La suerte de la fea …


Por Alba Nidia Morin Flores

El treinta de junio de 1939 nació en la Ciudad de México uno de los escritores más importantes de la narrativa latinoamericana del siglo XX: José Emilio Pacheco Berny. La sencillez y versatilidad de su obra aunada a la amplitud de temáticas presentes en sus cuentos, novelas y ensayos lo consagraron como un referente literario internacional; galardonado en 2009 con el Premio Miguel de Cervantes, condecoración otorgada a autores de la talla de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Alejo Carpentier o Juan Carlos Onetti.

A pesar de tal reconocimiento, para algunos críticos literarios, la poca ornamentación de sus escritos ha provocado un menor reconocimiento del merecido. Lo cierto es que, la obra de José Emilio Pacheco destaca precisamente por su estilo narrativo y la simplicidad del mismo –entiéndase simplicidad como una cualidad literaria- lo cual genera una gran asequibilidad para sus lectores, basta leer La sangre de Medusa (1958), Las batallas en el desierto (1980), su obra más conocida, o El principio del placer (1972).

Precisamente dentro de esta última obra, publicada originalmente por la editorial Joaquín Mortíz, se ubica el cuento La Zarpa cuyo argumento se desarrolla en el confesionario de una Iglesia en el que Zenobia, personaje principal, acude para admitir sus pecados. A través de dicha confesión nos adentramos en los barrios del México de los años ’70 donde la protagonista se lamenta de la mala repartición natural de atributos físicos e intelectuales, pues era “Fea, gorda, bruta, antipática, grosera, díscola, malgeniosa” y su amiga Rosalba era “la más linda, la más graciosa, la más inteligente. Le caía bien a todos, era amable con todos”.

Mediante el breve relato, el autor, además de abordar diversas temáticas como la vejez, la amistad, los celos o la frustración, representados por Zenobia -sentimientos humanos que todo individuo posee-, plantea una de las problemáticas presentes y menos visibilizadas en nuestras sociedades: la desigualdad o diferenciación social basada en la apariencia física.

Y es que la narración plantea una descripción minuciosa de los sentimientos de envidia experimentados por Zenobia, derivado de las diferencias físicas, intelectuales y de personalidad, hacia Rosalba, los cuales inicialmente, pueden ser atribuidos a la baja autoestima de la protagonista, pero si se atiende con mayor profundidad la lectura, se puede advertir el papel que juega la percepción de la belleza o fealdad de las personas en la consecución de determinadas metas o inclusive en la aplicación de la justicia, baste recordar el famoso Edicto de Valerio del siglo IV que sostenía: "en caso de duda de dos presuntos culpables condena al más feo", ligando el acceso a la justicia con la belleza.

En la actualidad, es innegable que la apariencia física constituye un factor en la desigualdad de oportunidades que influye en determinadas actividades como en las aspiraciones laborales en donde gran parte de la población se ha sentido discriminada al ser rechazado por no cumplir con determinados estándares de belleza, por no ser de un determinado color, por no tener una talla específica o no ser agraciado físicamente, “Qué injusticia ¿no cree? Nadie escoge su cara”.

De ahí el regocijo experimentado por Zenobia ante la inminente igualdad que trae aparejada la vejez porque “Había acabado lo que nos separó. No importaba lo de antes. Ya nunca seríamos una fea y otra la bonita. Ahora Rosalba y yo somos iguales. Ahora la vejez nos ha hecho iguales.”

Así, este cuento muestra de forma sutil y en ocasiones cómica la condición desigual a la que muchas personas se han enfrentado en este mundo donde uno de los principales pecados es ser feo. 

 


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