Lenguajear la Prima-Vera
Por Manuel de J. Jiménez
Siempre es una celebración la aparición de
una nueva editorial, más aún, en condiciones adversas como la actual pandemia
de Covid-19 que ha puesto en crisis no sólo nuestros lazos sociales y de
convivencia con el entorno, sino la industria y la economía mundiales.
Particularmente el sector cultural ha sufrido ante tales estragos, por lo que
el nacimiento de Heredad es un verdadero acontecimiento esperanzador. El lema
dice bastante sobre desde dónde se escribe y publica, para quiénes y con qué
fin: “Palabras para caminar la tierra”. Cartas
a la primavera de Shantí Vera es uno de los dos libros con los que se abre
al mundo este esfuerzo colectivo, quizás en parto gemelar.
Shantí Vera es un bailarín y artista que escribió
unas cartas entre agosto de 2015 y julio de 2018 a su hermana, Nadia Vera,
nombre que resuena en todos nosotros por ser víctima de ese horrible crimen en
la Colonia Narvarte hace cinco años, agenciado mediáticamente desde la
desinformación, el amarillismo y la revictimización como el multihomicidio de
la Narvarte, donde fueron asesinados Nadia Vera, Rubén Espinosa, Mile Virginia,
Yesenia Quiroz y Alejandra Negrete. La investigación además presentó desde el
inicio una serie de irregularidades, como bien apuntaron David Peña y otros
abogados defensores de Derechos Humanos. En efecto, desde las “mazmorras” de la
PGJ mancerista se encubrió información y se buscó dar carpetazo al caso sin
satisfacer la exigencia de justicia de las familias y de la sociedad. Al día de
hoy todavía a las familias se les adeuda la reparación del daño,
indemnizaciones y la satisfacción de otros derechos en lo que se configura cada
vez más como un crimen de Estado. Mientras tanto, la sociedad mexicana exige un
derecho a la verdad que es común a toda sociedad política que demanda el
esclarecimiento de ciertos hechos del pasado.
Las cartas que Shantí Vera escribe a su
hermana vienen precedidas por un texto de Erika Lozano y una presentación de la
poeta chiapaneca Mirtha Luz Pérez Robledo, madre del autor y de Nadia, quien da
cuenta de lo que significa escribir para encontrar un rumbo y sentido a lo que
se vuelve indecible en un primer momento y que paulatinamente se va diciendo de
a poco, como ella misma lo hizo con su libro de poemas La muerte no es todavía una fiesta (2018), que puede ser leído en
el siguiente enlace (https://es.calameo.com/read/0046542856be612944d7a).
En su presentación, Mirtha Luz nos habla de lo que ella lee en esas cartas,
sobre cómo va transfigurándose la figura de Nadia para convertirse en una
presencia panteísta y cómo las cartas se escriben desde el “vos” del sur. Entre
otras cosas, la poeta apunta sobre el derecho a la palabra que, a mi juicio, es
usado en todo el cuerpo epistolar y que opera, como ella dice, de la siguiente
manera:
Las
palabras son las que nos quedan cuando nos quitan todo y nos dejan a la
intemperie; las palabras que nos hacen humanos, las palabras que nos dan
identidad; las palabras. Buscamos las palabras para explicar lo inexplicable,
para entender lo inentendible, y efímera ilusión, ya lo dijo Paracelso, el
poeta: “Vana la palabra del poeta/ que no alcanza el corazón para aliviarlo con
el canto”. Sin embargo, la palabra es lo único que nos queda aunque ninguna
palabra alcance a decir lo inexpresable, y la palabra en el arte de escribir,
invita a la transfiguración de la crueldad en espiritualidad, como quería
Nietzsche.
