Gonzalo Guerrero, el renegado


                                                                                                               Por Juan Carlos Abreu y Abreu

En el 2021 se cumplen quinientos años de la caída del México Tenochtitlán, ello nos abre una rica veta interpretativa no solo del suceso, sino de sus repercusiones. Hoy tomamos como pretexto de nuestras reflexiones el libro de Eugenio Aguirre, “Gonzalo Guerrero” (UNAM, 1980, con múltiples reediciones), que alude al personaje histórico a quien también se le conoció como Gonzalo Marinero, Gonzalo de Aroca o Gonzalo de Aroz- que nació en Palos de la Frontera, Huelva, cerca del 1470 y murió en Puerto de Caballos, Honduras, el 13 de agosto de 1536, luchando contra los conquistadores españoles bajo el mando de Pedro de Alvarado.
 Gonzalo Guerrero es un personaje muy controvertido pues por voluntad propia, se sometió a un muy duro proceso de aculturación y llegó a convertirse en jefe maya durante la conquista de Yucatán. Resultó especialmente belicoso contra los conquistadores españoles, por lo que sus compatriotas le apodaron el renegado, mientras que los mexicanos le conocemos como el padre del mestizaje.
 Tenemos noticia de que fue arcabucero en la conquista de Granada, en la campaña que culminó el 2 de enero de 1492, cuando las tropas de los Reyes Católicos, comandadas por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, hacen rendirse al rey Boabdil de Granada y ponen fin a ocho siglos de dominio moro en la península ibérica.
 Alrededor de 1510, Gonzalo Guerrero vino con Diego de Nicuesa a América, ahí se vio inmerso en las luchas fratricidas por el poder, entre los españoles. Ojeda y Nicuesa, que habían tramitado cédulas de posesión, por lo que se convirtieron en rivales. Se disputaban los límites de sus pretendidos señoríos y, sobre todo, las fértiles tierras que rodeaban el Golfo de Urabá y, aunque ninguno de ellos tuviera asegurado su nombramiento, rivalizaban por sus proyectos. En contra de las leyes españolas, los conquistadores perpetraron crímenes y abusos contra los nativos cuya población se vio mermada sustancialmente por las enfermedades y la explotación laboral en las plantaciones de caña.
 Al poco tiempo, tenemos a Gonzalo Guerrero partiendo de Darién el 15 de agosto de 1511, como oficial a cargo de esclavos y tripulación de la nao Santa María de Barca. Navegan con buen tiempo, pero al amanecer del tercer día de navegación, se desató una terrible tormenta. Vientos huracanados dañaron la embarcación, mientras olas gigantescas barrían la cubierta, y la nave encalló: habían naufragado en los bajos de las Víboras o de los Alacranes, frente a la isla de Jamaica. Dieciocho hombres y dos damas, sobrevivieron en un pequeño batel sin provisiones, donde por desesperación bebieron sus propios orines e incluso practicaron canibalismo. Únicamente llegan ocho a la costa de Yucatán donde entraron en tierras de los Cocomes, quienes los enfrentaron.
 Huyendo, llegan a la tierra de los Tutul xiúes, enemigos de los Cocomes, en la ciudad-Estado de Maní, a la que pertenecía Xaman Há (actualmente Playa del Carmen) donde el cacique Taxmar los entrega como esclavos a Teohom su sacerdote, casi todos mueren extenuados y sólo sobreviven Gerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. Taxmar se entera de las duras faenas a que eran sometidos aquellos esclavos, y que los dos únicos supervivientes estaban al borde de la muerte, los reclama.
Aquellos españoles, habían participado en algunos enfrentamientos con los enemigos de los mayas, y habían dado testimonio de habilidades militares, es por esto que los quiere como consejeros de guerra. Gonzalo Guerrero les enseña diferentes formas de ataque y defensa, diversas formaciones en cuadros y columnas y también cómo no todos los combatientes tienen que pelear al mismo tiempo, sino relevándose las líneas para alternar combate y descanso, a fin de no agotarse antes que los enemigos; incluso, preparaba formaciones de falange macedonia.
