Cuentos infantiles. Una forma de reflexión sobre la justicia social
Por
Sonia Aidée Fuentes Burgos
Recién
cerrado el año 2020 y comenzado el 2021, muchos sabemos que esto no ha sido más
que inaugurar un nuevo calendario, pero utilizamos el cierre e inicio de ciclo
para realizar reflexiones y renovar actitudes y propósitos.
Es así
que se utiliza este espacio, en conjunción con la época recién terminada,
caracterizada por las reflexiones y los tiempos en familia, para invitar a
pensar acerca de un tema que se acentúa ante la crisis mundial que hoy
prevalece: la justicia social.
Según
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (1)
y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) (2), el camino
principal para alcanzar la mencionada justicia es cerrar la brecha de la
desigualdad. Por otro lado, el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) ha identificado en la educación uno de los factores de mayor
impacto en la misma. (3)
En tal
virtud, esta reflexión parte de preguntarse ¿qué se enseña acerca de la
justicia social a partir de la literatura infantil?, por lo que se realiza un
breve análisis de un par de relatos para niños.
El
primero de ellos es un cuento clásico característico de la temporada invernal: La Pequeña Cerillera de Hans Christian
Andersen, publicado por primera vez en 1844, en el cual se habla de una pequeña vendedora
de fósforos, quien intenta defenderse del frío encendiendo todos ellos,
mientras va muriendo a causa del clima para al final irse “al cielo”, donde no
sufrirá más carencias. Dicho cuento constituye una imagen romántica de la
pobreza extrema, una historia en la que el sufrimiento terrenal se acaba con la
muerte, para partir a un plano donde las desigualdades materiales no existen
más.
El segundo
de estos relatos, posiblemente el más conocido por todos se denomina El Principito, de Antonie de
Saint-Exupéry, una novela corta publicada por primera vez en 1943. Dicha novela,
filosófica y compleja, versa sobre un niño extraterrestre, quien ha viajado de
planeta en planeta y, entre otras cosas, observa el mundo de los adultos,
utilizando repetidamente la frase “las personas mayores son muy extrañas”. Acerca
del tema que nos ocupa, particularmente llaman la atención los capítulos X,
XIII y XIV.
El
capítulo X habla de un rey con algunas ideas sabias como que “sólo hay que
pedirle a cada uno lo que puede dar” y que “juzgarse a sí mismo es la labor más
difícil que hay”, sin embargo tan empeñado en ejercer su poder que da órdenes
absurdas. El capítulo XIII hace referencia a un hombre de negocios cuya única
ambición es poseer para ser rico, seguir comprando y poseer más. Y el capítulo
XIV cuenta la historia de un farolero trabajador, quien enciende y apaga un
farol repetidamente, sin saber por qué o para qué, sólo porque “es la
consigna”.
Muchos
relatos infantiles como estos, parecen tener un profundo trasfondo, difícil de
entender para los niños. Éstos que hablan de algunos temas “de adultos”, como
la pobreza, el poder, la justicia, la avaricia, la mercantilización, el sentido
del trabajo, no son apreciables a simple
vista y por la misma razón se está aún más lejos de una reflexión acerca de la
desigualdad y la justicia social.
Posiblemente
un niño entienda el cuento de “La Pequeña Cerillera” como un lamentable evento
que genera compasión y la historia de “El Principito” constituya una serie de
sucesos fantásticos. Sin embargo, ante los ojos de un adulto estos relatos
puedan conllevar una enseñanza.
En
este sentido, la primera de las obras mencionadas puede desembocar en el entendimiento
de que la desigualdad es una causa de injusticia social y que puede
contrarrestarse a través de pequeñas acciones. Asimismo, la obra de Saint-Exupery puede ser
comprendida como una representación de absurdos acerca del poder, la riqueza,
la mercantilización de intangibles y la pérdida del sentido humano en el
trabajo.
Esta
clase de reflexiones, más elaboradas y profundas, pueden ser transmitidas como
educación a los niños, no en forma de complejas lecciones de economía, derecho
o sociología, sino mediante ideas simples que les inculquen valores
importantes, como, la importancia de que cada persona tenga lo necesario para
vivir, la necesidad de compartir, lo innecesario de acumular, así como el deber
de propugnar por sus derechos y los de otros. De esta manera se puede
contribuir a la formación de ciudadanos conscientes y activos socialmente.
No se
pasa por alto que la educación se considera un factor para la reducción de
brechas sociales fundamentalmente con base en su potencial para la movilidad
social. Sin embargo, también ha sido demostrado que la acción social contribuye
a acortar dichas brechas. Es por ello que la formación desde la infancia en los
temas mencionados se considera relevante.
Acompañar
a los infantes en la reflexión de estos temas a través de la literatura, puede
contribuir a la formación de adultos que en un futuro sean actores sociales
conscientes, lo cual abona a la construcción de un mundo con mayor justicia
social.
________________
(1)Naciones Unidas, “Día mundial de la justicia social, 20 de febrero”, https://www.un.org/es/observances/social-justice-day
(2) Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF), “Día mundial de la justicia social, 20 de febrero”, https://www.unicef.es/educa/dias-mundiales/dia-mundial-de-la-justicia-social.
(3) Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo, “índices e indicadores de desarrollo humano. Actualización
estadística de 2018”, http:.//hdr..undp..org/sites/default/file/2018_human_development_statistical_update_es.pdf
Son muy buenas observaciones, pues si bien, quizás hemos leído esos libros tal vez no lo habíamos hecho con otra perspectiva. Considero que lo más importante es ir educando poco a poco a las nuevas generaciones para que sean capaces de formar parte de un cambio en la sociedad y no actuar con indiferencia ante las problemáticas.
ResponderEliminarKarla Orozco