El deterioro moral detrás de la injusticia del narcotráfico
Por José Ramón Narváez H.
Para
muchos Breaking bad es la mejor serie
de todos los tiempos, nos fascina ver la transformación/corrupción del
personaje bueno, el profesor y científico, padre de familia, que tras un móvil aparentemente
noble comienza su deterioro incursionando en el mundo de las drogas, al
principio parece un antihéroe arrojado a un vórtice de violencia por las
circunstancias, el Estado de bienestar social le ha fallado. No se justifican
sus acciones, pero son entendibles.
Algo
similar le sucede a Varguitas en la Ley
de Herodes de Luis Estrada, sólo quiere ejercer un cargo público, lo quiere
hacer bien, también las circunstancias lo llevan a robar, extorsionar y
asesinar; y así en toda la tetralogía del director mexicano, en especial en El Infierno, como si el narcotráfico
fuera omnipresente y fuera imposible en algunos espacios huir de su influjo, una
especie de banalidad del mal arendtiana.
En
la literatura nos encontramos con la narrativa del jurista Guzmán Wolffer quien
ha abordado desde el cuento policiaco el tema, en La frontera huele a sangre “El Sepu”, un periodista que
quiere hacer las cosas bien (aunque a veces no se pueda), se convierte en un
antihéroe que ayuda a identificar cargamentos de droga que pasan por Nogales;
antes de que la violencia termine por consumirlo todo pasa por individuos
enfrentados a dilemas morales, el problema es la normalización del mal como la
llama Carlos Varela Nájera, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Quizá
el precursor de estos personajes sea Filiberto García en El Complot Mongol, obra de Rafael Bernal, adaptada a la pantalla
grande en dos ocasiones y reelaborada como novela gráfica por el Fondo de Cultura
Económica, un detective con pocos escrúpulos, que trabaja al margen del Estado,
pero contratado por este para los trabajos sucios, otro tipo de crimen
(des)organizado, este contubernio, lo esboza muy bien Borges en su relato La viuda
Ching, pirata, incluido en su
libro Historia universal de la infamia,
la pirata debía asolar a aquellos a los que la corona inglesa señalara, como en
la fábula del dragón y la zorra; no se trata de erradicar la violencia y su
injusticia, sino de administrarla.
¡Pinche Coronel! No quiero muertes, pero bien que me manda llamar a mí. Para eso me mandan llamar siempre, porque quieren muertos, pero también quieren tener las manos muy limpiecitas. Porque eso de los muertos se acabó con la bola y ahora todo se hace con la ley. Pero a veces la ley como que no alcanza y entonces me mandan llamar. Antes era más fácil. Quiébrense a este desgraciado. Con eso bastaba y estaba clarito, muy clarito. Pero ahora somos muy evolucionados, de a mucha instrucción. Ahora no queremos muertos o, por lo menos, no queremos dar la orden de que los maten. No más como que sueltan la cosa, para no cargar con la culpa. Porque ahora andamos de mucha conciencia. ¡Pinche conciencia! Ahora como que todos son hombres limpios, hasta que tienen que mandar llamar a los hombres nada más para que les hagan el trabajito.
Rafael Bernal, El complot mongol.
Definitivamente una realidad muy presente, en la cual existen personificaciones opulentas, el Estado de bienestar falla cuando no cumple con la garantía de protección, cuando se normalizan estas conductas, no hay caminos para la justicia, se destroza esa dama de buenas intenciones, cuando los conductores y encargados de impartirla ensucian sus principios, de manera que es desconcertante escuchar los himnos de las nuevas generaciones con frases como; si hay dinero no hay ley, citando a Lucano, con una frase a la moral, debe alejarse de los palacios el que quiera ser justo, la virtud y el poder no se hermanan muy bien, me parece una frase muy acertada.
ResponderEliminarEl dilema existencial entre hacer el bien y hacer el mal, cuando las circunstancias te desfavorecen después de hacer lo políticamente correcto siempre sin obtener resultados favorables y decides optar por realizar una actividad ilícita para obtener un beneficio económico, me parece que el mensaje es, y siempre será, que el crimen es lucrativo pero que debes de estar dispuesto a asumir las consecuencias nefastas y fatídicas que te ofrece ese mundo de perdición.
ResponderEliminarUna queja contra el poder del mas fuerte, de aquel que disimula su felonía creyendo que no las hace al enviar a alguien mas a realizarlas.
ResponderEliminarInteresante lectura, gracias.