Las dos Fridas: la dualidad latinoamericana en el corazón y en la justicia

 


Por José Ramón Narváez H.


Abatida, recién divorciada, con mala salud y muy deprimida; Frida Kahlo nos regala esta memorable obra que pintó en 1939. 

Dos versiones muy distintas de ella misma: la primera, la de la derecha, cuando estaba casada, con un vestido tradicional mexicano. La segunda, soltera, con un vestido de origen europeo.

Vemos además unos nubarrones que atisban tormenta, que ennegrecen su cielo, se trata de sus sentimientos, confusos y dolorosos. No hay duda de que se trata de una mujer fuerte, que ha llegado a ser considerada heroína. 

Luego, los dos corazones expuestos pero conectados por las arterias, también a la vista, un detalle que no puede escapara a la vista del ojo curioso es que una de las Fridas sostiene unas tijeras quirúrgicas que bloquean la salida del líquido vital. De la arteria cercenada ha brotado sangre que ha manchado su vestido, es puro dolor, son sus abortos, su accidente, sus operaciones, las agresiones de Diego.

Frida en su Diario refiere a una experiencia casi mística que avizoró en su niñez este cuadro:

Y con un dedo dibujaba una puerta… Por esa puerta salía en la imaginación, con una gran alegría y urgencia, atravesaba todo el llano que se miraba hasta llegar a una lechería que se llamaba Pinzón…Por la O de Pinzón entraba y bajaba intempestivamente al interior de la tierra, donde mi amiga imaginaria me esperaba siempre.

La dualidad ha estado presente en nuestra cultura siempre: en el Mictlán, el juicio a los muertos lo hacen Mictlantecuhtli y Mictlantecihuatl; dualidad que en la práctica judicial azteca se representaba de diversas maneras iconográficas. La justicia dual. 

En América Latina nuestras instituciones se manifiestan a través de estas dualidades, para algunos contradicciones; lo de allá y lo de acá; las necesidades de nuestra madre tierra y las exigencias de nuestro padre Estado occidental y moderno.

Nos desangramos todos los días, tratamos de evitar la hemorragia que nos quite la vida; muchos dolores cruzan nuestra existencia, a veces nos sentimos vulnerables, pero apelamos a una fortaleza escondida que nos hace seguir. 

Hay quien atribuye a nuestra dualidad locura, un tipo de esquizofrenia, es algo más complejo, es nuestro yo, es nuestro espíritu revelándose al acondicionamiento modernizante; pero basta que nos perdonemos, que nos demos la mano y entonces todo cobrará sentido. La dualidad no es nuestra debilidad es nuestra fortaleza.

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