La injusticia futura: El dedo de oro de Guillermo Sheridan



Por José Ramón Narváez Hernández 


¿Y si el futuro no fuera tan halagador como esperamos? y es que poco estamos haciendo como generación para cambiar las cosas. 

Guillermo Sheridan en El dedo de oro "anticipa el provenir" el dictador material Hugo Atenor Fierro Ferráez, es trasladado al hospital en aeroambulancia en medio de una gran conmoción, su longevidad hace preguntarse a todos quizá por algún poder sobrenatural del que quizá goza el líder de líderes forjado en la lucha obrera, pero ahora tiene a toda una nación en vilo pues está en coma. Es el año 2029 y la capital del país se encuentra cubierta por una nube de materia contaminante que no deja pasar los rayos de sol; enormes rascacielos sirven de vivienda para los ricos y poderosos, mientras los pobres y oprimidos viven en la penumbra, así las clases se dividen entre la Ciudad Alta y la Ciudad Baja. Hace tiempo que las grandes potencias como Estados Unidos, Japón y Europa se cobraron abusivamente la deuda externa con territorio, los estados del norte, Baja California y Yucatán ya están en manos extranjeras. Un presidente títere sirve a los propósitos de Fierro Ferráez y de los cuatro Líderes Sustitutos

Haciendo uso de la sátira, Sheridan delinea un futuro donde los males nacionales se han exacerbado. La injusticia se convierte en un modelo viable e institucionalizado. No es algo a lo que llegamos de repente, es una forma de vida, una cultura que se ha consolidado con el paso del tiempo. Siempre me han parecido fascinantes las distopías, porque permiten (des)enfoques para poder analizar de manera más dinámica contextos que parecen muy regulares. 

El deterioro político, moral y social viene además acompañado del deterioro medioambiental. Parece que la injusticia que provoca el (des)orden establecido, se generaliza a todas las demás áreas, por eso parece difícil que su pueda corregir el tema de la administración de justicia sólo con reformas legales, se trata de un todo, de un tema integral, que viene del pasado y se proyecta al futuro:

Ahí sentadito en el salón Miramón, mientras chupaba un puro descomunal, Fierro Ferráez había pensado en los remotos tiempos del liberalismo, cuando asesinaron a un candidato presidencial (así es la vida); pensó en los tiempos del autoritarismo en los que cientos de estudiantes fueron asesinados en una plaza (así es la vida), y en cuando otro presidente nacionalizó a la nación en otros tiempos del nacionalismo, en el que otro privatizó en los tiempos del privatizacionismo y en el que un presidente la democratizó en tiempos del democracionismo. Todos esos presidentes, en cada caso, habían aparentado calma. Y él siempre había estado ahí, en su calidad de Líder del Movimiento Obrero Organizado (El dedo de oro).

Hay algo muy malo que permanece no importando todos los cambios que intentemos, digamos que es algo de raíz, una injusticia endémica que se perpetúa -alguien con mejor léxico diría- a través de los factores reales de poder; lo cierto es que requerimos de una reflexión profunda, de una convicción mayor y de grandes esfuerzos conjuntos para evitar un futuro que no parece del todo justo. Bueno, al menos esa es la moraleja de esta peculiar obra, que aún si no la consideráramos profética, al menos es muy divertida y llena de expresiones estrafalarias.

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