La Chingada, Octavio Paz y la Justicia

 


Por José Ramón Narváez

Nos ha ido de la chingada, la justicia no ha estado de nuestro lado; como pueblo, como historias de vida en singular; es una manera sencilla de resumir la parte conducente en El Laberinto de la Soledad. Pero si uno se chinga otros si la supieron hacer por chingones, y ya chingaron, están del otro lado. El abuso, la injusticia son chingaderas, es una manera de chingar a otros.

Chingar es una irrupción violenta en la vida de alguien más, ya sabemos que la metonimia utilizada por Paz en su obra se relaciona con la violación de la madre, incluso en términos psicoanalíticos. El tema entonces se vuelve tabú, no se vale hablar directamente de ello, se le puede parafrasear, rodear a través de giros lingüísticos, disfrazar, simular, etc.

Entonces se vuelve muy complejo hablar de injusticia porque en principio está prohibido, pues supondría revivir/reavivar un tormentoso momento, determinante de nuestra historia, que, si bien es simbólico, conecta con todas las narrativas contiguas, las pasadas, las presentes y las futuras.

Tal vez por ello hay quien ha propuesto, como Roger Bartra, que la solución es deshacerse del tabú.

En este tema como en otros, la mesura es lo óptimo: debiera mediar un pensamiento dinámico, crítico y prudente acerca de los símbolos que levitan sobre la (in)justicia; una sutil proporción de memoria y olvido; de este modo estaríamos frente a una semiótica de la justicia basada en nuestros propios presupuestos hermenéuticos.

No podemos estar de la chingada por siempre, debemos combatir la injusticia siendo chingones y no chingando a otras o a otros; esto supone una perspectiva, una ética y una cultura diferentes del “no chingar(se) a nadie” pensemos en las repercusiones de esto, sobre todo con el trasfondo de una metáfora basada en la violación de una mujer; yo diría que es algo impostergable para una sociedad, una generación que sigue lastimando a las mujeres.

El propio Paz hace una hipótesis sobre el origen de esta particular violencia:

La mujer, otro de los seres que viven aparte, también es figura enigmática. Mejor dicho, es el Enigma. A semejanza del hombre de raza o nacionalidad extraña, incita y repele. Es la imagen de la fecundidad, pero asimismo de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de la creación son también deidades de destrucción. Cifra viviente de la extrañeza del universo y de su radical heterogeneidad, la mujer ¿esconde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?; ¿piensa acaso?; ¿siente de veras?; ¿es igual a nosotros? El sadismo se inicia como venganza ante el hermetismo femenino o como tentativa desesperada para obtener una respuesta de un cuerpo que tememos insensible. Porque, como dice Luis Cernuda, “el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe”. A pesar de su desnudez —redonda, plena—en las formas de la mujer siempre hay algo que desvelar*.

El miedo a lo desconocido, la cerrazón y la prepotencia son el caldo de cultivo para una violencia que no lacera sólo a un género sino a toda la humanidad. Chingamos por temor, generamos una injusticia interminable basada en nuestra propia incapacidad para aceptar lo diferente. La solución está en la propia narrativa, esa es la chingadera, lograr entender el mundo no sólo a través de los propios ojos y los sesgos cognitivos, violentando todo aquello que no coincida con nuestro sistema de pensamiento, sino por el contrario, dejar de chingar, que es también entender, aceptar y sumar.



* Fuente: Paz, Octavio. “Los hijos de la Malinche.” Cap. 4 en El laberinto de la Soledad. México: Cuadernos Americanos, 1947.


Comentarios

  1. Este texto me gusto en lo particular por todo lo que abarca;
    Me gusta mucho cómo empieza, haciendo múltiples usos de ''La Chingada''. La versatilidad con la que esta grosería se adapta para diversas situaciones siempre me ha gustado.
    ''Nos ha ido de la chingada'' Es una frase muy particular, pero que he escuchado en el transcurso de mi vida, casi siempre. El contexto social en el que crece y vive un mexicano, escuchando palabras o frases celebres como ''El que no tranza no avanza'' ''Ya te chingue'' ''Me lleva la chingada'' entre muchas otras...
    Aplicándolo a términos de justicia, en verdad me mueve demasiado el hacer reflexión. ''No siempre podemos estar de la chingada, debemos combatir a la injusticia siendo chingones''. El hacer conciencia de cómo debemos guiar nuestra vida sin perjudicar a nuestros semejantes.

    Por otra parte, me encanta la reflexión que toca esta entrada respecto a la mujer, aprovechando la cercanía con estos días. La manera en la que conecta ambos temas, que a su vez son distantes pero están de la mano, por su raíz, por su relación en mi contexto histórico.
    El tema de la violencia.
    En retrospectiva, me gustaría quedarme con evitar chingar a los demás, evitar que se chinguen a alguien. Chingarle para ser un chingon y así combatir la injusticia...

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