El engaño detrás de la justicia vendada
Por José Ramón Narváez
La imagen de
la justicia que usa una venda en los ojos[1] es un elemento enigmático,
por el modo y momento en que se introdujo en la iconografía, hasta cierto punto
como parte de un ardid ¿de quién? Y ¿Por qué? Son justamente las preguntas que
nos llevan a una iconología jurídica que fue motivo, de las preocupaciones de
Mario Sbricolli. Según nos cuenta el iushistoriador, esta representación aparece en una obra publicada en 1494 a cargo del
Decano de
La crítica
al paso del tiempo se convirtió en el elemento cotidiano de la alegoría, lo que
era ironía su transformó en atributo. Y ¿cuál era esa crítica? Brant critica a
los temerarios que emprenden juicios, simulan que buscan justicia, pero en
realidad quieren confundir a los jueces, esto hace dudar de quién es el
verdadero protagonista de la alegoría: ¿si la justicia o el loco que también
parece un bufón? es decir, alguien que se mofa de la justicia. Pero también podría hacerse una lectura al revés: el loco representa irónicamente la coherencia, algo así como lo
que plantearía Erasmo de Rotterdam dos siglos después es su Elogio a la locura, la prudencia comenzaba
a transformarse en simulación[2].
La venda
significa muchas cosas: engaño, ignorancia, juego (como hacen los niños al
ponerle la cola al burro o pegarle a la piñata), ensombrecimiento, burla (como
en el caso de Jesús de Nazaret cuando fue sometido a la misma por parte de la
soldadesca), azar (como la representación de cupido vendado), y en nuestros
días podría hasta significar secuestro, abyección; todo reconducible a una noción:
“justicia ciega”, que puede significar muchas cosas, pero en principio no
parece algo agradable, en principio porque la visión es una de las facultades humanas
indispensables para algunas actividades, como es el caso de la justicia entonces
¿Por qué negarle a la justicia esa posibilidad? Hay algo de violencia en esto
física o política. En las narrativas de la cultura popular sólo un superhéroe
como Daredevill es capaz de suplir esta deficiencia echando mano de sus otros
sentidos.
Para
Sbricolli el asunto se entiende mejor si recurrimos a la segunda representación
relacionada a
Pero poco a poco la venda fue resignificándose, adquiriendo el atributo de
la imparcialidad, no mira para no hacer distingos, para guardar su sana
distancia respecto de los justiciables, claro necesita que alguien la guíe, y
en la iconología moderna esa tarea le corresponderá a la ley, el juez entonces
respetando la metáfora, perdería la circunspección y el criterio, para ser
substituido por la mansedumbre al principio de legalidad lo cual aspira a traer
seguridad, un mensaje muy común en el siglo XIX. De todos modos, la ceguera no
garantiza la imparcialidad, sino una especie de albur que tal vez para algún
analítico pudiera ser cuantificable y tal vez deducible, y al final de algún
modo, no racional, el juez tendría que decidirse por un lado u otro guiándose
de otros elementos, pero prescindiendo del más importante, la vista que da
alcance y proporción a las cosas.
Hoy parece que el paradigma judicial es otro, el elemento ético y
prudencial nuevamente en campo, sugieren quitarle la venda de los ojos a la
justicia, iconográfica e iconológicamente hablando.
[1] Cristaldi, Rosario Vittorio, “La benda
della Giustizia”, en Tempo e immagine: quattro studi di iconologia,
Pagus, Paese, 1992, p. 9-46. PROSPERI, Adriano, Giustizia bendata: percorsi
storici di un'immagine, Einaudi, Torino, 2008. Atribuido a Durero.
[2] “Yo trataría también de la simulación y explicaría completamente el
arte de fingir en cosas que por necesidad parece que la requieren, pero tiene
tan mal nombre que estimo de mayor necesidad prescindir de ella y aunque muchos
digan: Qui nescit fingere nescit vivere,
también muchos otros afirman que es mejor morir que vivir en esta condición.”
ACCETTO, Torquato, La disimulación
honesta, El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2005, p. 99.
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