Morir de pie y en pie de lucha

 

Foto: Enrique González Rojo Arthur

Por Manuel de J. Jiménez

 

Cuando un poeta muere, el idioma se entristece. El viernes pasado murió en la Ciudad de México Enrique González Rojo Arthur, quien fue un poeta entrañable por las ideas dinámicas en sus poemas y ensayos. Lo llegué a ver algunas veces en lecturas de poesía y presentaciones de libros. Vestía elegantemente y su estampa recordaba a un letrado quijotesco que miraba con perspicacia. Dicen que una alta sombra de la lírica nacional lo seguía por el peso del apellido paterno. Me parecía que era algo que no le importaba mucho y ejercía la palabra como un bien común para todos aquellos lectores o jóvenes poetas curiosos. Formó parte de un movimiento malogrado, según varios de sus integrantes, conocido como poeticismo, donde redactó un poema gnoseológico titulado Dimensión imaginaria. Después escribió sobre muchas cosas: filosofía política, ética, poética, crítica literaria, etc.

            El poeta también fue un indeleble intelectual de la izquierda mexicana. Militante y crítico sin descanso de las burocracias, fue expulsado del PCM junto con sus camaradas escritores Revueltas y Eduardo Lizalde. Carlos Illades dice: “No coincide el poeta con consejistas y maoístas en el sentido de que en la URSS habría un capitalismo de Estado, gobernado por una burguesía que detenta la propiedad colectiva de los medios de producción”. En 2018 fue acreedor al Premio Nacional de Artes, pero declinó el galardón para mantener a flote la congruencia y dignidad de lucha. Así, nunca estrechó la mano de Enrique Peña Nieto.

            En un libro peculiar, La larga marcha (1982), el poeta cuenta la historia de una humanidad futura, donde “Dios fue roto”. En ese largo poema dramático, aparecen las voces de Dante, Fausto, Don Quijote, entre otros, para ir tejiendo una extravagante épica en contra de enemigos y verdugos que persisten en sus fines de destrucción material y espiritual. En un momento

Las víctimas alzaron la voz.
Si en los delitos comunes −discurrieron−
castigar es deleznable
porque los jueces padecen permanentemente
la miopía ante causas escondidas,
castigar eternamente
es producto de una materia gris ennegrecida

            Cuando me enteré de su muerte, abrí uno de sus libros y encontré un poema titulado “Lugares donde morir”. Allí el poeta imagina cómo podría ser su muerte, en qué momentos y circunstancias ésta llegaría a su apasionada vida. “Puedo morirme aquí sobre estos versos,/ puede rodar mi frente en los renglones/ como un dios derrotado”. O, en su caso: “Puedo morir al pie de mis oídos./ Es posible quizás que oyendo el radio”. Tal vez “Puedo morir también al mismo tiempo/ en que imparto mi clase/ cuando en el pizarrón –telón de fondo/ donde la oscuridad de la conciencia/ pugna por aclararse− los alumnos/ le beben a mis gises las palabras”. Al final declaró:

quiero morir de pie, y en pie de lucha,
gritando desde un rifle el repertorio
de todas las injurias que en la vida,
amigos, he aprendido,
morir, quiero morir en este sitio,
quiero morir aquí con mis hermanos. 

 

Comentarios

  1. Morir de pie y en pie de lucha, no solo nos remite a la memoria del autor y artista, sino que nos remite a su contexto que posiblemente fueron parte de su inspiración. Es prueba que para escribir y narrar no solo se debe fabricar en un sentir e imaginación, el día día en medio social junto con los aportes al mismo definirán el estrellato del escrito y la memoria del escríbanme.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reseña de la obra "Paco Yunque" de César Vallejo (1892- 1938)

Es que somos muy pobres como retrato de la injusticia social

Orfandad, pobreza, y justicia en Oliver Twist de Dikens