La novela del dictador como crítica al ejercicio del poder dictatorial


 

Por Alba Nidia Morin Flores

 

Los regímenes dictatoriales han formado parte de la historia de las naciones en el mundo entero, empero no ha existido región más golpeada por las dictaduras que América Latina. Durante gran parte del siglo XIX y XX el dictador constituyó una de las figuras centrales en la historia de los pueblos latinoamericanos, personajes como Alfredo Stroessner, Jean Pierre Boyer, Juan Manuel Rosas, Augusto Pinochet, Jorge Rafael Videla o Rafael Leónidas Trujillo resuenan en la memoria colectiva de la región.

Muchos de estos hombres de “poder” elegidos por las mayorías o apoyados por Estados Unidos se convencieron de ser promotores del “orden”, legitimados para torturar, asesinar, desaparecer y someter a sus gobernados. La historia de América Latina muestra a estos “salvadores” como grandes megalómanos singularizados por la desmesura y las excentricidades en el ejercicio del poder, tal como nos recuerda Gabriel García Márquez:

…la independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santa Anna, tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los pasteles. El General García Moreno, gobernó el Ecuador durante dieciséis años como un monarca absoluto y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial… (1)

Ante estas circunstancias, a principios del siglo XX, surge en la literatura un corpus de obras encabezadas por Tirano Banderas (1926) de Ramón de Valle Inclán y El Señor presidente (1946) de Miguel Ángel Asturias, cuyas reflexiones versan en torno al poder dictatorial conjugando la obra artística con elementos históricos y sociales de la realidad latinoamericana.

Posteriormente se publicarán novelas como El Gran Burundún-Burundá ha muerto (1951) de Jorge Zalamea y La fiesta del Rey Acab (1959) de Enrique Lafourcade, integrando lo que los críticos literarios nombrarán como la novela del dictador cuyo auge vendrá con la publicación de Yo supremo (1974) de Augusto Roa Bastos, El recurso del método (1974) de Alejo Carpentier y El otoño del patriarca (1975) de Gabriel García Márquez erigiendo a dicho subgénero como parte esencial de la tradición novelística latinoamericana, la cual encuentra dentro de sus últimas obras a La fiesta del Chivo (2000) y Tiempos recios (2019) de Mario Vargas Llosa.

Las novelas antes aludidas realizan certeras críticas a los regímenes dictatoriales latinoamericanos y constituyen una forma de aproximación al tema del poder en donde la ficción y la realidad se amalgaman para la comprensión del entorno latinoamericano, al evidenciar las injusticias, arbitrariedades y el peligro del uso del poder sin limitaciones. Con ello, posibilitan la reflexión sobre los peligros de la realidad en América Latina al develar las oscuras caras del poder y sus mecanismos de dominación.

 

 

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(1)Discurso de aceptación del premio nobel 1982. La soledad en América Latina https://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/audios/gm_nobel.htm#:~:text=Una%20nueva%20y%20arrasadora%20utop%C3%ADa,segunda%20oportunidad%20sobre%20la%20tierra.

 

 


Comentarios

  1. Muy interesante, aunque es triste ver como aquellos gobernantes a quienes el pueblo entrega sus esperanzas y espectativas en la mayoría de los casos terminen dominados por el poder antes que velar la protección del pueblo,sin duda es un problema que se viene arrastrando desde hace tiempo atrás debido a que cada gobernador ha decidido privilegiar determinados valores más que otros.
    Karla Orozco

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