Entre sangre, delitos, penas y muerte
Por Alba Nidia Morin
Flores
Han pasado cincuenta y cinco
años desde que se publicó por primera vez A
Sangre Fría, obra literaria cuyo estilo ha sido considerado como
novela-realidad o nota periodística con elementos tomados de la novela. Aunque
en un principio la narración recibió muchas críticas por parte de la comunidad
literaria por considerar que este tipo de literatura no era digna de un
escritor serio, lo cierto es que con ella el escritor y periodista Truman
Capote se consagró como uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo
XX.
La obra relata un
cuádruple homicidio ocurrido el 15 de noviembre de 1959 en el pueblo de Holcomb,
en el Estado de Kansas, contra los miembros de la familia Clutter (William,
Bonnie, Nancy y Kenyon) a manos de
Richard Eugene Hickock y Perry Edward Smith. El robo planeado por estos últimos,
terminó en un terrible asesinato a sangre fría. Los criminales se conocieron en
la penitenciaria del Estado de Kansas cuando cumplían sus respectivas penas; el
primero, por fraude; el segundo, por robo con violencia. Ambos fueron
condenados a la horca por el crimen contra la familia Clutter y ejecutados seis
años más tarde.
El minucioso
trabajo de investigación llevado a cabo por Capote se advierte desde sus
primeros párrafos, el apego a los hechos se identifica claramente en la
narración, con ello la intensidad del relato se mantiene en las más de trescientas
páginas que componen la novela. Sin embargo, la riqueza de la obra va más allá
del recuento magistral de los atroces homicidios y de la profundidad con la que
aborda el mundo psicológico y emocional de Smith y Hickock, pues la novela propone
una álgida reflexión sobre el mundo jurídico de los delitos, crímenes y sobre
todo de la pena de muerte.
A sangre fría es un recordatorio de las más de 26, 604 personas actualmente
condenadas a la pena de muerte en el mundo, de las condiciones económicas,
sociales y culturales que rodean a los criminales, de la severidad de las
penas, de la crueldad y la violación a los derechos humanos que la pena de
muerte implica. Es el recuerdo del desprecio por la vida humana y lo ilógico
que resulta la protección de esta como un valor esencial dentro de los Estados
y al mismo tiempo el menosprecio a ella a través de la pena de muerte. Es el
recuerdo de que la sangre fría la posee quien comete un crimen, sea una persona
o el Estado mismo.
Así, la obra es
ampliamente recomendable, pues constituye un relato apasionante que permite la reflexión
y crítica sobre los criminales, las penas y las sanciones, temas que merecen
ser repensadas actualmente.
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