Julio Torri: un abogado crítico y “desencantado” del derecho de su tiempo

 


Por Víctor Romero

Julio Torri es un escritor que aún no ha sido leído como merece. Las breves narraciones que ofrece a los lectores brillan por su inteligencia y estilo. En algunas antologías de cuento breve o microficción podemos leer parte de su trabajo. De hecho, para muchos especialistas, Torri es el precursor de este tipo de géneros en nuestro país. Sobre su vida, se puede apuntar que fue un miembro activo del Ateneo de la Juventud en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, junto con intelectuales de la talla de José Vasconcelos, Alfonso Reyes o Pedro Henríquez Ureña. Lo que no saben muchos, es que Julio Torri ejerció algunos años como abogado para convertirse poco a poco, como dice Manuel de J. Jiménez, en un “abogado desencantado”.

            Jiménez escribió un libro breve, haciendo justo honor a su maestro de escritura, para su quincuagésimo aniversario luctuoso: Julio Torri, abogado desencantado (UAdeC, 2021). Desde un inicio se menciona que la obra de Torri es propicia para los estudios de Derecho y Literatura.  Después, Jiménez se detiene en revisar la tesis que el estudiante de leyes presentó en 1913. “Breves consideraciones del juicio verbal” es un texto que muestra las preocupaciones de joven escritor. No puede afirmarse que Torri es un autor marxista, sin embargo, según lo que él mismo comunicó en una carta a Alfonso Reyes, al parecer los sinodales leyeron en clave socialista de la Segunda Internacional su propuesta de titulación. De esta manera, en su tesis se pueden sacar varias reflexiones críticas.

            Entre otras cosas, Torri reprocha la lógica del principio liberal que afirma que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. En sus palabras, “es una aberración humana que juristas y legisladores invocan mecánicamente como necesaria para el sometimiento del orden social”. Para el tesista, los ciudadanos se les debe comunicar fácilmente los contenidos de las normas para realmente entenderlas, más aún cuando en la sociedad porfirista la mayoría de la población no sabían leer ni escribir. La propuesta para remediar los formalismos excesivos es simple. Julio Torri desarrolló una defensa del juicio verbal, pues la oralidad y la palabra es el medio idóneo para corregir, en la medida de lo posible, la injusticia en los procesos. Inclusive, al final de su tesis, sugiere que el juicio verbal puede ayudar al país para resolver el problema de la justicia indígena. Lo que lo coloca como un posible precursor de la moderna teoría del Pluralismo jurídico. Una hipótesis que no se debe descartar.

            Después de titularse, el Lic. Torri trabajó durante un periodo corto como funcionario público y postulante en el despacho de José Vasconcelos. Se puede leer en sus cartas, lo difícil que fue para él tratar con los clientes y someterse al ambiente de los tribunales. Quizás su “descontento” se debió a que contrastó, como muchos abogados, la teoría liberal abstracta respecto al ejercicio del poder de parte de la fracción revolucionaria que triunfó luego de la guerra y que no cumplían con las aspiraciones de los campesinos y obreros que habían dado sus vidas por la causa. También hay que imaginar que buscó llevar a cabo en su actuar profesional los postulados que defendió en sus tesis, sin lograr muchos éxitos.

            En el último apartado, Manuel de J. Jiménez narra su relación personal con algunos textos literarios de Torri y el papel que jugó el taller de Raúl Parra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en su formación. Aparecen algunos episodios que vivió como miembro de la Red de los Poetas Salvajes, que fue un colectivo que tomó su nombre de la famosa novela de Bolaño y un viaje que algunos de ellos hicieron a Saltillo, lugar de nacimiento de Julio Torri. Este libro, en general, rescata una faceta poco conocida de este escritor mexicano y su relación con el mundo del derecho.

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