Memorias de una primera Dama / Memorias de Concepción Lombardo de Miramón
Juan
Pablo Villagrán Jiménez
No son pocos los textos cuyo origen
se remonta a personajes de la época narrando sobre un momento histórico en
particular. Los grandes acontecimientos históricos, que han construido las
identidades de los pueblos y naciones, han dado lugar también a numerosos
escritores que nos permiten conocer otras versiones y detalles de la historia,
ya sea porque son contrarios a la versión del vencedor, o bien, porque dan
cabida a aquellos detalles imperceptibles para el ojo del mejor historiador, no
por falta de pericia, sino porque, precisamente, las memorias dan cabida a
aquellas nimiedades cotidianas que no han de resultar trascendentales para los
grandes acontecimientos, pero que, sin embargo, bajan del pedestal a los
grandes héroes para recordarnos que, al final del día, son tan humanos como
usted y como yo, mi estimado lector.
Concepción Lombardo -la querida
Concha Lombardo- nació un 8 de noviembre de 1835, y perteneció a una familia
que era parte del abolengo capitalino del siglo XIX. Su padre fue Don Francisco
María Lombardo, distinguido abogado que en varias ocasiones sirvió al país
durante los intermitentes gobiernos de Antonio López de Santa Anna, y su madre, Doña Germana Gil de Partearroyo,
quien alguna vez afirmaría respecto a Concha que era una de las grandes cruces
que le había dado el Señor.
De fuertes convicciones cristianas,
decidida, intrépida, carácter severo y sumamente apasionada –virtudes seguramente
necesarias para la esposa de un militar decimonónico-, Concepción Lombardo pasó
a la historia al contraer matrimonio con Miguel Miramón, presidente de la
república mexicana en dos ocasiones, ambas durante la guerra de reforma y,
además, ser uno de los dos generales fusilados junto a Maximiliano en el Cerro
de las Campanas, en la ciudad de Querétaro, aquel lejano 19 de junio de 1867.
¿Por qué Concepción Lombardo se
decidió a escribir esa narración? ¿Aspiraba hacer de sí un relato
autobiográfico? ¿De dónde surgió la inspiración y motivación para escribir una
obra de alrededor de un mil páginas cuando la autora, según confiesa, no había
nunca antes tomado una pluma? La anécdota que responde a estas preguntas nos
narra que un viejo General del Ejército Conservador, íntimo amigo en vida de
Miramón, le pidió que escribiera sobre él, ello con la finalidad de quitarle el
mote de traidor que su juicio y ejecución le habían colocado como una lápida
que aún, a más de 150 años de su fusilamiento, siguen pesando sobre él. ¿Logró
nuestra querida Concha su cometido? Difícil saberlo. Las pasiones políticas
inclinarán en un sentido u otro la opinión de quienes se aventuren a conocer la
complicada pero apasionante historia de nuestro país.
Lo cierto es que con su relato
cumple inconscientemente dos propósitos: uno directo, al desacralizar al joven
macabeo, a quien muestra tan humano y pletórico de sentimientos benévolos para
con su familia, su país y el proyecto que tanto anhelaba; el otro propósito a
que me refiero, el indirecto, es el viaje a que Concha nos invita para recorrer
de su mano las calles de aquella bulliciosa ciudad de México y algunas otras
partes del país e incluso Europa, esto último durante la estancia militar que
Miramón hiciera en el viejo continente por órdenes del Emperador. Los paseos en
el alameda central, las misas en los antiguos templos virreinales y las visitas
al Colegio Militar, ubicado entonces en el Castillo de Chapultepec, siendo en
una de estas excursiones donde Miramón la vería y se decidiría a conquistarla,
logrando convencerla de casarse con él tres años y medio después. Pero también
nos presenta la vida política del país, complementando la visión que aportan
Manuel Payno, Manuel Altamirano y José María Iglesias, entre tantos otros que
fueron del mismo periodo, pero desde el bando liberal y siendo parte del
proyecto juarista.
La autora no pierde oportunidad
para criticar y cuestionar el gobierno juarista, inconstitucional desde su
perspectiva pues Juárez había hecho diversas maniobras legales para
extender su permanencia en la presidencial;
además, la supresión de las garantías individuales por causas de la
guerra en contra del segundo imperio mexicano, los actos heroicos en las
campañas militares no faltan, por supuesto. Sin duda, este periodo fue
fundamental para comprender los principios de la construcción de la identidad
nacional del México desde ese momento y aún vigentes a más de 150 años después.
El libro de las Memorias de
Concepción Lombardo de Miramón es una lectura básica para aquel que guste
conocer la historia de este país, independientemente de su profesión. Una obra
altamente recomendable que con una escritura en demasía amena por su simpleza,
aportará grandes conocimientos a quien lo lea por mera curiosidad o bien con un
interés profesional.
Sin duda la historia de México es historia política, todo nuestro pasado ayuda a comprender el presente en el que nos encontramos y desde mi punto de vista a prevenir errores para el futuro. Conocer versiones diversas y de la otra parte como en el derecho es de suma importancia y fundamental, no solo para tener un criterio, sino para ver con perspectiva diferente a la misma historia; el sistema educativo nos ha definido que historia saber pero como lo realizó Miguel León Portilla hay que ver la historia de los vencidos, no todos los héroes lo son y no todos los villanos lo son.
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