Más que Joseph K, somos Andrés Farinango
Por Manuel de J. Jiménez
He dicho en varias ocasiones que, como estandarte del movimiento de Derecho y Literatura en América Latina, nosotros tenemos a nuestro Kafka endémico: Pablo Palacio (1906-1947). De hecho, creo que eso es hasta cierto punto impreciso y colonial, pero a veces funciona para revisar nuestras tradiciones literarias. En realidad, la escritura de Palacio no es tributaria de la del escritor checo. El ecuatoriano, además de generar un estilo mórbido, existencial y criminológico; piensa en la injusticia contextual que nos agobia como latinoamericanos. En su clásico La vida del ahorcado muestra cómo la avidez de fuerza y poder impiden el desarrollo de una ideología y ejecutar así la práctica de cualquier afán legítimo. Pesa sobre el individuo una ecuación política típica de nuestros países, donde la clase revolucionaria una vez en el poder se afianza para formar una nueva clase gobernante reproduciendo los mismos vicios del anterior régimen. Palacio dedica todo un apartado en su novela subjetiva para comprimir la imagen de los platillos desiguales de la balanza:
R e v o l u c i ó n
Pesas, pesas tanto.
Pues
salta sobre un platillo de la balanza para ver si nos das el gusto de elevar a
los monigotes del otro platillo. Les placería volar.
Ya
vez cómo hablan, cómo bracean, cómo juran, cómo se hurgan las narices.
En
general, Vida de ahorcado trata sobre
el juicio de Andrés Farinango, quien ha sido leído por muchos críticos como un
alterego del propio Palacio. En los últimos apartados de la novela vanguardista
y experimental, se observa una actualización terrible de la capitis deminutio. El escenario se
describe con actos metalegales donde las características de la imputación se
descomponen bajo una deformación institucional. Resultan conmovedores y
asombrosos los paralelismos con El
Proceso de Kafka: son también dos agentes los que detienen a Farinango y
existe un desconcierto por parte de éste al ver a los servidores públicos por
primera vez. Sin embargo, a diferencia de la visita que experimenta Joseph K;
en la diligencia de Vida del ahorcado, Andrés
Farinango sabe de antemano su trágica suerte y presiente el momento de su detención.
A él sólo le queda arrastrarse por los corredores de la burocracia para
alucinar geometrías que mantengan alerta sus sentidos.
Después
la “Audiencia” se levanta para juzgar al protagonista, a quien todavía no se le
imputa delito alguno, pues sólo se infieren rumores de un sueño criminal. A
éste se le conduce a una bóveda repleta de zumbidos. Andrés Farinango sufre un
juicio colectivo y sumario. El estrado se compone de cinco grandes hombres, que
disertan sobre las formalidades y los valores en el procedimiento, operando con
las pautas de un formalismo legalista. Después “La muchedumbre bambolea. Tiene
misteriosos escozores; se rasca en masa, se agita. Tose. Mira fijamente con sus
8.458 ojos congelados”. ¿Será quizás la responsabilidad del Juicio Final lo que
pesa en la acusación contra Farinango? No hay manera de comprobar que el
“ahorcado” está ante una audiencia apocalíptica, pero parece que la descripción
remite a tópicos religiosos, donde la muchedumbre se unifica y adquiere una ontología
trascendental. Lo único que se entiende es que hay un cúmulo de subjetividades indignadas
que buscan un castigo ejemplar contra el “culpable”. Al final, Farinango debe
probar su inocencia a la manera inversa: no hay presunción de inocencia sino de
culpabilidad. A través de los alegatos y pruebas que brindan el protagonista y
su abogado, el primero tendrá que revertir su calidad a priori de culpable. No lo logra. Algo que sin duda es un lugar
común en la administración de justicia latinoamericana.
Este tipo de obras literarias nos permite apreciar las concepciones que se tienen de la "justicia", desde tiempos antiguos, pues actualmente pocos la ven como un valor alcanzable, debido a todas las faltas que se tienen en la mayoría de gobiernos por parte de las autoridades quienes deberían buscar la manera de preservarla para beneficio de la población.
ResponderEliminarKarla Orozco.
Una lectura que invita a la lectura, con una exquisita oratoria. Gracias me agrado mucho.
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