Escucha mi ruego, señor Juez. Sobre la conferencia “Amor y justicia” de Ricoeur
Manuel
de J. Jiménez
Una aproximación interesante que busca poner en
diálogo y, hasta cierto punto, reconciliar los ámbitos discursivos entre amor y
justicia, es la conferencia que Paul Ricoeur pronunció en 1989 en Tubinga
después de recibir un premio: “Amor y justicia”. Estas palabras se ofrecieron
teniendo en cuenta el panorama de los trabajos de Leopold Lucas para después
ser publicadas en 1991. La edición que se consigue en México es la que publicó Siglo
XXI junto con otros ensayos relacionados con el tema en 2009. La traducción de
Adolfo Castañón es no sólo cuidadosa, sino que brinda al lector mexicano un
cariz estilístico y sintáctico que se agradece en muchos niveles. Quien hace la
traducción es el mismo que trae al español mexicano Después de Babel de Steiner, considerándolo como su auténtico
doctorado en el tema, según sus propias palabras. Aquí quiero lanzar un exhorto
a mis colegas académicos, quienes a veces piensan que leer los textos en lengua
original es superior a cualquier aproximación dada por el traductor. Entre
pérdidas y ganancias dentro del esquema que exige ir y venir en las lenguas, el
oficio de Castañón es un regalo para el horizonte de lectura mexicana y
latinoamericana. Esto lo pongo de realce porque, en muchas maneras, amar y
hacer justicia es análogo al hecho de traducir algo a alguien.
En este texto, el hermeneuta francés reflexiona
sobre cómo en la forma imperativa del amor (ámame)
se traspone el poder y el sentimiento secuencialmente. Además del imperativo de
los afectos, hay un mandamiento sobre el ejercicio del amor. En este caso,
asevera después el filósofo, el tipo de mandamiento contiene las condiciones de
su propia obediencia mediante la ternura del ruego. Dedica buena parte de sus
reflexiones a la dimensión comunicacional de la justicia partiendo de
Aristóteles y dialogando con la Teoría de
la Justicia de Rawls, quien descuida a veces la emotividad del acto justo
por “formas casi algebraicas”. De tal suerte que Ricoeur relaciona el formalismo
de la justicia y la Regla de Oro con otro tipo de conceptos como lógica de
equivalencias y lógica de la sobreabundancia, representada esta última en el segundo
principio de justicia rawlsiano. Para invitar a los lectores a la revisión de
este breve pero coyuntural ensayo, vale la pena reproducir este pasaje:
:
Decir, como lo he sugerido más
arriba, que la justicia es una parte de la actividad comunicativa, cobra aquí
todo su sentido: la confrontación entre argumentos ante un tribunal es un
ejemplo notable de empleo dialógico del lenguaje. Esta práctica de la
comunicación tiene incluso su ética: audi alteram partem. (…) Así, el ejercicio de la justicia no es
simplemente un caso de argumentos, sino de toma de decisión. Está aquí la
pesada responsabilidad del juez, último anillo de la cadena de procedimientos,
en cualquier grado que sea. Cuando esta última palabra del juez es una palabra de
condena, el juez se presenta ante nosotros no sólo como portador de la balanza
sino de la espada.
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