneficio de la duda” o la “duda razonable”, y que abre la posibilidad de que el libre albedrío nos ayude a decidir en un último momento no ser víctima de las circunstancias, no actuar conforme a los causas y efectos estructurales ocasionados por aspiraciones o estímulos sociales que nos hacen actuar en consecuencia, esa sujeción foucaultiana que hace de los individuos “sujetos”.

Si bien este planteamiento es en sí ya muy interesante, es preciso mencionar el conflicto al que se enfrenta el protagonista en la novela (motivación que es diferente en la película, y no por ello menos interesante, pues pone en el reflector la falibilidad, no del sistema, sino humana), y es el que se refiere a una cierta violencia inherente a ciertos humanos que los hace más propensos al uso de la fuerza para imponer su propia estructura a los demás, y que tiene que ver con un cierto grupo que elige imponer la jerarquía mediante el uso de las armas (así como su fabricación y venta). El sistema de “precrimen” favorece una cierta paz social, pero en el camino priva del libre albedrío, además de excluir a la clase guerrero-militar tan presente en la historia de la humanidad, y es por ello por lo que a John Anderton se le tiende una trampa y se le incrimina para hacer ver que el “precrimen” no funciona, y que sería mejor volver a tomar las armas para el mantenimiento de una paz romana en la sociedad.



[1] En el cuento su nombre es Donna.


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