Los horrores literarios de un divorcio. Sobre “Palais de Juctice”

 


Por Manuel de J. Jiménez

Di con la figura de José Ángel Valente (1929-2000) durante las últimas vacaciones gracias a la lectura de las cartas que mantuvo con el poeta José Lezama Lima, a quien llamaba “maestro cantor” y cuya relación de alumno-maestro me recordaron las cartas de este último con José Carlos Becerra. Allí se observa un diálogo delicioso entre ellos que se interrumpe con la muerte del poeta de la calle de Trocadero. Leí después algunos poemas de Valente y me llamó la atención un libro póstumo titulado Palais de Justice (Galaxia Gutenberg, 2014), bajo la edición de Andrés Sánchez Robayna, quien funge como su albacea literaria.

            Compré el libro y, les confieso, tenía mucho tiempo que no leía una narración como esa, donde se retratara de una manera tan vívida los efectos mentales que sufren aquellos que se someten a la violencia institucional del derecho: un diamante en bruto para el estudioso de la cultura literaria del derecho. ¿Acaso cercano a Kafka? Puede ser, pues Sánchez Robayna menciona en el prólogo cómo por aquellos años de su escritura, el poeta leía al novelista praguense. Además de filólogo, Valente tuvo una primera formación en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela. Quizás este ejercicio en parte autobiográfico de escritura, evocó su temporada como estudiante de Leyes.

A petición expresa del autor, Palais de Justice, cuyos fragmentos fueron publicados parcialmente en vida de Valente, no podía ver la luz hasta la muerte de su primera esposa. Esto ocurrió en marzo del 2013, con el fallecimiento de la traductora Emilia Palomo, quien –dicho sea de paso− vertió al español la prosa de Orwell. Valente ejerció la crítica literaria en Ínsula y Cuadernos Hispanoamericanos. En 1953 contrajo primeras nupcias. En una entrevista, admitió que su primera relación matrimonial no partía del amor y contrastó con su segunda esposa: “«Me casé poco después de licenciado y, con mi formación católica, enseguida dejé embarazada a mi mujer, procreé pronto (…) Tan solo era un marido reproductor, tuve hijos, pero lo que es la unión amorosa no la conocía hasta estar con Coral»”. Fue lector en Oxford y desde 1958 radicó en Ginebra como traductor oficial de la OMS y después se trasladó a Paris, en 1982, para traducir para la Unesco. La vida de Valente no fue fácil pues, además del divorcio, tuvo que sobreponerse a la muerte de su hijo, Antonio, quien murió en 1989 a los treinta y tres años a causa de una sobredosis. El poeta buscó sanación con el poemario No amanece el cantor (1992).

Entre lo onírico, simbólico y reglamentario, Valente nos regala un relato breve que no tiene desperdicio en ninguna línea. Desde el inicio la presencia de la gran urbe devora al narrador y las instituciones de disciplinamiento social hacen emerger una consciencia patológica por la figura de su exmujer, con quien tiene que carearse en la Sala C del Tribunal de Primera Instancia. El dolor, la culpa, el resentimiento y lo emocionalmente indecible generan una atmósfera intratable. “Todo acto de amor se convertía, aún antes de nacer, en acto de juicio. Extraño personaje el que por largos años te acompañó en la vida, acumulando pruebas, allegando testigos, sembrando confidencias para poder demostrar, llegando el caso, que sólo tú, en rigor, eres culpable.” Para el derecho familiar, este librito pone en crisis la cómoda dicotomía entre demandantes y demandados, víctimas y victimarios, ganadores y perdedores, sentimiento y razón. Muchas veces el amor/desamor es agenciado por el discurso judicial y en ese acto se pierde todo gesto de humanidad. Lean este libro.

Comentarios

  1. Guardado en mi tablero de favoritos de Pinterest.
    Una vez llegó una propuesta a la cámara de Diputados para que los matrimonios tuvieran un plazo legal, como de 3 años, y si querías seguir casado pues volverte a casar. La verdad, no me parece descabellado.
    Aparte de que el divorcio es doloroso, también hay una doble carga por no saber convivir con las nuevas dinámicas, me refiero a los medios hermanos, las segundas esposas, los segundos maridos.
    La realidad es que la familia se expande después de un divorcio, no se hace más chica. Creo que el Derecho familiar tiene por ahí algo que replantearse.



    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reseña de la obra "Paco Yunque" de César Vallejo (1892- 1938)

El color del cristal con que se mira: el uso de las máximas de la experiencia en los juicios

El populismo punitivista en Harry Potter