La paloma espera. Sobre “La documentación de los procesos”
Manuel de J. Jiménez
Cuando escuché el título del libro de
poesía de Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979), La documentación de los procesos, me entusiasmé por ese giño
iuspoético. Ya lo leía en la pregunta de la contraportada: “La documentación de
los procesos, sí, pero ¿cuáles son los procesos de los que da testimonio la
poesía? ‘Fuimos perdiendo el orden’, nos avisa una de las voces que toman la
palabra”. Disfruté el poemario. Sin embargo, poco leía esa iuspoética de mis expectativas,
pues más bien el poeta tamizaba algunas anécdotas y descolgaba de su habitación
algunos cuadros familiares para que nosotros pudiéramos leerlos y conmovernos
con ellos.
La iuspoética quizás
estaba parcialmente en la metodología poemática –si se me permite la
expresión−, es decir, en el procedimiento del poeta que documenta (docere:
enseñar) testimonios, declaraciones o “pruebas” para abonar una causa. La
“causa”, claro está, no es jurídica. Además de esto, podría encontrar algo en
el poema cuyo verso inicial es “Viene de tomar su sitio entre las flores
carnívoras” que habla sobre el padre abogado. Sin embargo, por lo que sé de
Hernán, este poema es el preludio de un poema largo que llevará el título de
una tesis profesional de la Escuela Libre de Derecho. Habrá que esperar para
leerlo.
Me gustaría, más bien, hacer un comentario sucinto al poema “La paloma espera a que se riegue el agua”. En una reseña del libro titulada “La memoria como pulso” de Cruz Flores, publicada en Letras Libres (https://www.letraslibres.com/mexico/revista/la-memoria-como-pulso), se dice que este poema “yuxtapone a la naturaleza en forma de una paloma con la tensión de un cuerpo sufriente”. En efecto, el poema mantiene una técnica de yuxtaposición hasta cierto punto. Además, con el verso “El de manos temblorosas” precedido de un espacio, el lector visualiza un personaje sufriente que mantiene una tensión dramática. Esto corresponde con lo anotado por Cruz Flores, no obstante, en mi lectura el poema va más allá de una relación tensada de dualidades.
El giro y la resolución
del poema está en la última estrofa. El personaje protagónico es la paloma paciente, que la encontramos desde el
primer verso. Al final, se queda atrapada en la recepción hospitalaria.
Probablemente es una paloma oscura, no la nívea santificada del cielo,
reproduciendo la gestualidad de los pacientes cansados de esperar su turno. A
diferencia del primer mundo, en esta jornada burocrática la vida se dilapida
“porque hay órdenes, apellidos,/ una recepcionista que asiente/ como un girasol
detrás de todo esto”. De alguna manera, el poema es una estampa sobre la
burocrática, una nota del rito de la espera en la atención de los servicios
públicos y la antesala del drama ocasionado por la negación del derecho a la
salud.
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