 Taxmar regala a Guerrero con el sabio jefe Na Chan Can, cacique de los cheles en la ciudad de Ichpaatún, al Norte de la Bahía de Chetumal, quien, a su vez, lo obsequia a Balam, su jefe de guerreros (Nacom), quien trataba con prudencia a Guerrero. Un día, al atravesar un río, Balam fue atacado por un caimán dónde Gonzalo Guerrero salva la vida de su amo, quien como premio por el acto heroico le otorga la libertad. Como combatiente y hombre libre de la comunidad maya, participa con gran éxito en varias expediciones guerreras. Se transculturiza, se hace mutilaciones y tatuajes rituales propios de su rango. Sus victorias se suceden y asciende hasta Nacom al casarse con la princesa Zazil Há -también llamada Ix Chel Can hija de Na Chan Can-.
 En 1519, desembarca una expedición de Hernán Cortés en la Isla de Cozumel, quienes se enteraron que dos españoles vivían en esa ínsula y enviaron mensajeros para ofrecer rescatarlos. Cortés necesitaba de intérpretes que hablasen los idiomas de la región, por lo tanto, decidió contactar con ellos enviándoles misivas en las que les exhortaba a unirse a su expedición y les marcaba como punto de encuentro: Champotón (Chakan Poton). Aguilar aceptó, en tanto que Gonzalo Guerrero prefirió permanecer junto a los mayas. Andrés de Tapia fue el primer español que reconoció en Cozumel a Jerónimo de Aguilar, el náufrago de la flota de Nicuesa que habría de servir como intérprete de la lengua maya. Cortés lo mandó junto con otros dos soldados a recibir unas canoas con nativos entre los cuales estaba Guerrero.
 Gonzalo Guerrero rechazó regresar a lado de los expedicionarios españolas, y apoyó heroicamente a los nativos durante los combates para expulsar a Grijalva, Francisco Hernández de Córdoba (1517) y Cortés (1518). Durante los años siguientes, los españoles tuvieron testimonio de que Guerrero se dedicó a entrenar a los mayas para defender su territorio, pues cuando Francisco de Montejo, en mayo de 1527, cruza el Atlántico con 380 soldados en cuatro navíos, encontró serias dificultades para conquistar Yucatán. Combate a los conquistadores Montejo (padre e hijo) y a su capitán Dávila. Instruye a sus guerreros como enfrentar a los extranjeros, aconsejando siempre no dar tregua ni fiarse de los blancos.
 En julio de 1531, el capitán Dávila partió con un contingente hacia el sitio que hoy es Chetumal, donde suponían que vivía Guerrero y existían minas de oro; sin embargo encontró un lugar en abandono y pese a que más adelante toma a algunos mayas prisioneros, lo engañan diciéndole que Gonzalo Guerrero había muerto de forma natural, por lo que Dávila remite informes a Montejo en Campeche sobre el supuesto fallecimiento.
 En realidad, muere en 1536 cuando se enfrentaba a las tropas del capitán Lorenzo de Godoy para ayudar, con cincuenta canoas, a Çiçumba, cacique de Ticamaya (Honduras), en el valle inferior del río Ulúa.  Una flecha de ballesta se clavó justo en su ombligo y le atravesó hasta el costado, para luego caer herido de muerte por un disparo de arcabuz. Sus hombres le sacaron del campo de batalla y le escondieron detrás de unas palmeras. Pidió a sus más allegados que cuidaran de sus hijos y, al resto de sus hombres, más de un millar, que siguieran combatiendo. Tuvieron que replegarse y el cadáver de Guerrero quedó en campo enemigo. Durante la noche, algunos de sus hombres rescataron su cuerpo y como postrero homenaje, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente le llevara hasta el Océano de donde vino.

Comentarios

  1. Que historia mas interesante acabo de leer, en algún momento escuche de Gonzalo Guerrero, pero la historia es fantástica, es la mismísima muestra de que si en vez de realizar una guerra por nuevas tierras, gente extranjera a la cultura mexicana se hubiera enamorado ciegamente de todo lo ancestral, culto, gigantesco, pulcro y magnifico que eran las ciudades prehispánicas y tal vez solo tal vez, una historia diferente estuviéramos contando en es blog

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