Ese derecho moral a la palabra posibilita
un proceso de sanación que va desde el no-poder-decir hasta la enunciación de
una palabra hinchada de vida: transformadora de mundos. El libro es en muchos
sentidos un libro de viaje, estacional y de registros emocionales. Se trata de
una escritura del pathos para fundar
otro ethos y otro logos. Al inicio, Shantí logra reconocer
que “Te mataron, hermana, no he podido nombrar lo que te hicieron. Te fueron y
contigo se fueron bosques enteros”. Poco a poco, su trabajo con el lenguaje va
germinando: “Te escribo bajito, con la punta de los dedos, porque no puedo
dejar de sentir esto”. Dicho trabajo escritural es patente sobre hasta dónde
puede el lenguaje vincularse con el mundo, qué puede o no nombrar, hasta dónde
puede describir los objetos. Shantí por eso le dice a su hermana y a sus
lectores que va entre esas cartas “lenguajeando”, dibujando mapas emocionales o
quizás, más en sintonía con su cuerpo, bailando con afonías y compases que se
repiten y silencian. Él sabe que escribir también es bailar.
En las cartas, Nadia Vera deja de ser un
ser finito y específico, pues su personalidad va ensanchándose de todos los
elementos vitales de la tierra y el viento; un método se crea para narrar lo
sucedido, donde quien escribe vive “enNadiado”. Allí la carnala, Nadia
Dominique, por fin florece después de ese “crudo invierno” –en palabras de la
poeta Blanca Varela− para ser una estación familiar indeleble: “Prima-Vera”. El
derecho a la palabra permite a Shantí romper los límites epistémicos y éticos
del lenguaje del mismo modo cómo la palabra amor
a veces no alcanza a nombrar la amorosa inmensidad que reconstituye los
procesos vitales. En un momento Shantí confiesa a su hermana que ocurre un
déficit lingüístico en las relaciones entre las palabras y las cosas. Sobre el
lenguaje, dice “necesito agrietarlo para poder nombrarte; romperlo,
derrumbarlo, inventarlo, descubrirlo, redescubrirlo, tirarlo a la basura. Este
lenguaje de aquí ya no me da, tal vez porque yo no le doy, tal vez porque no lo
observo y no lo habito, tal vez porque soy chiquito y sin embargo tengo un
presentimiento de lenguaje/ y sin embargo al mismo tiempo vos que sos todo el
lenguaje me decís que no es necesario”.
Muy interesante lectura e interesante el caso de la Narvarte. Gracias
ResponderEliminarA mi punto de vista, creo que siempre que ocurre una injusticia como en tal caso se buscan culpables, se busca conocer una verdad que entre tantas versiones y opiniones se ve totalmente deformada, en sí, las personas buscan satisfacer su propio morbo, pero fuera de eso, pocas veces se busca indigar en el más profundo sentir de la familia, este tipo de casos sólo nos llevan a plantearnos que tanto se lucra con el sufrimiento de una familia aunado a que pocas veces se les da solución a los mismos.
ResponderEliminarKarla Orozco.
Me gustó esta entrada. Siempre las historias relacionadas con el duelo tocan los sentimientos. ¿Pensarán los criminales en el dolor qué causan? ¿Podrán imaginarse que sus actos repercuten más allá?
ResponderEliminarTambién visité el enlace que nos recomendaste y fue muy emotivo. Siempre me pregunto cómo será ese día que me muera, ¿quién se quedará triste?. Tengo el ejemplo de mi familia materna y de una gran mujer que me dio asistencia en su casa que reaccionaban muy bien ante la muerte. En común tienen un gran fe católica y ven la muerte como el principio de una vida con Dios, pero yo no tengo ese nivel de fe, me sentiría terrible de saber que alguien de mi familia perdiera su vida de una forma tan injusta. Este tema siempre lo tengo presente, a mi me decía la persona con la que viví que sólo es tener más amor por Dios, la vi enfrentar de todo y espero un día ser tan fuerte como ella.
Poco se visibilizan las historias después de los asesinatos, las secuelas que enfrenta la familia que son parte de la realidad que vivimos, quienes muchas veces se acostumbran a no hablar del tema. Eso nunca es cubierto por los periódicos, obviamente, por eso es importante acercarnos al arte, para conocer el otro lado de la historia porque ahí vive la otra parte de la verdad.