Degenerado y los peligros de la justicia
Por Álvaro Morales Avilés
Degenerado (Anagrama,
2019) es la cuarta novela de Ariana Harwicz, (Buenos Aires 1977), y nos
presenta la historia de un juicio de un supuesto pederasta que confronta a sus
acusadores con sus propios dilemas morales.
Ariana
Harwicz maneja una prosa que demanda una atención fina al detalle. La
conformación de imágenes chocantes con el monologo que sostiene el protagonista
nos lleva a la mente del presunto asesino y pederasta para desde ahí trazar los
argumentos de una defensa imposible ante hechos e indicios que se antojan
definitorios.
En un
territorio sin nombrar ni especificar un hombre espera en su casa a la jauría
de vecinos y policías que lo llevan preso ante la sospecha de ser el asesino y
violador de una niña de diez años que ha aparecido muerta y ultrajada en un
paraje boscoso cerca del villorrio. A partir de ahí Harwicz desata el
torbellino de imágenes, recuerdos, delirios, que brotan de la mente del
presunto homicida y nos llevan a su infancia, a conocer a un padre ausente, a
una madre incestuosa, y a una vida de soldado y preso, por la que atraviesa el
protagonista.
Sometido
a juicio por los indicios y los testimonios de la abuela de la niña y de los
vecinos que juran haber visto pasar a la niña en nochebuena por sus casas, y
perderse más allá de la morada del vecino incomodo iluminada solo con velas, el
protagonista pide ser su propio abogado defensor. En el juicio se le niega
conocer los nombres de sus acusadores y se le permite presentar alegatos de
defensa, que solo son atendidos como un soliloquio sin consecuencia procesal.
Es condenado y desde antes sufre la pena en la cárcel, pues los propios presos
ejercen la justicia que conocen.
La
mente del protagonista de saltos al pasado y al presente, y justifica sus
acciones desde un enfoque antropológico en el cual el amor entre adultos y niños es solo cuestión de geografía y
temporalidad, en algunos lugares en bien visto o tolerado, y en otros es
penado. No queda claro en el texto, premeditadamente supongo, la inocencia o
culpabilidad del protagonista, se le encuentra culpable por ser diferente, por
su aspecto, por su manera de caminar, por su raza, pero no por sus conductas.
Aquí
podemos pensar que la novela nos lleva a terrenos de la ficción alejados del
Derecho. En estos momentos, y ante el avance de los derechos humanos, nos
cuesta un poco a los operadores del derecho, pensar en un tribunal ad hoc, y en
una acusación anónima, en un acusado sin abogado, y a una condena mortal.
Si
bien estos elementos sirven a la novela para presentar un alegato de ficción y
nos hace oír a un protagonista difícil, los tratados internacionales de
derechos humanos, han establecido como norma universal el derecho a una defensa
profesional pública o privada, a un tratamiento como inocente hasta que se
emita una sentencia, a la sujeción a un debido proceso en el cuál las partes
sean capaces de presentar y desahogar pruebas de cargo y de descargo, y a que
el tribunal una vez oídas ambas partes sentencien con apego a la norma, dejando
de lado la analogía y la mayoría de razón.
Los
delitos y sus sujetos activos nos pueden parecer aberrantes, el derecho de las
partes a una defensa y a un juicio en que se respeten las formalidades del
procedimiento y el debido proceso, son garantías que nos sirven a todos, pues
nadie está exento de incurrir en una acción u omisión en las que querremos que
se nos trate como inocentes.
Si, es necesario una aplicación correcta de las leyes, gracias por la lectura.
ResponderEliminar