Sociología de la imagen, filosofía del derecho y memoria

 



Por José Ramón Narváez H.


En el convento de San Nicolás Tolentino de Actopan, Hidalgo, hay un dibujo de lo que parece ser un león (rampante), los años de desgaste impiden apreciarlo plenamente, sin embargo, por los elementos iconográficos que vemos se puede asegurar que se trata de dicho felino.

Este dibujo fue elaborado por un miembro de la comunidad Nñha-Nñhu a petición de un misionero agustino en el siglo XVI; el pintor no había visto nunca -y seguramente nunca lo vio- un león, así que tuvo que abstenerse a la descripción del fraile, quien a través de analogías -y quizá a través de un intérprete- esbozó al rey de la selva.

La obra iconográfica e iconológica del templo y convento de Actopan, es de las más complejas y ambiciosas, ​ cuenta con elementos renacentistas, pero hay muchas referencias a la pintura mural mesoamericana, una mezcla estética que se denomina tequitqui o arte indocristiano.

No se puede negar la belleza y la importancia de estos murales; sin embargo, alguien podría decir que es un arte diluido o híbrido, por las características y contexto en el que se dio. Pero hay una (micro) historia social y crítica detrás de todo esto que es importante reportar, muchos de esos artistas no realizaron su trabajo voluntariamente, ni tampoco se les dejó expresar o aportar sus propias ideas, si lo hicieron fue de manera subversiva y clandestina; a veces de manera explícita pero muchas veces inconscientemente.

Pero poco podemos hacer al respecto, así son las conquistas y así las colonizaciones; estamos hablando del siglo XVI.

Pero eso no ha cambiado mucho, en pleno siglo XXI, y dentro de una disciplina muy consolidada como el derecho, ese mismo fenómeno sigue ocurriendo: un misionero le dice al oído a un nativo americano que esboce su teoría, acude a analogías, le insta a hacer la copia cada vez más exacta, lo cual debe hacer en los muros que con sus propias manos construyó para el colonizador, no le permite expresarse autónomamente, sería una herejía, tiene que replicar los dogmas de la fe, por ser esta universal y salvífica, de otro modo se condenará.

Quienes ya han sido bautizados cuidan que el novel artista no descuide su trazo, tal vez algunos rebeldes aún se reúnan por las noches para hacer catarsis y maldecir a la mano que los oprime, celebrarán algún rito para refrendar su identidad, pero por la mañana tendrán que volver a construir templos para ellos. De haber sido descubiertos muy probablemente hubieran sido juzgados y castigados, su reunión hubiera sido tachada de aquelarre incivilizado y retrograda.

Entiendo la sociología de la imagen de Silvia Rivera Cusicanqui como una narrativa semiótica alternativa para el derecho; hay muchas historias sepultadas en las manifestaciones artísticas, literarias y filosóficas de nuestros pueblos que a lo largo de siglos han sobrevivido como una hermenéutica guerrillera, esperando el mejor momento para expresarse y proponernos cambios poderosos y trascendentes.

El año pasado apareció recogida una entrevista a Manuel Atienza en el libro En sus propias palabras. Conversaciones sobre la filosofía del Derecho contemporánea (Francisco M. Mora Sifuentes, Editorial Zela, Perú) en la página 75, tras la pregunta expresa del entrevistador:

¿Qué opinión le merece la Filosofía del Derecho que se cultiva en la actualidad en nuestra región (Latinoamérica)?

El español responde:

Yo creo que el futuro de la Filosofía del Derecho del mundo latino está mucho más en América que en Europa. Hasta ahora -y seguramente todavía durante algún tiempo- en países como Italia o como España pueden encontrarse algunos centros iusfilosóficos de alto nivel y que ofrecen una buena oportunidad de formación para los estudiantes o profesores latinoamericanos. Pero las cosas están cambiando y por razones bien comprensibles -que no hay porque lamentar- a mí me parece que enseguida se va a producir una nivelación, y luego un despegue de la filosofía del derecho que se hace en Latinoamérica. En Alicante hemos promovido el desarrollo de una filosofía del derecho para el mundo latino (La i-latina) que ha celebrado ya dos congresos, con considerable éxito (el tercero, en 2020, será en México), y que espero pueda jugar un papel en el inmediato futuro de la construcción de una comunidad iusfilosófica de nuestros países. Como decía, nosotros estamos ahora en mejores condiciones para impulsar el proyecto, pero me parece obvio que el “liderazgo” (como ahora se dice) va a pasar más pronto que tarde al continente americano. Y está bien que sea así.

En el anterior texto hay tantos sesgos cognitivos y eufemismos que el profesor alicantino no va a poder descifrar en esta vida pero que hacen explícito su proyecto neocolonial: palabras como “nivelación”, “estamos ahora en mejores condiciones”, incluso aquellas entre guiones como “y seguramente todavía durante algún tiempo” o “que no hay porque lamentar”; nos colocan en su mente en un peldaño inferior respecto de su propia escala. Mientras él viva tendrá que seguir liderando (en sus propias palabras) la “construcción” de la comunidad iusfilosófica del mundo latino. Claro, algún día, si seguimos sus enseñanzas lograremos el dorado sueño de estar a su nivel.

Podemos seguir intentando dibujar leones que nunca hemos visto sólo porque nos han dicho que eso es lo que hay que hacer, o bien, podemos empezar a dibujar lo que realmente nos interesa y preocupa, lo hubiéramos podido hacer desde hace mucho tiempo si hubiéramos creído en nosotros mismos.


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