Fray Servando responde con un soneto ante la injusticia

 


                                                                                                           Por Manuel de J. Jiménez

Desde sus orígenes cortesanos en la Sicilia del siglo XIII, el soneto ha sido una de las piezas poéticas más socorridas en la literatura universal. Se ha cultivado prácticamente en todas las épocas-tradiciones y la mayoría de los poetas más influyentes en el canon occidental lo han hecho a través de un soneto. También esta forma fue uno de los instrumentos fundamentales de los miembros de la República de las Letras, quienes buscaron expresarse bajo la institucionalidad representada por los endecasílabos y demás versos de arte mayor, en oposición a las coplas, romances y letrillas que normalmente se reservaron a los sectores populares. En muchos sentidos, el cultivo del soneto representa los extremos del poder de la palabra y la palabra del poder. El sonetista, en todo caso, fue uno de los habitantes más entrañables de la ciudad letrada.

El 3 de diciembre se cumplió un aniversario luctuoso más de fray Servando Teresa de Mier (1765-1827), quien un 12 de diciembre de 1794 pronunció un sermón que puso de cabeza al alto clero novohispano. En suma, el culto mariano era prehispánico: “Yo haré ver que la historia de Guadalupe incluye y contiene la historia de la antigua Tonantzin, con su pelo y su lana, lo que no se ha advertido por estar su historia dispersa en los escritores de las antigüedades mexicanas”. En fin, tanta fue la influencia del soneto que fue cultivado por letrados no poetas “profesionales”, como sucedió con el dominico regiomontano quien −además de lo ya dicho− fue un personaje esencial para comprender el nacimiento del Estado mexicano, ya sea como luchador independentista o diputado constituyente. Reluce en él un fuerte espíritu republicano patente en sus escritos, particularmente en sus Cartas de un americano. Muchos han sido biógrafos y admiradores de la figura de este religioso rebelde. Su vida es en sí novelesca y, en muchos sentidos, puede narrarse como aventuras picarescas o hazañas heroicas. El mismo fray Servando ha sido personaje literario y sus Memorias han inspirado a escritores como sucedió con El mundo alucinante de Reinaldo Arenas. Sin embargo, antes de la ficción, vale la pena leer atentamente esas Memorias. En su Manifiesto apologético aparece este soneto que improvisó rápidamente ante la sensación de injusticia de uno de sus múltiples arrestos. Así le contestó a la mala autoridad del virrey quien, sobrepasando sus facultades, lo tuvo encerrado en un calabazo sin comunicación y sin respetar su fuero eclesiástico:

Tuve indulto y capitulación
en Soto, y mi equipaje me robaron,
y por traerme con grillos me estropearon
un brazo. De ahí fui a la Inquisición.
Sin otra causa que disposición
del gobierno, tres años me encerraron,
y a esta cárcel por fin me trasladaron
con la misma incomunicación.
¿Cesó la Inquisición? No, cesó el local,
varióse el nombre con el edificio:
es hoy Capitanía General
lo que antes se llamaba el Santo Oficio.
Con la Constitución todo es lo mismo,
mudóse el nombre, sigue el despotismo.

Comentarios

  1. Muy interesante como desde tiempo atrás se hace uso de la literatura y poesía para poder transmitir mensajes emotivos a un determinado público y más aún sorprendente es darse cuenta de que en ocasiones este tipo de escritos se siguen adaptando a una realidad en donde es muy común el abuso por parte de la autoridad.
    Karla Orozco.

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  2. Desconocía la literatura de Fray Servando Teresa de Mier, tiene una manera tan sutil, en verso delicado para expresar la injusticia a la que fue sometido.
    Muy interesante lectura, gracias

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